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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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que sabía que terminaba en el castillo <strong>de</strong><br />

Beaugé. Este castillo que era propiedad <strong>de</strong>l<br />

duque <strong>de</strong> Anjou, se hallaba situado a tres<br />

leguas <strong>de</strong>l <strong>de</strong> mi padre. Al cabo <strong>de</strong> un corto<br />

rato le divisé, y solamente entonces advertí<br />

que había andado tres leguas a pie y que me<br />

hallaba sola y muy lejos <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> Meridor.<br />

Confieso que se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí un terror<br />

vago y que entonces comencé a pensar en la<br />

impru<strong>de</strong>ncia y aun ligereza <strong>de</strong> mi conducta.<br />

Seguí la orilla <strong>de</strong>l estanque, porque intentaba<br />

pedir al jardinero, hombre estimable, que<br />

cuando yo había ido otras veces por allí con<br />

mi padre, me había regalado preciosos ramilletes;<br />

intentaba, digo, rogarle que me<br />

acompañase hasta el castillo <strong>de</strong> Meridor,<br />

cuando oí nuevamente el ruido <strong>de</strong> la caza.<br />

Quedéme inmóvil y escuché: el ruido se iba<br />

aumentando: lo olvidé todo. En el mismo instante<br />

vi a la cierva saltar fuera <strong>de</strong>l bosque <strong>de</strong>l<br />

otro lado <strong>de</strong>l estanque.<br />

Estaba sola; el otro cervatillo había sucumbido<br />

igualmente; la vista <strong>de</strong>l agua pareció<br />

<strong>de</strong>volverle las fuerzas; aspiró su frescura y se

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