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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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la religión santa y <strong>de</strong>l trono. Nosotros recibiremos,<br />

pues, con gratitud, las ór<strong>de</strong>nes que<br />

Vuestra Alteza tenga a bien darnos.<br />

El duque <strong>de</strong> Anjou no pudo disimular un<br />

movimiento <strong>de</strong> vanidad, al ver que los Guisas,<br />

tan orgullosos que ante nadie ni por nada<br />

se humillaban, hablaban <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer.<br />

El duque <strong>de</strong> Mayena añadió:<br />

-Sois, monseñor, por vuestro nacimiento y<br />

sabiduría el jefe natural <strong>de</strong> la santa Unión:<br />

Vuestra Alteza nos dirá cuál es la conducta<br />

que <strong>de</strong>bemos observar respecto a esos falsos<br />

amigos <strong>de</strong>l rey, <strong>de</strong> que hablamos en este<br />

momento.<br />

-Nada más sencillo -respondió el príncipe,<br />

con esa especie <strong>de</strong> exaltación febril que hace<br />

las veces <strong>de</strong> valor en los hombres débiles-;<br />

cuando crecen en un campo plantas parásitas<br />

y venenosas, que impi<strong>de</strong>n recoger una buena<br />

cosecha, es necesario <strong>de</strong>sarraigar esas malignas<br />

hierbas. El rey está ro<strong>de</strong>ado, no <strong>de</strong><br />

amigos, sino <strong>de</strong> cortesanos que le pier<strong>de</strong>n y<br />

que excitan un escándalo continuo en Francia<br />

y en la cristiandad.

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