confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
19<br />
Confesiones <strong>de</strong> <strong>un</strong> hombre torturado<br />
V<br />
arios días <strong>de</strong>spués, Yamin me sacó <strong>de</strong> Teherán. El coche cruzó <strong>un</strong> barrio <strong>de</strong><br />
chabolas polvoriento y <strong>de</strong>gradado, recorrió <strong>un</strong>a vieja pista para camellos y<br />
siguió hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Mientras el sol se ponía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ciudad, se<br />
<strong>de</strong>tuvo j<strong>un</strong>to a <strong>un</strong> grupo <strong>de</strong> barracas <strong>de</strong> adobe que se alzaban en medio <strong>de</strong> <strong>un</strong><br />
palmeral.<br />
—Es <strong>un</strong> oasis muy antiguo —me explicó—. De muchos siglos antes <strong>de</strong> Marco<br />
Polo.<br />
Echó a andar hacia <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las casuchas.<br />
—El hombre que vive ahí es doctor en filosofía por <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las <strong>un</strong>iversida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
uste<strong>de</strong>s más prestigiosas. Por razones que enten<strong>de</strong>rá enseguida, nuestro anfitrión<br />
<strong>de</strong>be permanecer en el anonimato. Llamémosle Doc.<br />
Llamó a la puerta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y se oyó <strong>un</strong>a respuesta sofocada. Yamin empujó la<br />
puerta y me hizo pasar. La estancia era pequeña, sin ventanas, alumbrada sólo por<br />
<strong>un</strong> candil <strong>de</strong> aceite puesto sobre <strong>un</strong>a mesa baja que se hallaba en <strong>un</strong> rincón. Cuando<br />
mis ojos se habituaron a la penumbra vi que el piso <strong>de</strong> tierra estaba cubierto <strong>de</strong><br />
alfombras persas. Luego distinguí la silueta <strong>de</strong> <strong>un</strong> hombre. Estaba sentado <strong>de</strong>lante<br />
<strong>de</strong>l candil, <strong>de</strong> manera que no se le veían las facciones. Únicamente se adivinaba que<br />
estaba envuelto en mantas y tenía algo enrollado en la cabeza. Ocupaba <strong>un</strong>a silla <strong>de</strong><br />
ruedas, que con la mesita era el único mobiliario <strong>de</strong> la habitación. Con <strong>un</strong> a<strong>de</strong>mán,<br />
Yamin me indicó que me sentara sobre <strong>un</strong>a alfombra. Él se incorporó y fue a<br />
abrazar al hombre con afecto, le susurró <strong>un</strong>as palabras al oído y luego fue a sentarse<br />
otra vez a mi lado.<br />
—Ya le hablé <strong>de</strong>l señor Perkins —dijo — . Es <strong>un</strong> honor para ambos la<br />
oport<strong>un</strong>idad que nos brinda <strong>de</strong> visitarle, señor.<br />
—Bienvenido, señor Perkins. —Hablaba sin apenas acento discernible, en voz<br />
baja y ronca. Me incliné hacia él como tratando <strong>de</strong> reducir la escasa distancia que<br />
había entre ambos—. Lo que tiene <strong>de</strong>lante es <strong>un</strong> hombre roto. No siempre he sido<br />
así. En otro tiempo fui fuerte, como usted, y <strong>un</strong> íntimo consejero <strong>de</strong>l sha, con cuya<br />
confianza contaba.<br />
143