Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

y norteamericanos en medicina, son un gran recurso y extremadamente
confiables.
Quiero agradecer al filósofo y periodista Enrique Ubieta Gómez
por dedicarme su tiempo y pensamientos relacionados con su
excelente libro Venezuela rebelde: dinero versus solidaridad.
En la ELAM, la Escuela Latinoamericana de Medicina en La
Habana, la doctora Midalys Castilla Martínez, vicerrectora de
la institución, compartió generosamente su tiempo conmigo
mientras me introducía en la escuela y me presentaba a algunos
de los estudiantes. También gracias a los estudiantes norteamericanos:
Frances, Ian, Pasha y Malik, que hablaron conmigo
sobre sus experiencias.
Quisiera agradecer en Monthly Review Press a Fred Magdoff,
quien nos hizo una corta visita en Venezuela y sugirió que la
editorial estaría interesada en un libro acerca de la medicina
revolucionaria. Michael Yates ha sido un excelente editor de gran
paciencia y buen juicio, y Erin Clermont fue una gran correctora
con una pupila alerta para la claridad.
Mis dos hijos, Jan y Ari, que tenían dieciocho y dieciséis años
por entonces, vivieron conmigo en Monte Carmelo y me brindaron
compañía maravillosa y buen humor. También terminaron
trabajando a tiempo completo con nuestros vecinos campesinos
en la granja cooperativa de agricultura orgánica Las Lajitas:
comenzaban su ascenso de media hora montaña arriba a las
5:30 cada mañana y pasaban los días cavando, sembrando, cosechando
y preparando abono con lombrices; hasta aprendieron
a arar con un arado de caballo en la inclinada ladera de la
montaña. Por las tardes regresaban a casa con una extraordinaria
variedad de vegetales y el yogur más sabroso del mundo.
Estoy muy agradecido, como siempre, a mi esposa Susan, la
que solo pudo visitarnos durante unas pocas semanas porque
tenía que permanecer en casa en Pennsylvania impartiendo
sus clases mientras nos brindaba mucho ánimo, amor y apoyo
material.
Por último, quiero dedicar este libro a la memoria de mi
padre, el doctor Stephen W. Brouwer, médico famoso por su
buen humor y disposición para escuchar a sus pacientes. Una de
las pocas cosas que podían sacarlo de quicio era la muerte
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