Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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a pesar de tener la cabecera apoyada en la pared todavía llenaba las dos terceras partes de la habitación. Esta cama era de una tapicería de oro y seda con figuras mitológicas que representaban la historia de Cenea o Cenis, unas veces hombre y otras mujer, cuyas metamorfosis no se realizaban, como puede presumirse, sin -los esfuerzos más fantásticos de la imaginación del príncipe. El cielo de la cama era de tela de plata con franjas de oro y figuras de seda, y las armas reales ricamente bordadas llenaban la parte del dosel, que aplicado a la pared formaba la cabecera. En las ventanas había la misma tapicería que en las camas, y los canapés y los sillones eran de la misma tela. En medio del techo estaba fija una cadena de oro, de la cual colgaba una lámpara de plata sobredorada, donde se consumía un aceite que esparcía un perfume exquisito. A la derecha de la cama del rey había un sátiro de oro que tenía en la mano un candelabro donde ardían cuatro bujías de color de rosa e igualmente perfumadas.
El rey, con los pies desnudos, descansando sobre las flores que cubrían el pavimento, estaba sentado en su silla de ébano incrustada de oro; tenía sobre las rodillas siete u ocho perritos falderos muy pequeños, cuyos frescos hocicos le rozaban suave y agradablemente las manos. Dos sirvientes le rizaban los cabellos, que llevaba recogidos como los de una mujer, el bigote,, que terminaba en puntas retorcidas hacia arriba, y la barba, que era poca y crespa. Otro sirviente le extendía sobre el rostro una untura de crema rosa, de particular gusto y apetitoso olor. Enrique cerraba los ojos y se dejaba manipular con toda la majestad y seriedad de un dios indio. -¡San Lucas! -decía-, ¿dónde está San Lucas? San Lucas entró. Chicot le asió de la mano y le llevó delante del rey. -Aquí le tienes -dijo a Enrique-, aquí está tu amigo San Lucas; ordénale que se lave la cara, o mejor dicho, que se la ensucie tam-
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ÍNDICE CapítuloI. Las bodas de Sa
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Capítulo XXIV. Remigio el Tauduin,
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Capítulo LII. La fuga Capítulo LI
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Capítulo LXXXIII. Continuación de
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sus favoritos más íntimos, con Ju
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-¿Qué tiene el rey contra vos, M.
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La reina Catalina había visto colm
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-¡Eh! señores -dijo el duque de B
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Una estrepitosa carcajada fue la re
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Entretanto, San Lucas se había ace
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se con su amo, que no parecía sati
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duque de Anjou, a cuya casa pertene
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Las frases de San Lucas dieron prob
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-¡Hem! -murmuró Enrique volviénd
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continuó seria, por la sencilla ra
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Hecha esta reflexión, se separó d
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-¿Yo, señor? -Sí, tú. -Le he da
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-Señores -les dijo llevándoselos
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-Al acecho, es lo más seguro. Buss
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-¿Y esta noche? -preguntó Quelus.
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éste le hizo una seña, mostrándo
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Los jóvenes se miraron con una son
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Tournelles, donde hay un ángulo en
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gía el rey a la señorita de Briss
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madrigueras de salteadores donde im
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de calzada, que conducía de la cal
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-¡Dios te oiga, d'Epernon! -dijo M
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por la calle de San Pablo, han baja
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De pronto aquel a quien su compañe
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-Además, la noche está obscura, m
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una especie de alegría espantosa p
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-¡Pardiez! ... dijo el príncipe-,
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gresado de esas malditas bodas, y h
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Esta era una de aquellas aventuras
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mas humanas en que el duque de Anjo
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destreza que le era peculiar y de q
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joven a diez pasos de él. Mas no p
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espada no seguía ya el camino que
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Hallábase en un aposento con muebl
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Al ver a aquella mujer cesaron de l
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Bussy quiso responder, pero compren
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aquí: tenía necesidad de aire. Pe
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Page 90 and 91: hay una fiebre, un delirio, un sue
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Page 94 and 95: entonces el duque sacrificaba su pa
Page 96 and 97: -¿Dónde lo hallaré? -No puedo de
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Page 104 and 105: -¡Ah! mi bello paje -dijo Bussy vo
Page 106 and 107: -Ya tenéis vuestro negocio arregla
Page 108 and 109: -¡Cómo! -dijo Bussy-, habéis vis
Page 110 and 111: ió por una escalera secreta, cruz
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Page 114 and 115: Y luego, bajando la voz, continuó:
Page 116 and 117: -¡Pardiez! decidle lo que habéis
Page 118 and 119: -Sí, aquí. -¿Al Louvre? -Al Louv
Page 120 and 121: -No, por Cristo, no -dijo San Lucas
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Page 126 and 127: Enrique se ruborizó. -No -dijo-; p
Page 128 and 129: Después de esta escena, comenzada
Page 130 and 131: -¿Quién es ese joven? -pregunto a
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Page 134 and 135: conmigo. Mas si fuéseis tan buena
Page 138 and 139: ién con la crema, porque si no tom
Page 140 and 141: -Casi diariamente, cuando estoy bue
Page 142 and 143: taza de porcelana con el dedo y rel
Page 144 and 145: Las dos o tres personas que habían
Page 146 and 147: niendo una mecha más pequeña, y a
Page 148 and 149: porfía en el real aposento, que in
Page 150 and 151: Todos se miraron unos a otros; regi
Page 152 and 153: Al oir Enrique esta lastimosa relac
Page 154 and 155: le rogó que se quitase los adornos
Page 156 and 157: habitual en esta especie de gente,
Page 158 and 159: que te conviene, seguirías mi cons
Page 160 and 161: -San Lucas -dijo al fin Enrique-,
Page 162 and 163: -He soñado -prosiguió San Lucas-
Page 164 and 165: gracia como se ha abierto el mío.
