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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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Enfrente <strong>de</strong> una casuca tan vieja que<br />

amenazaba <strong>de</strong>rrumbarse, estaba parada una<br />

litera tirada por dos fornidos caballos. Echó<br />

Chicot una mirada alre<strong>de</strong>dor y vio al conductor<br />

dormido en su asiento, y una mujer inquieta,<br />

al parecer, con la cara pegada a la<br />

rejilla. Sospechó que aquella litera estaría<br />

aguardando a los dos hombres, pasó por <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> ella, y protegido por su sombra, combinada<br />

con la <strong>de</strong> la casa, se tendió bajo un<br />

gran banco <strong>de</strong> piedra que servía <strong>de</strong> mostrador<br />

a los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> legumbres que celebraban<br />

su mercado en aquel tiempo dos veces<br />

a la semana, en la calle <strong>de</strong> la Ferronnerie.<br />

Apenas se había acurrucado vio aparecer a<br />

los dos hombres, los cuales volvieron a observar<br />

si les habían seguido; luego llamó uno<br />

<strong>de</strong> ellos al cochero, y como éste no se <strong>de</strong>spertase<br />

bastante pronto, <strong>de</strong>jó escapar un cap<br />

di diou, muy acentuado, mientras su compañero,<br />

todavía más impaciente, le pinchaba<br />

con la punta <strong>de</strong> su puñal.<br />

-¡Oh! -exclamó Chicot-, no me había engañado,<br />

son compatriotas míos; ya no extraño<br />

que hayan sacudido <strong>de</strong> tan buena gana a

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