Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

cultura de bienestar desde el mismo principio. Los datos de todo
el vecindario, compuesto por unas 120 familias de 1 460 individuos,
indicaban que había tres problemas fundamentales
para la comunidad: niños con asma, adultos hipertensos y tanto
niños como adultos con riesgo de diabetes. Además de estas
tres enfermedades crónicas, había una afección inmediatamente
prevenible: la desnutrición. En esa categoría se encontraban
150 personas, más del 10 % de la población. En muchos casos,
miembros del Comité de Salud habían buscado a esas personas
en sus casas y las habían convencido de que vieran a la médica
cuando ella hiciera sus visitas para que luego las ayudara con
un tratamiento. El tratamiento, después de que la médica las
examinara y determinara que en realidad estaban desnutridas
y no tenían los recursos para una alimentación adecuada, era
recibir hasta dos comidas diarias servidas por la «casa de alimentación»,
una cocina comunitaria operada por cinco mujeres
del vecindario en una casa particular. Esa era nuestra próxima
visita.
El gobierno suministraba fogones adicionales, un surtido de
grandes cazuelas y entregas regulares de ingredientes de calidad
con los cuales preparaban diversos platos. Las mujeres
trabajaban de forma voluntaria, pero tenían derecho a llevar
la comida que necesitaran sus propias familias. Los recipientes
de alimentos o los encargados llegaban con su propia colección
de fuentes tipo Tupperware y se llevaban la comida.
La casa de la cocina colectiva solo tenía una pequeña sala con
una mesa, un sofá y un par de sillas. Almorcé lo que se había
preparado ese día para todos: pollo en una salsa sabrosa, arroz,
ensalada de col y zanahoria, plátanos y un delicioso jugo de
melocotón. Al despedirnos, el camión de la comida llegaba y
los niños del vecindario estaban allí para recibirlo. Niños entre
cinco y diez años agarraban sacos de ajo, cebollas y otros vegetales
y comenzaban a andar la estrecha escalera en zigzag
que pasaba frente a varias casas antes de llegar a la cocina.
Uno de los niños mayores estaba orgulloso de demostrar que
podía cargar un enorme saco de papas que pesaba casi tanto
como él y luego, balanceándolo sobre un hombro, corrió por
los escalones hacia la cocina.
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