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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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entonces el duque sacrificaba su pasión a la<br />

ambición sorda e irresoluta que durante toda<br />

su vida <strong>de</strong>bía producirle tantos disgustos y<br />

tan pocos frutos.<br />

Mas Bussy, en medio <strong>de</strong> sus triunfos <strong>de</strong><br />

guerra, <strong>de</strong> ambición y galantería, había permanecido<br />

lo que pue<strong>de</strong> ser un alma inaccesible<br />

a toda <strong>de</strong>bilidad humana, y aquel que<br />

nunca conociera el miedo, nunca había conocido<br />

tampoco el amor. El corazón <strong>de</strong> emperador<br />

que latía en el pecho <strong>de</strong>l caballero, como<br />

<strong>de</strong>cía él mismo, estaba virgen y puro, parecido<br />

al diamante no tocado aún por la mano<br />

<strong>de</strong>l lapidario y que sale <strong>de</strong> la mina don<strong>de</strong> ha<br />

madurado bajo las miradas <strong>de</strong>l sol. Así es que<br />

no había en aquel corazón lugar para los <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong> pensamiento que habrían hecho <strong>de</strong><br />

Bussy un verda<strong>de</strong>ro emperador. Juzgábase<br />

digno <strong>de</strong> la corona y valía más que la corona<br />

que le servía <strong>de</strong> punto <strong>de</strong> comparación.<br />

Ofrecióle su amistad Enrique III, y Bussy,<br />

la rehusó diciendo que los amigos <strong>de</strong> los reyes<br />

eran criados suyos y en ocasiones otra<br />

cosa peor, y que, por tanto, semejante condición<br />

no le convenía.

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