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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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-Recapitulemos -murmuró Chicot-: he visto<br />

al car<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> Guisa, he visto al duque <strong>de</strong><br />

Guisa, he visto al duque <strong>de</strong> Mayena, he visto<br />

al rey Enrique <strong>de</strong> Valois, y al rey Enrique <strong>de</strong><br />

Navarra; sólo me falta un príncipe que ver<br />

para completar la colección, el duque <strong>de</strong> Anjou;<br />

vamos, pues, a buscarle hasta que le<br />

hallemos. ¿Adón<strong>de</strong> estará mi buen Francisco<br />

III? Tengo, ¡pardiez!, ganas <strong>de</strong> ver a este<br />

digno monarca.<br />

-Y se dirigió a la iglesia <strong>de</strong> Saint-Germainl'Auxerrois.<br />

No era Chicot el único que buscaba el duque<br />

<strong>de</strong> Anjou, y que se impacientaba por su<br />

ausencia; también los Guisa le buscaban por<br />

todas partes y no eran más afortunados que<br />

Chicot. M. <strong>de</strong> Anjou no era hombre que se<br />

arriesgase impru<strong>de</strong>ntemente a recorrer las<br />

calles <strong>de</strong> París en día semejante, y más tar<strong>de</strong><br />

veremos las precauciones que había creído<br />

oportuno tomar, que no le permitían reunirse<br />

con sus amigos.<br />

Una vez creyó no obstante Chicot que le<br />

había encontrado en la calle <strong>de</strong> Bethisy; se<br />

había formado un grupo numeroso a la puer-

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