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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Gorenflot porque hablaba mal <strong>de</strong> los gascones.<br />

<strong>La</strong> joven había conocido a los dos hombres<br />

que aguardaba, y se asomó a la portezuela<br />

<strong>de</strong>l pesado carruaje, <strong>de</strong> modo que Chicot la<br />

veía mucho mejor que antes: podría tener<br />

veinte o veintidós años, era muy hermosa, y<br />

si hubiese sido <strong>de</strong> día, su pali<strong>de</strong>z, el húmedo<br />

vapor que mojaba sus cabellos, el blanco mate<br />

<strong>de</strong> sus manos y la langui<strong>de</strong>z <strong>de</strong> sus movimientos<br />

habría <strong>de</strong>jado conocer que pa<strong>de</strong>cía<br />

una enfermedad cuyo secreto revelaban por<br />

otra parte frecuente vahidos y lo abultado <strong>de</strong><br />

su talle.<br />

Pero <strong>de</strong> todo esto no reparó Chicot sino en<br />

tres cosas: que era joven, rubia y que estaba<br />

<strong>de</strong>scolorida.<br />

Los dos hombres se aproximaron a la litera,<br />

colocándose naturalmente entre el carruaje<br />

y el banco que ocultaba a Chicot. El más<br />

alto tomó entre sus manos la <strong>de</strong> la <strong>dama</strong>, y<br />

apoyando el pie en el estribo y los brazos en<br />

la portezuela:<br />

-Amiga mía -le preguntó-, ¿cómo estáis,<br />

corazón mío?

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