Page 166 and 167: Enrique con el aire más gracioso y
Page 168 and 169: -¡Buena es ésa! ¡arrepentirme yo
Page 170 and 171: -Entonces no me des una abadía; da
Page 172 and 173: callos son duros. Decías, pues, En
Page 174 and 175: -¿Y es buena? -preguntó Chicot-;
Page 176 and 177: -Se santiguó y me mandó que me ar
Page 178 and 179: -Y ahora, ¿comprendes por qué te
Page 180 and 181: -No bromees con la voz -dijo Enriqu
Page 182 and 183: -Va a hablar -dijo el rey encorván
Page 184 and 185: -¡Hum! -repuso Enrique-, ¿qué si
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-¡Ah, triste de mí! -dijo Chicot
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-¡Estoy perdido! -decía con acent
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-Creo que tienes razón, Chicot, y
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soplaba las palabras que se leían
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Dejó a Enrique y a San Lucas que s
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donde me acometieron, cerca de una
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mó la mejor espada, se embozó en
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volvía a tomar su tranquilo paso,
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tan mal se servía de ella mayor fi
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-Ya había hecho yo esa reflexión
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-Debo deciros, querido amigo, que y
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-Señor conde, perdonad, estoy tan
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de ellas algo bueno para el médico
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-Precisamente; además entre dos ve
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-¿La voz sabía vuestro nombre? -S
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-Sí, y la pagaré. ¿Qué hacéis
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-Entonces, no sé qué pensar -repu
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Tenía Bussy grandes deseos de pasa
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-Ya lo creo. -Decíais, pues, hijo
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-Nada hay imposible en este mundo -
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el bosque de Vincennes a correr el
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cuanto que la cosa no deja de ser r
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ios y el sombrero en la mano, su ro
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Bussy describió con la vista un se
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-Hacia el Anjou. -Según eso, ¿es
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por entre la maleza: avancé, y al
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-Nada de eso, querido; salió anoch
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-No, de mujeres. -¿Cómo? -repuso
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-Vamos, monseñor -añadió en alta
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-Gracias: pero mientras tanto quisi
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asistir al baile de San Lucas, prov
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toda la noche, les dejé libre el c
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-¡Ah, es cierto! solo hay que teme
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pe se juntaron con los cazadores, M
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M. de Monsoreau, con el pretexto de
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-¿No has descubierto nada? -Tan di
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Uno de ellos echó pie a tierra, di
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Halló la primera puerta por donde
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-Caballero, ya sabéis en lo que qu
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-¡Hola! -exclamó Bussy-, la hacan
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Bussy echó mano a la espada y dio
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a su doncella, que habiendo oído a
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Bussy hizo una reverencia. -Por lo
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El castillo de Meridor se hallaba r
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alguno de su séquito, y rogarles q
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que sabía que terminaba en el cast
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cierva fuese producida por la compa
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marchó sin haber podido borrar de
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-¡Oh! jamás, padre mío, si tené
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Tres días más tarde, M. de Monsor
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quedamos en que me acompañaría Ge
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-Señorita -me dijo en voz baja Ger
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-Caminamos así tres horas poco má
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Esta aparente atención demostraba
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-Sí, y si tuvieseis valor... -Áni
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huida era imposible sin ser auxilia
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"Un amigo vela por vos: mañana ten
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-Tomaos, señorita, el trabajo de l
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-¿Será menos culpable de lo que y
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pensado que no eran sino ilusiones
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No habíamos encendido bujías ni c
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Miré a Gertrudis con inquietud: f
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Caí sin fuerzas en una silla, balb
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que se hallaba abierta, vio el velo
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Al cabo de diez minutos de carrera,
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el primer lugar donde nos detengamo
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-Caballero -dije-, os acompaño; pe
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el duque es capaz y de la deshonra
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-Pues bien, digo como vos, y añado
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-Por mi parte -contesté-, soy nobl
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ni me molestase el frío. La hacane
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a los que me han acompañado, a qui
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sus promesas me hubiese dispensado
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-Entonces de Beaugé y del duque de
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-Nada os está prohibido, señora;
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contra vos cierta prevención, que
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-Efectivamente -dijo Bussy-, y que
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amado y que creía perdida, le llam
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-El duque es hombre de carácter so
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M. de Monsoreau esperó un instante
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-Sin duda; la esperanza le dará pa
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Bussy suspiró. Llegada la noche, s
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-Porque el duque de Anjou está res
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-¿A ser condesa de Monsoreau? -Ant
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hombres por la esquina de la calle
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Mas el príncipe con sólo descubri
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las puertas .y antes que pudiéramo
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-Un cuarto de hora después volvió
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ayudé y entre las dos os llevamos
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Por la noche volvió M. de Monsorea
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Cuando llegó la noche del segundo
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-Presumo que el uno es el sacerdote
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decidirme, y si aquellos dos hombre
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sois víctima. Escuchad; desde el m
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no la llamaba tampoco ninguno de lo
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d'Epernon, d'O y Maugiron; de un pa
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nocida hasta entonces y que no ha p
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de necesidad nuevos arbitrios y car
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-No le hace; la moda ha cambiado es
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El que tenga dos narices no os admi
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-Ciertamente: la palabra Enrique ti
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-Ante todo tomemos la y con que aca
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-¡Eh, pagano! -gritó el rey-, si
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-¿Qué es esto, maese Chicot? -pre
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No le gustaba a Enrique que le habl
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amortiguado, salió de su escondite
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había parado hasta entonces la ate
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ocultas las cabezas en sus capuchas
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Entretanto, los frailes iban entran
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XVIII. EL PADRE GORENFLOT La noche
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-¿Decís que el P. Gorenflot no ha
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partes del cuerpo, es decir, que er
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-¡Bah! un discurso, ¿y para qué?
