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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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-No veo en qué pue<strong>de</strong> haber insulto -dijo<br />

Enrique, esforzándose por conservar su serenidad.<br />

-Quizá Vuestra Majestad no lo ve -dijo<br />

Schomberg-, pero nosotros bien lo vemos.<br />

Enrique no contestó; veía que en torno suyo<br />

fermentaba la ira y el rencor, y se felicitaba<br />

en su interior <strong>de</strong> tener tan fuertes baluartes<br />

entre su persona y las <strong>de</strong> sus enemigos.<br />

Quelus, mudando a cada momento <strong>de</strong> color,<br />

apoyó las dos manos sobre la guarnición<br />

<strong>de</strong> la espada.<br />

Schomberg se quitó los guantes y sacó<br />

hasta la mitad el puñal fuera <strong>de</strong> la vaina.<br />

Maugiron cogió la espada <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong><br />

un paje, y se la puso colgada <strong>de</strong> la cintura.<br />

D'Epernon se retorció el bigote hasta los<br />

ojos y se colocó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sus compañeros.<br />

Enrique, a semejanza <strong>de</strong>l cazador que oye<br />

ladrar a sus perros contra el jabalí, se sonreía<br />

y <strong>de</strong>jaba a sus favoritos hacer libremente sus<br />

preparativos <strong>de</strong> ataque.<br />

-Que entre el embajador -or<strong>de</strong>nó.<br />

Siguió a estas palabras un silencio <strong>de</strong><br />

muerte; pero aun en medio <strong>de</strong> aquel silencio

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