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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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mas ya he pensado yo en ello, le he enviado<br />

a buscar y aquí le tenéis.<br />

Chicot <strong>de</strong>cía esto alargando efectivamente<br />

su laúd al pobre músico; por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro <strong>de</strong> Chicot se podía divisar a Quelus y<br />

a Schomberg que bostezaban hasta el punto<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sencajarse las quijadas.<br />

-¿Y la partida <strong>de</strong> ajedrez, Chicot? -<br />

preguntó d'Epernon.<br />

-Sí, es cierto -añadió Quelus.<br />

-Creo que mi alfil salvará a su Rey; pero,<br />

¡vive Cristo! que no será sin costarle mucho<br />

trabajo. Vamos, M. Aurilly, dadme vuestro<br />

puñal en cambio <strong>de</strong>l laúd, uno por otro.<br />

Obe<strong>de</strong>ció el músico trastornado, y fue a<br />

sentarse en un almohadón a los pies <strong>de</strong> su<br />

amo.<br />

-Ya cayó uno en la ratonera -dijo Quelus-,<br />

veremos lo que suce<strong>de</strong> con los <strong>de</strong>más.<br />

Y al <strong>de</strong>cir estas palabras que explicaban a<br />

Aurilly el sentido <strong>de</strong> las escenas prece<strong>de</strong>ntes,<br />

volvió a colocarse en su puesto en la antecámara,<br />

sin más que suplicar a Schomberg que<br />

le cambiase la cerbatana por el boliche.

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