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Chicot conoció que había llegado
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-¡Puf! -dijo Chicot tomando el pla
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-Escamas, querido Gorenflot, escama
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Llevóle Gorenflot a sus labios con
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-¡Qué tal! -dijo Gorenflot celebr
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-Ahora -añadió Chicot luego que v
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ar a sentirse completamente fuerte;
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-¿Pero qué era eso? -dijo Chicot-
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prestarle tiene cansada la mano, y
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-Aguardad -dijo Chicot-, ¿qué dia
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Entro humildemente adonde se hallan
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desató los cordones del hábito de
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La capilla era de construcción rom
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y a quien sus dos compañeros tení
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-Bueno -dijo-, si yo no puedo ver e
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l'Auxerrois, donde tengo aún a vue
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-Es verdad -dijo La Huriére-, agua
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Esta peroración fue acogida con un
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-¡Hermano Gorenflot! -insistió la
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salud del cuerpo? Realizando pruden
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días en la abstinencia, y de no fr
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Liga, que no creían en la necesida
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y que podía así mismo excitar alg
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acordado de indicarle la que debía
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Nadie respondió. Chicot alargó el
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Luego hizo lo mismo con la lámpara
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llos hábitos se cubrían, si no er
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Al mismo tiempo el fraile de en med
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Después se presentó el monaguillo
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me parece manifiesta, y, pues habé
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El principio de este discurso era c
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que era el que más próximo estaba
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gurarse de que sus palabras no ser
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contra la religión o la impiedad d
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tra Alteza más profundamente de lo
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-Es verdad -dijo el duque de Guisa
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silencio. Todos somos hombres de re
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gustará tal vez mi temeridad, porq
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teoría, sino para ejecutar nuestro
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París, y aquí ha estado también
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-Señores -dijo el duque de Anjou a
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en el tabernáculo. El cardenal la
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Luego, dejándola sobre la cabeza d
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XXI. CHICOT, CREYENDO TOMAR UNA LEC
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la curva poco elegante de la pierna
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-¿Decís, Mayena, que está aquí?
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-Aquí estoy, monseñor -dijo un ho
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-Ya he tenido en cuenta ese escrúp
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y del pueblo, y durante el cual se
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-¿Cuál es la fecha de ése adveni
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cudos de oro que me ha pedido para
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desde su escondrijo a su enemigo, o
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emos seguirles, pues ya es mucha co
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A la primera ojeada reconoció a Ch
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efresco y con un color en las mejil
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-¡Pardiez! -exclamó San Lucas-,
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-San Lucas, no te fíes -repuso Jua
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-¡Magnífico! -dijo San Lucas-; pe
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aquella época se extendían desde
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aquella posición más alto que lo
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sin contar con que los caballos se
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efectivamente había olvidado en la
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-El que es amado en todas partes, s
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arenal, si os parece, y luego verem
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cuyas palabras formasen eco con el
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-Entonces la señorita de Meridor e
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ver sin preparación de ninguna esp
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-¿Quién viene? ¿quién hace a es
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Y como si no hubiese visto a los ot
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-¡Muerta! -dijo San Lucas con acen
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no. Este saludó paternalmente y au
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mi hija, de mi Diana: él, sí, él
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acerca de él las palabras simpáti
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-Su conducta fue muy leal y muy dig
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No, M. de Bussy, no iré a París;
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GENCIAS EN LA CASA DE LA CALLE DE S
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correr enviando primero un beso de
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-Dentro de dos horas, señor mío -
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Mas si el que preguntaba quería ll
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Y ofreció su brazo al anciano para
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simple, a causa de vuestra ausencia
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tengo que hacer mis experimentos in
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-Corrí tras ella y trabajosamente
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-¡Oh! sí. -O si lo sabíais, lo h
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como siempre, aborrecido; y segunda
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Embebido con estos pensamientos lle
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-Porque es cierto, señor barón; e
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-¡Diana viva! -balbuceó-, ¡Diana
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Bussy reunió todas sus fuerzas y d
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-Tiene razón -dijo con tristeza el
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que hacer aquí. El señor barón o
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yo os haré tan amigo del príncipe
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salida a las diez de la noche ni de
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-Ya conocéis mi celo, hermanos -pr
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de la vajilla, y después fijó su
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Al oír esto Chicot sacó sutilment
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aire compungido, que a cualquiera p
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Y más muerto que vivo entró en el
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-No tal, en el convento. -¿En el c
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-¿Y qué me podría acontecer? -Qu
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mente pero con firmeza hasta la pue
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ordinarios dependían del capricho
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Genoveva le había hablado, tuviese
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la situación deplorable en que se
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Había también otro inconveniente,
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Efectivamente, tres hombres, de los
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después someteré el caso a la del
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Y Gorenflot, tapándose con la capu
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-No obstante -dijo Gorenflot-, esto
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Y Chicot apartó su caballo del fra
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-¿Pero qué cabalgadura llevo yo?
