confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1
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A<strong>un</strong>que la expansión <strong>de</strong> Estudios Económicos y Planificación Regional ha sido<br />
rápida, John consi<strong>de</strong>ra que ha tenido mucha suerte, en el sentido <strong>de</strong> que todos los<br />
individuos contratados se han revelado como auténticos y laboriosos profesionales.<br />
Mientras hablaba conmigo, sentados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su escritorio, el interés y el apoyo<br />
que le merece su personal fueron tan evi<strong>de</strong>ntes como admirables.<br />
En realidad yo n<strong>un</strong>ca me he consi<strong>de</strong>rado <strong>un</strong> verda<strong>de</strong>ro economista. Me licencié en<br />
administración <strong>de</strong> empresas, con la especialidad <strong>de</strong> marketing, por la Universidad <strong>de</strong><br />
Boston. Siempre he sido muy malo en matemáticas y estadística. En el Middlebury<br />
College mi especialidad fue la literatura norteamericana. Tenía buena pluma. Por<br />
tanto, mi categoría <strong>de</strong> economista jefe y director <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> estudios<br />
económicos y planificación regional no <strong>de</strong>bía atribuirse a mi capacidad para la teoría<br />
económica o la planificación. Era f<strong>un</strong>ción <strong>de</strong> mi vol<strong>un</strong>tad <strong>de</strong> suministrar el tipo <strong>de</strong><br />
dictamen y <strong>de</strong> conclusiones que mi jefe y mis clientes <strong>de</strong>seaban, todo ello combinado<br />
con <strong>un</strong>a facilidad natural para persuadir a otros mediante la palabra escrita. En<br />
seg<strong>un</strong>do lugar, tuve el acierto <strong>de</strong> elegir colaboradores muy competentes. Muchos <strong>de</strong><br />
ellos poseían <strong>un</strong> máster y había dos doctorados. Este equipo conocía mucho mejor que<br />
yo mismo los <strong>de</strong>talles técnicos <strong>de</strong> nuestra actividad. Así, no era <strong>de</strong> extrañar que la<br />
autora <strong>de</strong>l artículo <strong>de</strong>tectase que «el interés y el apoyo que le merece su personal»<br />
eran «tan evi<strong>de</strong>ntes como admirables».<br />
Guardé estos dos documentos y otros parecidos en el cajón superior <strong>de</strong> mi escritorio<br />
y los releí con frecuencia. Después <strong>de</strong> esto, muchas veces salía <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>spacho y<br />
paseaba entre los escritorios <strong>de</strong> mis ayudantes, contemplando a aquellos hombres y<br />
mujeres que trabajaban para mí. Sentía remordimiento por lo que estaba haciéndoles,<br />
y por la manera en que todos nosotros contribuíamos a ensanchar el abismo entre ricos<br />
y pobres. Mi imaginación me representaba a los que mueren <strong>de</strong> inanición todos los<br />
días, mientras mis colaboradores y yo dormíamos en hoteles <strong>de</strong> cinco estrellas,<br />
comíamos en los mejores restaurantes y engordábamos nuestras carteras <strong>de</strong><br />
inversiones.<br />
Pensé en el hecho <strong>de</strong> que personas a las que yo había formado hubieran pasado a<br />
formar parte <strong>de</strong>l gangsterismo económico. Yo las había reclutado e instruido. Pero la<br />
situación no era la misma que cuando yo me incorporé. El m<strong>un</strong>do había cambiado y la<br />
corporatocracia había progresado. Éramos mejores, es <strong>de</strong>cir, más perniciosos. Los que<br />
estaban a mis ór<strong>de</strong>nes eran <strong>de</strong> otra especie. Para ellos no hubo <strong>de</strong>tectores <strong>de</strong><br />
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