confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
-¡Ah! Yo tampoco soy ningún novato -se burló él-. He dado muchas vueltas por<br />
ahí, muchacho, y voy a <strong>de</strong>cirte <strong>un</strong>a cosa. Me importan <strong>un</strong> comino tus <strong>de</strong>scubrimientos<br />
<strong>de</strong> petróleo y todo eso. Llevo toda la vida pronosticando cargas <strong>de</strong> electricidad.<br />
Durante la Depresión y la Seg<strong>un</strong>da Guerra M<strong>un</strong>dial, en épocas <strong>de</strong> alza y en épocas <strong>de</strong><br />
baja. He visto lo que supuso para Boston el llamado «Milagro <strong>de</strong> Massachusetts» <strong>de</strong> la<br />
Ruta 128. Y puedo afirmar que la carga eléctrica n<strong>un</strong>ca creció más <strong>de</strong> <strong>un</strong> siete a<br />
nueve por ciento anual durante <strong>un</strong> período sostenido. Ni siquiera en los mejores<br />
tiempos. Un seis por ciento sería la cifra más razonable.<br />
Me quedé mirándole. En parte sospechaba que tenía razón. Pero me hallaba a la<br />
<strong>de</strong>fensiva y sentí la necesidad <strong>de</strong> persuadirle, porque mi propia conciencia me<br />
reclamaba <strong>un</strong>a justificación.<br />
-Esto no es Boston, Howard. En este país la gente no había tenido electricidad<br />
hasta hoy. Las cosas son diferentes aquí.<br />
Él giró sobre sus talones e hizo <strong>un</strong> a<strong>de</strong>mán, como para barrer mis argumentos.<br />
-A<strong>de</strong>lante -gruñó-. Sigue vendiéndome la moto. Me importa <strong>un</strong> comino lo que<br />
digas. -Sacó el sillón <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su escritorio y se <strong>de</strong>jó caer en él antes <strong>de</strong> continuar-:<br />
Yo haré mi pronóstico <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda eléctrica basándome en lo que creo, no en<br />
ningún estudio económico <strong>de</strong> vuestra cocina -y tomó <strong>un</strong> lápiz y se puso a garabatear<br />
en <strong>un</strong> bloc.<br />
Era <strong>un</strong> <strong>de</strong>safío que yo no podía pasar por alto. Me planté <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su escritorio.<br />
-Vas a quedar como <strong>un</strong> necio si yo presento lo que todo el m<strong>un</strong>do espera, <strong>un</strong> boom<br />
como el <strong>de</strong> la fiebre <strong>de</strong>l oro <strong>de</strong> California, y tú presentas <strong>un</strong> crecimiento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>manda<br />
eléctrica comparado con el <strong>de</strong> Boston en la década <strong>de</strong> 1960.<br />
Golpeó el escritorio con el lápiz y me lanzó <strong>un</strong>a ojeada furib<strong>un</strong>da. -¡Falta <strong>de</strong><br />
escrúpulos! ¡Eso es lo que es! Tú ... todos vosotros ... -se corrigió con <strong>un</strong> aspaviento<br />
que abarcaba la totalidad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>spachos-, habéis vendido el alma al diablo. Estáis en<br />
esto por la pasta y nada más. Y ahora... - forzó <strong>un</strong>a mueca y se llevó la mano bajo la<br />
camisa -. ¡Ahora <strong>de</strong>sconecto mi audífono y me vuelvo a mi trabajo!<br />
Yo temblaba <strong>de</strong> pies a cabeza. Salí <strong>de</strong> estampida y enfilé hacia el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong><br />
Charlie. A medio camino, sin embargo, me <strong>de</strong>tuve lleno <strong>de</strong> incertidumbre. Volví sobre<br />
mis pasos y continué escaleras abajo para salir a la luz vespertina. La bañista acababa<br />
<strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l canal ciñéndose el sarong y el hombre había <strong>de</strong>saparecido. Unos chicos<br />
chapoteaban en el canal chillando y echándose agua. Una vieja, sumergida hasta las<br />
rodillas, se cepillaba los dientes, y otra se <strong>de</strong>dicaba a hacer la colada.<br />
58