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atenciones como si fuera fraile, pr
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Y sin más demora, con la ayuda de
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que nos quedásemos unos cuantos d
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-¿Qué buscáis, M. Chicot? -Nada;
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El asno, como si hubiera comprendid
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Chicot estaba oculto detrás de una
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-Entonces -dijo el fraile- pongámo
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-No importa -dijo éste-; para quie
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vantó y se dirigió majestuosament
Page 652 and 653:
Gorenflot se levantó sobre los suy
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-Eso es -dijo Chicot, y dio un escu
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-¿Pensáis caminar a pie? -Iremos
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Chicot se estremeció. -Adelantaos
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-En caballos que han comprado. -¿A
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-¡Hola! ¿qué es esto, compadre?
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corriendo y animando con gritos á
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En efecto, Gorenflot desempeñó ma
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modidad y profana tolerancia de los
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Apenas Chicot le vio fuera, sin per
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-¡Bah! -dijo el huésped-; puede q
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un éxito asombroso, tanto que Su M
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-Sí, pero que vea lo que hace porq
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-Responded, responded, hermano -dij
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ñándole el puño cerrado, o más
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-¡Bribón! Luego dice que espera a
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Bernauillet se precipitó en el cua
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-Pero sin duda no sabéis que tiene
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da en el suelo, quisiera yo saber d
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con cajas destempladas huyó lejos
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-Sí, vos: estáis de lodo hasta la
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-Ahora, mi excelente amigo -dijo el
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-Aguardad; os dirá que acaba de co
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El abogado se incorporó en su lech
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-Y yo -dijo con la misma flema-, yo
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-¡Eh! yo no necesito tu absolució
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-Preguntad. -¿Quién eres? -Ya lo
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Y Chicot, con pálido y serio sembl
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o, después, confiando en su conoci
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-Sí; estuve en el confesionario qu
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deros de vista. Practiqué, pues, u
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-¡Ah! si no me los dais es diferen
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Y Chicot se encaminó a la puerta a
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Esta segunda lucha terminó como la
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Luego levantó del suelo el cuerpo
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-Sentaos aquí, rezad con devoción
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-Pues bien, nuestro Santo Padre el
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mirando de cuando en cuando a su al
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corte según podía echarse de ver
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cha devoción, ínterin los concurr
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Bussy se encogió de hombros a su v
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-¡De modo que era ella! -exclamó
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-¿Lo habrías hecho tú? -pregunt
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tra Alteza no tiene necesidad de pa
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-Los príncipes no se vengan, monse
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-Bien. -Quedamos en eso, ¿no es ve
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tengo la dicha de contarme en el n
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; es ese bribón de Chicot, un fugi
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tamente desnudos disciplinándose r
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-¿Por qué? -Porque como las nubes
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Enrique estiró los brazos, se frot
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me caza ni más ni menos que si fue
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-Además -dijo Bussy-, todo se redu
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como por el favor con que le miraba
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gado las cosas, el mejor medio es l
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dolor amargo, profundo, agudo, sofo
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ilis rebosaba en su corazón ulcera
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-¿Qué aventura, Monseñor? -El ra
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-Quiero decir que con un príncipe
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serenidad-; Vuestra Alteza olvida q
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-Os engañáis, Monseñor -exclamó
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con voz tan conmovida como si le fa
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que gustaba de contemplar algunas v
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-¿Acaso Vuestra Alteza ama todaví
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-Decid -tartamudeó Francisco. -Mon
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que la gravedad de las circunstanci
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-Tanto mejor. -¿Cómo tanto mejor?
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-Porque insultasteis a mi paje; rec
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pecto; y después de hacer un profu
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-Eran -prosiguió el canciller- hom
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níficamente todavía ganaba. Supe
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-En fin, mi espía ha asistido a un
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-¡Pobre diablo! -murmuró Chicot,
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-¡Oiga! -exclamó el gascón-, M.
