confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
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elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
partido y asumían las consecuencias.<br />
—Cada día aborrezco mi trabajo <strong>un</strong> poco más — dije.<br />
—¿Tu trabajo? — Ella me tomó <strong>de</strong> la mano. Nos mirarnos y entendí la insinuación.<br />
—A mí mismo.<br />
Ella me apretó la mano y asintió lentamente. Sólo con haberlo confesado sentí <strong>un</strong><br />
alivio inmediato.<br />
—¿Qué piensas hacer, John?<br />
No tenía respuesta. Del alivio pasé a <strong>un</strong>a actitud <strong>de</strong>fensiva. Balbucí las<br />
justificaciones acostumbradas: que trataba <strong>de</strong> hacer algo bueno, que estudiaba la<br />
manera <strong>de</strong> cambiar el sistema <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, y —el viejo tópico — que, si lo <strong>de</strong>jaba, se<br />
encargaría <strong>de</strong> la misma faena otro peor que yo. Pero adiviné, por la manera en que me<br />
miraba, que no se creía ni media palabra. Peor aún: yo tampoco me creía <strong>un</strong>a palabra.<br />
Paula me obligó a captar la verdad esencial: la culpa no era <strong>de</strong> mi trabajo, sino mía.<br />
—Y tú, ¿qué me dices? ¿Tú qué crees?<br />
Ella exhaló <strong>un</strong> breve suspiro y soltó mi mano.<br />
—¿Tratando <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> conversación?<br />
Asentí.<br />
—Bien, pero bajo <strong>un</strong>a condición. Que la reanudaremos otro día.<br />
Tomó <strong>un</strong>a cucharilla y fingió inspeccionarla.<br />
—Sé que alg<strong>un</strong>os guerrilleros han recibido instrucción en Rusia y en China.<br />
Sumergió la cucharilla en su café con leche, lo removió y luego la sacó y la chupó<br />
lentamente.<br />
—¿Qué otra cosa pue<strong>de</strong>n hacer? Necesitan apren<strong>de</strong>r a manejar las armas<br />
mo<strong>de</strong>rnas, a luchar contra los soldados que han pasado por vuestras aca<strong>de</strong>mias. A<br />
veces ven<strong>de</strong>n cocaína para conseguir dinero con que aprovisionarse. ¿Cómo conseguir<br />
armas, si no? Luchan con <strong>un</strong>a <strong>de</strong>sventaja terrible. Vuestro Banco M<strong>un</strong>dial no los<br />
ayuda a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Mejor dicho, los obliga a adoptar esa postura —tomó <strong>un</strong> sorbo <strong>de</strong><br />
café—. Creo que pelean por <strong>un</strong>a causa justa. La electricidad beneficiará a <strong>un</strong>os pocos,<br />
a los colombianos más ricos, pero otros miles morirán porque las aguas y los peces<br />
van a quedar envenenados cuando hayáis construido vuestro embalse.<br />
Se me puso la carne <strong>de</strong> gallina al oír que se ponía <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> la gente que luchaba<br />
contra nosotros... contra mí. Me clavé los <strong>de</strong>dos en los antebrazos.<br />
—¿Cómo sabes tanto <strong>de</strong> la guerrilla? —Pero apenas lo hube dicho tuve <strong>un</strong>a<br />
sensación como <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayo, o como <strong>un</strong> presentimiento <strong>de</strong> que no <strong>de</strong>seaba escuchar la<br />
respuesta.<br />
— Alg<strong>un</strong>os <strong>de</strong> ellos han sido compañeros míos en el colegio — dijo ella,<br />
y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>un</strong> titubeo apartó la taza y dijo—: Mi hermano se ha <strong>un</strong>ido<br />
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