confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />
<strong>de</strong> vida <strong>de</strong>l Peace Corps por <strong>un</strong> tren mucho más espléndido y lujoso. Mis ratos con<br />
Claudine habían significado ya la realización <strong>de</strong> <strong>un</strong>a <strong>de</strong> mis fantasías. Casi era<br />
<strong>de</strong>masiado bueno para ser cierto, y me sentí resarcido, al menos en parte, por mis<br />
años <strong>de</strong> encierro en el internado masculino.<br />
Al mismo tiempo sucedían otras cosas en mi vida. Ann y yo estábamos cada<br />
vez más distanciados. Supongo que <strong>de</strong>bió darse cuenta <strong>de</strong> que yo llevaba <strong>un</strong>a<br />
doble vida. Yo me justificaba ante mí mismo acudiendo al resentimiento que había<br />
provocado el casarme por obligación. A<strong>un</strong>que. ella siempre estuvo a mi lado y<br />
soportó conmigo la aspereza <strong>de</strong> la misión <strong>de</strong>l Peace Corps en Ecuador, para mí<br />
Ann seguía representando la continuación <strong>de</strong> aquella pauta <strong>de</strong> sumisión a las<br />
vol<strong>un</strong>ta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mis padres. Ahora que paso revista a los acontecimientos estoy<br />
seguro <strong>de</strong> que mi relación con Claudine también tuvo mucho que ver, por<br />
supuesto. Esto no podía mencionárselo a Ann, pero ella lo adivinaba. En cualquier<br />
caso, <strong>de</strong>cidimos mudam6s a apartamentos separados.<br />
Cierto día <strong>de</strong> 1971 -faltaba más o menos <strong>un</strong>a semana para la fecha <strong>de</strong> partida a<br />
Indonesia-, al llegar al piso <strong>de</strong> Claudine vi la mesita <strong>de</strong> la sala puesta con <strong>un</strong><br />
surtido <strong>de</strong> canapés y quesos variados, y también <strong>un</strong>a buena botella <strong>de</strong> Beaujolais.<br />
Ella me recibió con <strong>un</strong> brindis.<br />
-Lo has conseguido -dijo con <strong>un</strong>a sonrisa, que sin embargo me pareció algo<br />
ambigua-. Ya eres <strong>de</strong> los nuestros.<br />
Charlamos alegremente como media hora. Y luego, mientras apurábamos la<br />
botella, me dirigió <strong>un</strong>a mirada que n<strong>un</strong>ca le había visto. -Jamás le hables a nadie<br />
<strong>de</strong> nuestros encuentros -dijo con voz enérgica -. N<strong>un</strong>ca te lo perdonaría, y a<strong>de</strong>más<br />
negaría haberte conocido alg<strong>un</strong>a vez.<br />
Después <strong>de</strong> asestarme otra ojeada tan severa que por primera vez llegué a<br />
sentirme amenazado, soltó <strong>un</strong>a carcajada sarcástica y agregó:<br />
-Si mencionaras algo <strong>de</strong> esto, la vida podría llegar a ponerse peligrosa para ti.<br />
Quedé petrificado. La sensación fue terrible. Pero más tar<strong>de</strong>, mientras regresaba<br />
solo al Pru<strong>de</strong>ntial Center, admiré la astucia <strong>de</strong>l procedimiento. De hecho, todas<br />
nuestras entrevistas habían ocurrido en el apartamento <strong>de</strong> ella. No existía ning<strong>un</strong>a<br />
prueba <strong>de</strong> nuestra relación, ni mediación alg<strong>un</strong>a <strong>de</strong>mostrable por parte <strong>de</strong> nadie <strong>de</strong><br />
MAIN. Por otro lado, tuve que reconocer que me había hablado con franqueza, sin<br />
tratar <strong>de</strong> torcer mi vol<strong>un</strong>tad como lo hicieron mis .padres con lo <strong>de</strong> Tilton y lo <strong>de</strong><br />
Middlebury.<br />
47