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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Y en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos, en tanto<br />

que Schomberg se comprimía el muslo con el<br />

pañuelo, Bussy presentó la punta <strong>de</strong> su larga<br />

espada al rostro y al pecho <strong>de</strong> los otros cuatro<br />

agresores, sin querer gritar, porque llamar<br />

en su auxilio, es <strong>de</strong>cir, reconocer que<br />

tenía necesidad <strong>de</strong> auxilio, era indigno <strong>de</strong><br />

Bussy; lo que hizo fue ro<strong>de</strong>arse la capa al<br />

brazo izquierdo, y haciendo <strong>de</strong> ella un escudo<br />

se a<strong>de</strong>lantó, no para huir, sino para llegar a<br />

una pared contra la cual pudiera resguardarse<br />

a fin <strong>de</strong> que no le acometiesen por la espalda,<br />

dirigiendo diez golpes en un minuto y<br />

sintiendo a veces esa blanda resistencia <strong>de</strong> la<br />

carne que indica que aquéllos no han sido en<br />

vano. Una vez se <strong>de</strong>slizó y miró maquinalmente<br />

la tierra. Aquel instante bastó a<br />

Quelus para darle una estocada en el costado.<br />

-¡Herido! -gritó Quelus.<br />

-Sí, en la rodilla -contestó Bussy, que no<br />

quería ni aún confesar su herida-, como hieren<br />

los que tienen miedo.<br />

Y lanzándose sobre Quelus, ligó tan vigorosamente<br />

su espada, que el arma saltó <strong>de</strong>l

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