Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

una tarea de tipo diferente: pidió a los estudiantes que consideraran
un hipotético caso. Un camionero que pasa la mayor parte
del mes en la carretera está casado con una mujer que viaja
regularmente por todo el país para promover una de las nuevas
misiones sociales de Venezuela. Llevan tres años de casados
y ella no puede salir embarazada. «¿Qué harían ustedes
como médicos –preguntó– ¿Aconsejarles que lo discutieran
¿Y qué sencillas medidas podrían tomar para mejorar su oportunidad
de tener un hijo».
Un estudiante de Colombia levantó la mano y dijo: «Creo que
leí un artículo acerca de los camioneros de larga distancia y la
posibilidad de que debido a todo el tiempo que permanecen sentados
inmóviles en la cabina disminuya su producción de esperma».
La médica puso los ojos en blanco y luego sacudió enfáticamente
la cabeza. «No, no, no, eso es especulación hipotética
que proviene de la prensa popular. Aunque pueda ser cierto o
no, hay un enfoque más sencillo que probablemente solucionaría
la situación de esta pareja, y ustedes debieran probar
eso primero».
Su última pregunta tenía la intención de introducir a los estudiantes,
como jóvenes relacionados con la medicina, a su papel
de practicantes de medicina integral comunitaria. Como
comunicadores responsables de mejorar la conciencia pública
acerca de varios temas de salud, tendrían que compartir sus
conocimientos con otros y desarrollar la compasión por las
personas que traten. «Ustedes están en su consultorio Barrio
Adentro en un vecindario pobre, y una muchacha llega y dice:
“Creo que estoy embarazada. Pero no sé cómo sucedió”. ¿Qué
tienen que preguntarle ¿Qué tienen que explicarle».
En otra clase unas semanas después, la doctora Alina caminaba
por los pasillos entre los pupitres llevando sobre un carrito
la réplica de un esqueleto. La lección comenzó con preguntas
a los estudiantes acerca de la columna vertebral y las funciones
de los distintos tipos de vértebras. Los tres estudiantes de
Surinam, siempre dispuestos a responder, tenían su mano en el
aire. «Ustedes son demasiado impacientes –dijo la doctora
Alina–. Bajen la mano». Los otros alumnos, en particular los
163