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del uso explícito o implícito de la violencia, ya sea por los propios
países imperialistas o por las clases compradoras y los
ejércitos locales que les sirven. Hace cincuenta o sesenta años,
parecía que los movimientos de liberación nacional y las fuerzas
guerrilleras como la que triunfó en Cuba eran el principal
impedimento para la expansión global del capitalismo. Como
respuesta, los países imperialistas desarrollaron entonces sus
doctrinas de contrainsurgencia. Ahora que los «insurgentes»
están creando el «ejército de batas blancas», los estrategas de
Washington no están preparados en absoluto ni equipados mentalmente
para montar una defensa. Las misiones médicas cubanas,
los graduados de la ELAM, la Brigada Henry Reeve y
otros estudiantes aún en formación no representan una amenaza
militar, ya que se consideran a sí mismos como un «ejército
de paz», como me dijo el doctor Yonel en Caracas en 2004.
Al mismo tiempo, representan un arma moral y ética que está
golpeando el vacío núcleo de los valores capitalistas.
Ante todo, los insurgentes suscriben una filosofía de economía
política que desvía hacia la satisfacción de necesidades humanas
básicas en el Sur las ganancias que sustentan el sobreconsumo
en el Norte. Segundo, la cuestión de la sinceridad, o al
menos la eficacia, del tipo de humanitarismo que actualmente
está de moda en el Norte. Las organizaciones no gubernamentales
(ONG) que surgen por cientos en las ricas regiones del mundo,
han demostrado ser una débil forma para solucionar los problemas
sociales y las necesidades de salud de las naciones pobres de
la Tierra (y a veces existen en detrimento de los problemas y las
necesidades). Unni Karunakara, miembro de Médicos sin Fronteras
(una organización que logra realizar un trabajo útil en
Haití y en otras partes), pronunció una fuerte reprimenda a otras
ONG que operaron en Haití durante todo un año después del
terremoto. Exigió saber por qué ellas no podían ni siquiera organizarse
para entregar agua limpia al pueblo haitiano. «¿Por
qué han muerto de cólera al menos 2 500 personas –escribió–
cuando existen como 12 000 ONG en el país». 10
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Unni Karunakara: «Haiti: Where Aid Failed», The Guardian, 28 de
diciembre de 2010.
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