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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Caí sin fuerzas en una silla, balbuceando:<br />

-¡Qué haré, Dios mío, qué haré!<br />

-¿Oís? -dijo el con<strong>de</strong>-: llaman a la puerta.<br />

Oyóse, en efecto, resonar el aldabón bajo<br />

la mano <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres, a quien vimos<br />

apartarse <strong>de</strong>l grupo y tomar la <strong>de</strong>lantera<br />

a los <strong>de</strong>más.<br />

-Dentro <strong>de</strong> cinco minutos -añadió M. <strong>de</strong><br />

<strong>Monsoreau</strong>- ya no será tiempo <strong>de</strong> salvaros.<br />

Traté <strong>de</strong> levantarme; pero mis piernas se<br />

doblaron.<br />

-¡Socórreme, Gertrudis -dije-, socórreme!<br />

-Señorita -dijo la pobre chica-, ¿oís la<br />

puerta que se abre? ¿Oís los caballos que entran<br />

en el patio?<br />

-Sí, sí -respondí haciendo un esfuerzo-,<br />

pero me faltan las fuerzas...<br />

-¡Oh! ¿no es más que eso? -dijo Gertrudis.<br />

Y cogiéndome en sus brazos me levantó<br />

como si fuera un niño, y me puso en los <strong>de</strong>l<br />

con<strong>de</strong>.<br />

Al sentir el contacto <strong>de</strong> aquél hombre, me<br />

estremecí tan violentamente, que estuve a<br />

punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rme <strong>de</strong> sus brazos y caer

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