confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
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elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
—Muy sencillo. Es el único aliado verda<strong>de</strong>ro que tienen uste<strong>de</strong>s en Oriente<br />
Próximo, y el m<strong>un</strong>do industrializado gira alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ese eje <strong>de</strong>l petróleo que es<br />
Oriente Próximo. También tienen a Israel, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, pero eso es <strong>un</strong>a carga, no<br />
<strong>un</strong>a baza. Ni tampoco hay petróleo allí. Sus políticos necesitan conquistar al<br />
votante judío. Necesitan el dinero judío para financiar sus campañas. Así que no<br />
tienen otro remedio sino continuar con Israel, me temo. Sin embargo, la clave es<br />
Irán. Las compañías petroleras, que esgrimen incluso más po<strong>de</strong>r que los judíos, nos<br />
necesitan. Uste<strong>de</strong>s necesitan a nuestro sha... o creen necesitarlo, al igual que creían<br />
necesitar a los corruptos dirigentes <strong>de</strong> Vietnam.<br />
—¿Qué es lo que está sugiriendo? ¿Irán equivale a Vietnam?<br />
—Es mucho peor, en potencia. Sabe, este sha no va a durar mucho. El m<strong>un</strong>do<br />
musulmán le odia. Y no digo únicamente los árabes, sino los musulmanes <strong>de</strong> todas<br />
partes, <strong>de</strong> Indonesia, <strong>de</strong> Estados Unidos... Pero sobre todo, los <strong>de</strong> aquí. Su propio<br />
pueblo persa.<br />
Se oyó <strong>un</strong> golpe sordo y me di cuenta <strong>de</strong> que había dado con el puño en el<br />
brazo <strong>de</strong>l sillón.<br />
— ¡Es el mal en persona! ¡Los persas le aborrecemos!<br />
Se hizo <strong>un</strong> silencio, como si la alteración lo hubiese fatigado en exceso.<br />
—Doc se halla muy próximo a la postura <strong>de</strong> los mullahs —me dijo Yamin,<br />
hablando en voz baja—. Hay <strong>un</strong>a po<strong>de</strong>rosa corriente subversiva entre las facciones<br />
religiosas, y se ha propagado por todo el país, excepto entre el reducido grupo <strong>de</strong><br />
merca<strong>de</strong>res beneficiarios <strong>de</strong>l capitalismo <strong>de</strong>l sha.<br />
—No lo dudo —respondí—. Pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que en mis cuatro visitas a este<br />
país no he visto nada <strong>de</strong> eso. Mis interlocutores siempre se han mostrado<br />
encantados con el sha y agra<strong>de</strong>cen el <strong>de</strong>sarrollo económico.<br />
—Esto es porque no habla usted farsi —observó Yamin—. Sólo oye lo que le<br />
cuentan los más beneficiados por el sistema, los que han estudiado en Estados<br />
Unidos o en Inglaterra y que ahora trabajan para el sha. Aquí Doc es <strong>un</strong>a<br />
excepción... por ahora.<br />
Hizo <strong>un</strong>a pausa como para sopesar bien lo que iba a <strong>de</strong>cir.<br />
—Lo mismo ocurre con sus periodistas. Sólo hablan con su entorno próximo,<br />
con su círculo. Y, a<strong>de</strong>mas, buena parte <strong>de</strong> esa prensa está controlada por las<br />
compañías petroleras. De modo que oyen lo que <strong>de</strong>sean escuchar y escriben lo que<br />
sus an<strong>un</strong>ciantes quieren leer.<br />
—¿Por qué estamos diciéndole todo esto, señor Perkins? —habló Doc con la<br />
voz aún más ronca que al principio. Parecía que el esfuerzo <strong>de</strong> hablar y las<br />
emociones le robasen las escasas energías que sin duda había procurado economizar<br />
para aquella re<strong>un</strong>ión—. Pues porque nos gustaría<br />
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