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que el duque de Guisa, a quien hab
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-Mucho honor -repitió Chicot-, imi
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Por eso hemos venido tan confiadame
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honor de hablar a Vuestra Majestad
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sobre una pierna en el suelo por no
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-¡Señor! cuando he hablado de gue
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-Sí señor, y sin rodeos, como ha
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XXXVIII. CASTOR Y POLUX El rey desp
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Chicot abrió los ojos, pero los ce
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-¿Será Mayena? -¡Oh! le hacéis
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en engalanar su persona; Schomberg
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-Francisco, acabáis de poner el de
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Enrique miró al duque de Anjou com
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sacáis de una gran dificultad, tan
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Francisco, no es hombre que se resi
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-Señor -exclamó el duque de Anjou
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entre los duques de Anjou y de Guis
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-Mi hermano aprueba la idea; pero c
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-¡Ah! -dijo el duque de Guisa, sin
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-¡Oh! ése no me preocupa; sus amo
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-Es cierto, monseñor -replicó el
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Por ojos, hombros y oídos van tres
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cuyas páginas están pegadas de ma
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otro desocupado, el de Francia. Bie
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-¡Qué simple eres! esta tarde, hi
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lla época tenía algo más que ver
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glos a llevar arrastrando un arma c
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-Señores, es en obsequio de la mis
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Dédalo, y le pasó la pluma al asp
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-¡Qué ardor! -exclamó Enrique-:
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lles de París mil autógrafos mío
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Mas al oír aquellos gorgoritos, le
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-Nos pusimos, pues, en camino -cont
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elión; y mientras exista un hugono
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le hicieron sospechar que sería pe
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Gorenflot porque hablaba mal de los
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teras, pero aquí, señor, no pens
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estatua al genio del Bearnés en es
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-Pues cierra la portezuela, oso del
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-Recapitulemos -murmuró Chicot-: h
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como levantando sin poder guardar c
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-¡Y cuentas mis secretos, miserabl
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Santiago, el fraile sin dejar de ll
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ción, aunque tomando a la par la r
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gañar a un tutor, a un marido o a
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Sí, callaré, callaré, yo que he
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Los dientes del conde chocaron lueg
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pobre joven terribles movimientos d
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Aproximóse el duque a él, como aq
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-¿Quién anda ahí? -preguntó el
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Apenas salió, Remigio que le sigui
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-Pues entonces, si la conocéis, mu
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Miró Bussy a su amigo, y viendo qu
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-¡Pardiez! que no se ha de sacar u
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esbeltas, un pie tan encantador y u
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antes se encontraba solo y abandona
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tener una entrevista con vos; yo le
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Respondió Diana con una mirada de
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-Pues qué, ¿habéis dejado la cas
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Ocultó éste el semblante entre la
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Mientras que maese La Huriére amon
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Schomberg era valiente; se detuvo,
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porque Narciso sabe defenderse, y V
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amigo de Vuestra Majestad, y esto h
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-¡Oh! -dijo Quelus riendo a carcaj
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-Efectivamente, ya lo estaba -repus
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na nombraréis al duque de Anjou, c
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-Luego que entre mandaréis cerrar
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-Me alegro -dijo el rey, viendo sat
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de mi orden, de orden del rey; y de
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hecho forjar, viendo exaltado su no
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-Qué discreto es mi querido Franci
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-Es una carta de mujer, señor, ref
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llas en que debe extinguirse una ra
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-Señor -añadió el duque con aire
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sabemos muy bien todo lo que debemo
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aquel caballero que bañaban en una
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cia; Santa María Egipciaca os ha r
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tener el sentimiento de verme separ
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-Sí, también tenéis razón ahora
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De modo que Chicot, antes que le di
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-Vamos, M. Chicot, al grano: ya sab
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de cólera, y M. de Maugiron, que e
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-Eso me basta -repuso Chicot-. Ahor
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-Ahora mismo. -Tengo el honor de sa
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tuado en la esquina de las calles d
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cargo que haya hecho al conserje de
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Pero sigamos a éste, que nos condu
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legiados que a él se dedican se ve
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-¿Pero qué hace M. de Quelus -dij
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comedor, y hacedme el favor de reco
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-¡Qué veo, Dios mío! -exclamó e
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-Es muy justo -observó Chicot-, po
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delante de él a todas las corporac
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to tener junto a mí las personas q
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se engañará. Pregúntale dónde e
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gascón calándose el sombrero, y m
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aliado en Enrique, al menos por aqu
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-¡Cómo! -exclamó viendo un sitio
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a estar viendo todo el día junto a
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cabeza de la Liga, y declaro que el
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que empleaba cuando estaba seguro d
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mano una enorme pluma, y cuando est
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-¿Sabéis, maese Chicot -dijo Enri
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-El duque de Guisa, Enrique de Guis
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-¿Acaso de mejor casa que yo? -dij
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me estaba insultando ayer en las ca
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-Al fin adivinó la zorra adónde e
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-¿Qué os hace concebir esas fúne
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elevar por una guardia de cuatro su
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ciales, y se termine el asunto a ce
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-No -repuso Quelus-, se les trata c
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Y entre los dos favoritos se llevar
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sus miradas de fuego a falta de esp
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-Algo más, Francisco: has caído e
Page 1030 and 1031:
tro favoritos le contaron todo lo q
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sin saber cómo, a oídos del rey;
Page 1034 and 1035:
a visitar de cuatro en cuatro horas
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-En esa parte es muy sensata la obs
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también con el interés que conced
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desigual y sobre todo más grueso q
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-¿Me habrán tendido un lazo? -mur
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si armaba una disputa perdería un
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fije en el balcón, y mientras bajo
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illete se presentaban. Según el du
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-Más vale así -murmuró-: huir so
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Continuó bajando: las dos cuerdas
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que no queriendo tener interrumpida
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-¿Pero adónde me lleváis, primo?
