confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
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elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
— En su país, en Estados Unidos.<br />
—¿Vuestra madre trabaja aquí?<br />
—Ahí enfrente. —Ambos señalaron con orgullo <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los neones <strong>de</strong> la<br />
calle—. Es camarera.<br />
—Andando pues —concluyó Fi<strong>de</strong>l dándole <strong>un</strong>a moneda a cada <strong>un</strong>o—<br />
. Pero con cuidado. No os alejéis <strong>de</strong> las luces. i<br />
—No, señor. Gracias, señor — salieron corriendo.<br />
Mientras echábamos a andar <strong>de</strong> nuevo, Fi<strong>de</strong>l me explicó que las mujeres<br />
panameñas tenían prohibido por ley el ejercicio <strong>de</strong> la prostitución. «Pue<strong>de</strong>n ser<br />
camareras y bailarinas, pero no comerciar con su cuerpo. Eso se lo <strong>de</strong>jamos a las<br />
importadas.»<br />
Entramos en el establecimiento y fuimos abofeteados por <strong>un</strong>a canción<br />
popular norteamericana puesta a todo volumen. Cuando mis ojos y oídos se<br />
hubieron acomodado a aquel ambiente, vi <strong>un</strong>a pareja <strong>de</strong> hercúleos soldados<br />
estado<strong>un</strong>i<strong>de</strong>nses j<strong>un</strong>to a la puerta. Policía militar, según los brazaletes que<br />
ostentaban.<br />
Fi<strong>de</strong>l me condujo hacia el bar y entonces vi el escenario. Sobre <strong>un</strong>a tarima<br />
bailaban tres jóvenes completamente <strong>de</strong>snudas, excepto porque llevaba <strong>un</strong><br />
gorrito <strong>de</strong> marinero, boina ver<strong>de</strong> la otra y la tercera <strong>un</strong> sombrero vaquero.<br />
Tenían <strong>un</strong>os cuerpos espectaculares y reían. La coreografía representaba <strong>un</strong>a<br />
especie <strong>de</strong> juego entre ellas, o tal vez <strong>un</strong>a competición. Por la música, el baile y el<br />
escenario se creería que estábamos en <strong>un</strong>a discoteca <strong>de</strong> Boston, salvo el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong><br />
que iban <strong>de</strong>snudas.<br />
Nos abrimos paso entre <strong>un</strong> grupo <strong>de</strong> muchachos que hablaban en inglés.<br />
A<strong>un</strong>que todos vestían camiseta y pantalón tejano, el corte <strong>de</strong> pelo militar los<br />
<strong>de</strong>lataba. Eran soldados <strong>de</strong> la base <strong>de</strong> la Zona.<br />
Fi<strong>de</strong>l tocó en el hombro a <strong>un</strong>a camarera. Ella se volvió y se le escapó <strong>un</strong><br />
chillido <strong>de</strong> júbilo. Enseguida le echó los brazos al cuello. El grupo contemplaba<br />
atentamente la escena. Los chicos cambiaron miradas <strong>de</strong> <strong>de</strong>saprobación. Me<br />
preg<strong>un</strong>té si consi<strong>de</strong>rarían que el Destino Manifiesto incluía' a aquella panameña.<br />
Ella nos condujo a <strong>un</strong> rincón y como por arte <strong>de</strong> magia lo amuebló con <strong>un</strong>a<br />
mesita y dos sillas.<br />
Una vez sentados, Fi<strong>de</strong>l cambió saludos en español con nuestros dos vecinos<br />
<strong>de</strong> mesa. Éstos, a diferencia <strong>de</strong> los militares, llevaban camisas estampadas <strong>de</strong><br />
manga corta y pantalones <strong>de</strong> faena mugrientos. La camarera regresó con dos<br />
botellines <strong>de</strong> cerveza Balboa y, cuando giró sobre sus talones, Fi<strong>de</strong>l le dio <strong>un</strong>a<br />
palmada en la nalga. Ella se volvió sonriendo y le lanzó <strong>un</strong> beso. Miré a mi<br />
alre<strong>de</strong>dor y quedé muy aliviado al comprobar que los jóvenes <strong>de</strong>l bar ya no nos<br />
prestaban atención y estaban otra vez pendientes <strong>de</strong> las bailarinas.<br />
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