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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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negligentemente revolvía en el plato una pequeña<br />

ración <strong>de</strong> espinacas cocidas, tratando<br />

<strong>de</strong> hacerlas más sabrosas con la mezcla <strong>de</strong><br />

un poco <strong>de</strong> queso <strong>de</strong> Surennes.<br />

Ínterin el buen padre condimenta sus espinacas<br />

haciendo gestos que indican el poco<br />

resultado que espera <strong>de</strong> su combinación, tratemos<br />

<strong>de</strong> presentarle a nuestros lectores bajo<br />

un aspecto que les in<strong>de</strong>mnizará <strong>de</strong>l mucho<br />

tiempo que han tardado en conocerle.<br />

El P. Gorenflot tenía treinta años y cinco<br />

pies <strong>de</strong> rey.<br />

Esta estatura, tal vez un poco exigua, estaba<br />

compensada, según <strong>de</strong>cía él mismo, con<br />

la admirable armonía <strong>de</strong> sus proporciones;<br />

pues lo que en altura perdía lo ganaba en<br />

anchura, contando próximamente tres pies <strong>de</strong><br />

diámetro <strong>de</strong> un hombro a otro, lo cual, como<br />

todos saben, equivale a nueve pies <strong>de</strong> circunferencia.<br />

En el centro <strong>de</strong> sus hercúleos omóplatos se<br />

elevaba un ancho cuello surcado <strong>de</strong> músculos<br />

gruesos como un <strong>de</strong>do y salientes como<br />

cuerdas. Desgraciadamente este cuello se hallaba<br />

también en proporción con las <strong>de</strong>más

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