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LIII LAS AMIGAS Ínterin París her
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andar y se unía a su escolta, most
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mientras que la boca procura inúti
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-Dígote que M. de Bussy no piensa
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irías a reconvenirle en persona. P
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ciones de la provinciana enterrada
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-No -repuso Diana-; porque a la ver
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-Llegasteis, en fin -continuó Buss
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-Eso es por falta de costumbre - in
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-No -añadió Bussy moviendo la cab
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-Pues bien, de todo lo que acabáis
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diré: Diana, os amo y os amaré to
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mera tal vez que se había arriesga
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-Pues bien, mañana iré de caza co
Page 1086 and 1087:
ecordar a su amiga el servicio que
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ciudad lo sabrá: si la noticia lle
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Al aproximarse a la ciudad soñando
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En efecto, el caballo cayó de cost
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-Adiós, pues, monseñor -dijo Aubi
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En efecto, al primer grito de los h
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y en las plazas resonaron las salva
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-Pero como se trataba de un grave a
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-¿En vuestra casa? -En mi casa o e
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-De tal manera que su ropilla qued
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-Mañana será tiempo de respondero
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-Por la de mi dormitorio. -¿Sabía
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Ambos se separaron. LVII. DIPLOMACI
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ga, os descubrirá, y si os descubr
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-No tal, al contrario -repuso Bussy
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son blandas como el queso y el ques
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duque de Anjou había resonado como
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-Y no obstante -añadió el duque-,
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¿Eran en efecto las que le había
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escapado del Louvre y partido para
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vas de mosquetería; las campanas g
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-Es cierto -dijo Bussy-; además no
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ducirle a vuestra presencia. Por lo
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-¿Os presentaréis delante del anc
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-¿En caso de ataque? -preguntó el
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Llevóle al gabinete del duque, esc
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Cuarenta minutos después ya se enc
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-Ya he ganado dos días -decía el
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-Soy Antraguet -dijo el caballero-
Page 1144 and 1145:
Y Antraguet no tan sólo paraba los
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-Pues bien, cuidado con los dedos p
Page 1148 and 1149:
defectuoso y propongo que demos med
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Bussy se enderezó sobre los estrib
Page 1152 and 1153:
LX. ROLANDO El esfuerzo que le hab
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Así la gran trinidad de la época,
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Nunca se siente prestar o dar diner
Page 1158 and 1159:
probable que cayese en el instante
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el guía que cualquiera a quien pre
Page 1162 and 1163:
En pocos segundos estuvo dispuesto
Page 1164 and 1165:
La dirección indicada por éste er
Page 1166 and 1167:
El caballo relinchó segunda vez y
Page 1168 and 1169:
Por consiguiente, ató su caballo j
Page 1170 and 1171:
ver a los dos amantes, no se recela
Page 1172 and 1173:
Una idea mantenía su valor; pensab
Page 1174 and 1175:
-¿De dónde venís tan mal parado?
Page 1176 and 1177:
teza y no las busquemos por nosotro
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te una copiosa cena, perdió de pro
Page 1180 and 1181:
-Sí -contestó el príncipe, trata
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LXII. COMO EL REY ENRIQUE III SUPO
Page 1184 and 1185:
-¡Ah! qué mal has hecho en desper
Page 1186 and 1187:
Enrique se quedó pálido como la m
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sido el autor de este proyecto? ¿Q
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do parecía una estatua de cera rep
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-Quedad con Dios, señora -dijo Enr
Page 1194 and 1195:
-¡Qué! señora, ¿qué queréis d
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traguet, como Livarot, como Ribeira
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-Hijo mío, siempre que os suceda a
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sutil y que no habían podido poner
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vincia de Anjou puede proporcionar
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parece que dice demasiado. -Oíste
Page 1206 and 1207:
gelaciones, no digo que no; sobre t
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Y añadió en voz baja: -Al fin y a
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-Yo es distinto -dijo Chicot-, yo s
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-¡Ah sí, con tal de que surtan bu
Page 1214 and 1215:
-¡A una mujer, madre! ¿Quizás co
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-¡Ah! sí, que volvió solo ayer;
Page 1218 and 1219:
-No, señor; antes bien, el escuder
Page 1220 and 1221:
-Y lo estoy, en efecto -repuso Buss
Page 1222 and 1223:
-¿Qué va a acontecer, Dios mío,
Page 1224 and 1225:
día anterior iba apretando el paso
Page 1226 and 1227:
-Señora -dijo-, os ruego que me co
Page 1228 and 1229:
-¿Madame de San Lucas? -Sí, madam
Page 1230 and 1231:
e la conmoción que iba a causar en
Page 1232 and 1233:
habéis podido temer la soledad con
Page 1234 and 1235:
-Yo no sé si los calumnio, pero el
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-¿Y entonces por quién? -Temo que
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temáis.. . yo tengo valor para tod
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-Sin duda, vos que habitáis el cas
Page 1242 and 1243:
los brazos cruzados y las facciones
Page 1244 and 1245:
-Digo que miréis esa alfombra de a
Page 1246 and 1247:
Monsoreau permaneció por un moment
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-¡Qué bien le sentará el luto! -
Page 1250 and 1251:
-¡Pardiez! ¿quién queréis que s
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probable, mi puesto es al lado de S
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LXVI. LLEGADA A ANGERS DE LA REINA
Page 1256 and 1257:
que más desagradaban a la reina ma
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Y el brillo de sus miradas hizo mud
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Estas palabras que no quería haber
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-¡Diablo! -Eso es lo mismo que yo
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pues aquí no conoces los rincones
Page 1266 and 1267:
viendo que su táctica anterior no
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En la primera parte de la conversac
Page 1270 and 1271:
an y asió una muñeca; subiendo a
Page 1272 and 1273:
-¡Ah! Bussy se había puesto algo
Page 1274 and 1275:
-Me parece -repuso Remigio que para
Page 1276 and 1277:
Y estrechando la mano al joven, con
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-¡Ah! ¿queréis mi muerte? -dijo
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-¿Qué quiere decir esto? -dijo pa
Page 1282 and 1283:
Si le encuentro seria, ceremoniosa,
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El cuerpo estaba recostado en la ta
Page 1286 and 1287:
dos palmos de acero en el vientre;
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Remigio comprendió el sentido de l
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frío en los extremos. Aplicó el o
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-Sois un médico extraño, M. Remig
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fin, todo lo que podía necesitar e
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cómo libraros de ellos, enviádmel
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el mismo rey no os saluda cuando pa
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La palabra sólo se le escapó lo m
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Bussy y diez gentileshombres, monta
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Era Remigio que cumpliendo con el d
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-Por lo demás -prosiguió Monsorea
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de no ser perdonados cuando los mat
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-Monseñor -dijo madame de Monsorea
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cabía por la puerta, la cual era b
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to como ésta se separó de él, re
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acogida que le había hecho, montó
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-Tienes razón, sería preciso que
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-¿Si consiento? -repuso Bussy-, bi
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nombres de todos aquellos que no se
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Al oír la última de estas tres af
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-¡Hola! -dijo Enrique-, veo que re
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sos como estaban de repartirse los
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-¡Un peligro! -exclamaron los conc
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sublevarse, la Guiena se prepara pa
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Juana asió la mano del rey y se la
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El otro debería responder al nombr
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Gorenflot está triste, Gorenflot n
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De cuando en cuando también, al fi
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-¡Oh! -responde entonces Gorenflot
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otra cosa sino que cuidéis de vues
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-¿Quién va allá? -preguntó asus
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las flores tienen perfumes pero el
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de divisar a lo lejos la reducida c
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Esperaba que por la noche saliera R
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que les seguía a lo lejos, para ad
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Al siniestro resplandor de las luce
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-Sigue hablando, Diana, amada mía,
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-Escucha -dijo Diana alargando la m
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Remigio era en efecto hábil facult
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de encerraros en un convento, o de
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provincias de Francia, como muestra
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pable (con los tres Guisas, se enti
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-Esa es otra lección que me debes;
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-No señor, viene solo. -Entonces -
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cualquiera hubiera creído oír el
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-Sí, señor; si falta alguna otra
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-Pues si hay uno que incomoda a M.
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las nubes se llevan mucha parte de
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En aquel momento Bussy, pasando ent
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-Y yo -añadió Schomberg-, tengo u
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-Tengo que hablar con vos dos palab
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hombre vigoroso y diestro podía fo
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-Verdaderamente, querido, vos me co
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Bussy no pudo menos de sonreírse;
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Bussy hizo un gesto que no admitía
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-Como gustéis, pero puede ser que
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Hecho esto los cuatro amigos se sen
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eñir por sí solo sin auxilio extr
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San Lucas volvió muy satisfecho de
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-Nihil facilius, según decía el j
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Bussy la saludó amistosamente y el
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energía de que Sansón y Aníbal h
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corte, el mal talante del rey y el
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de elevar a teoría filosófica sus
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Y una humilde insolencia en el duqu
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príncipe. Si esa estocada os la hu
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Diana suspiró: se acordaba de habe
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Pronto la inagotable galantería de
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-Muy bien, pero hasta tanto no conv
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Un corredor le separaba tan sólo d
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a su gentilhombre en casa de Monsor
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De esto resultó que el príncipe,
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-¡Bah! ¿y con qué pretexto, mons
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-Tenéis razón -dijo-; pero al fin
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En todo el camino, que era largo, n
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-¡Bussy! -repitió otra vez el duq
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pasaría por su palacio para tomar
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caballos para esta noche; pero pued
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por sus bordados filtraba un rayo l
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En efecto, Diana había atizado la
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-Me parece que son el príncipe y A
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para que le sacase las botas una ay
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de metal para estar pronto a llamar
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por mi conducto que se presentasen
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-Sí, señor, me han hecho esa honr
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quebrantada, y que por tanto no nec
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con sus respuestas que no le dejaba
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-Entonces, como recordará Vuestra
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ición que le dominaba-, ¿tocarán
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-¡Hola! -exclamó Francisco. -Sí,
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-No, monseñor, si habéis de firma
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-Y ahora, monseñor -dijo Monsoreau
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-Yo. -Pues bien, conde, entretanto.
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Volvieron, pues, tímidamente, entr
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-Vamos al Louvre -dijo Bussy-, pero
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tesía iban hablando de cosas alegr
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-Tengo razones para creerlo -respon
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Bussy mostró la posición en que t
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montero mayor, más pronto adivinab
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-Mucho me lo temo. -¡Lo sabes y te
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que nos sirvan la cena; hacen la op
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-Que ya no estáis borrachos -agreg
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de M. de Bussy, y hasta debo decir
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-Indudablemente, si la vida de ocho
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Los cobardes miran detrás de sí,
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traguet, que Schomberg odia a Livar
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la resolvería si siguiese los prec
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-Les haré cortar la cabeza, ¡pard
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hora. Escribe, Maugiron, en esa mes
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hijo; la segunda acompañar a su ca
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En fin, para emplear el cuadro que
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nadaba en la sangre de su adversari
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-¿Qué hacen los señores de tu Co
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Poco antes de que se terminasen est
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-Aún falta un día -dijo Quelus sa
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-¿Y de allí al convento de Santa
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que no le fue posible dudar de la v
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Monsoreau volvió a su casa y avis
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su izquierda para observarle sin m
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-¿Cómo? -preguntó el duque con c
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del Louvre y se encaminó a paso la
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hacérselo notar, y el rey había h
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de Bussy se ejercitaba dos horas ca
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-Naturalísimo. -Sólo que en lugar
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-Adelante. -Pero le falta dinero; c
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que marchaban de espaldas e iban in
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-Vedme aquí, padre mío, que vengo
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-Tenemos otra cosa mejor -contestó
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dias franceses, para convencerse de
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-Otras damas más elevadas que yo,
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En aquel instante se oyó el sonido
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-¿Hic portus salutís? -murmuró c
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-¿A qué? -A renunciar la corona;
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-Ya había yo previsto eso -murmur
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-Me habéis dado de plazo hasta las
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-Muchachos -dijo Crillon- tratad de
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escape, él sostuvo inmóvil y risu
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Diez minutos transcurrieron, durant
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-¿Cómo se han escapado los otros?
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-M. Chicot. -Levántate, canalla. E
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E hizo un esfuerzo tan violento que
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quien debo una tanda de palos con l
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Mientras tanto Bussy, no sabiendo q
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-¿Y tu corazón no te dice nada pa
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amigo de la variedad -dijo Remigio-
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-No digo lo contrario, señor conde
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-Remigio en persona, que tiene un p
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-Y que podía aprovecharse de su au
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todas sus fuerzas, la vida que pued
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cuya historia me leías para tranqu
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desearía correr más riesgo para t
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El de la careta hizo una seña y su
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-Acabemos, caballero -dijo Bussy-,
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-Escuchad -continuó Bussy-, juro a
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de los huecos, atravesó el brazo e
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-No adelante -dijo Bussy-; al contr
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-Ya estamos algo más desembarazado
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detrás de un parapeto. Allí encon
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Volvió a comenzar entonces la bata
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Dio un grito de furor, derribó de
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eflejaba en los vidrios, iluminaba
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Bussy se estremeció: aquella voz n
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-Sí -gritó Aurilly-; mas huid, te
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Pero en balde envió delante explor
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-¡Hola! -repuso el gascón-, ¿no
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En aquel instante, una viva luz dis
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Chicot tardó en contestar, permiti
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-Hace ocho días; de modo que si lo
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prometerle yo la protección de Vue
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-¿Y tú? -dijo Enrique. -Yo espero
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en la alcoba paterna descansan en s
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-¿Yo? -respondió d'Epernon, como
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Chicot se rascó la oreja con más
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-Despídete, hijo mío -dijo. El to
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sólo por la ida y vuelta a Roma, m
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-Señor, Su Alteza no estaba en su
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me trata como un culpable, esperar
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antes, explicaba al rey sobre el te
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-Precisamente por eso te repito que
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A d'Epernon podía vérsele, pues p
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-Tranquilizaos, señor -repuso Quel
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yo soy loco pagano, y las bendicion
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y dijo a Crillon, que sabía todo l
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el brillante rocío de la mañana.
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an podido ver el valiente escuadró
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Antraguet examinó la puerta, y des
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Entraron en el jardín por la puert
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Ambos jóvenes extendieron la mano
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-¿No vendrá? -dijo-. ¡Ah! ¿el v
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Schomberg, Maugiron y d'Epernon bra
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como hemos dicho, y bastante retira
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se habían puesto ya en guardia, cr
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A cada golpe Quelus repetía: -No e
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otro que ardía en deseos de derram
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quierda y la daga a la derecha, emp
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-Huid, joven -dijo Chicot-, y no pr
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Pero su alma estaba abismada en otr
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-Mi pobre San Lucas -dijo el rey-,
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se conserve ileso, y veo que con el
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hubiera podido notar la palidez que
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-¡Mientes, asesino, mientes! -grit
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-¡Vencidos! -exclamó-, mis pobres
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donde estaban representados en esta
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de posesión del Priorato; pero tan
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Alejandro Dumas - La dama de Monsoreau - v1.0.

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