13.04.2015 Views

confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1

confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1

confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

elclub<strong>de</strong>lsoftware.blogspot.com<br />

<strong>de</strong> las personas. A<strong>un</strong>que habían transcurrido dos meses ya, los que antes <strong>de</strong> la tragedia<br />

habían vivido o trabajado en aquel lugar, los supervivientes, continuaban allí. Ocioso,<br />

<strong>de</strong> pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su pequeño establecimiento <strong>de</strong> zapatero remendón, <strong>un</strong> egipcio<br />

meneaba la cabeza con aire <strong>de</strong> incredulidad.<br />

— Es que no consigo acostumbrarme —murmuró—. He perdido muchos clientes,<br />

muchos amigos. Mi sobrino murió ahí —agregó con <strong>un</strong> a<strong>de</strong>mán hacia el cielo azul —.<br />

Creo que vi cómo saltaba... No estoy seguro, ¡fueron tantos! Se agarraban <strong>de</strong> las manos<br />

y agitaban los brazos como si pudieran volar.<br />

La sorpresa fue que los transeúntes hablaban los <strong>un</strong>os con los otros, ¡en Nueva York!<br />

Y hacían algo más que hablar. Las miradas se encontraban, tristes pero con <strong>un</strong>a<br />

expresión compasiva, con <strong>un</strong>a media sonrisa que <strong>de</strong>cía más que <strong>un</strong> millón <strong>de</strong> palabras.<br />

Pero había algo más, <strong>un</strong>a impresión extraña que transmitía el lugar mismo. Al<br />

principio no conseguí <strong>de</strong>finirla, hasta que me di cuenta: era la luz. La parte baja <strong>de</strong><br />

Manhattan siempre había sido <strong>un</strong> <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro sombrío, allá por los tiempos en que<br />

andaba yo por aquellos lugares tratando <strong>de</strong> re<strong>un</strong>ir capital para IPS y discutiendo la<br />

estrategia con mis banqueros <strong>de</strong> inversiones mientras almorzábamos en el comedor <strong>de</strong>l<br />

Windows on the World. Era preciso subir muy alto para ver la luz, hasta lo más alto<br />

<strong>de</strong>l Word Tra<strong>de</strong> Center. Ahora llegaba al nivel <strong>de</strong> la calle. El <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro estaba<br />

reventado y los que caminábamos por las aceras j<strong>un</strong>to a las ruinas recibíamos <strong>de</strong> lleno<br />

los rayos <strong>de</strong>l sol. No pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> preg<strong>un</strong>tarme si sería esa visión <strong>de</strong>l cielo y <strong>de</strong> la luz<br />

lo que había contribuido a abrir los corazones <strong>de</strong> la gente. Sólo pensarlo me daba<br />

reparo.<br />

Doblé la esquina <strong>de</strong> Trinity Church y enfilé por Wall Street, <strong>de</strong> regreso a la Nueva<br />

York <strong>de</strong> siempre, envuelta en sombras. Ni cielo, ni luz. La gente caminaba por las<br />

aceras a paso rápido, sin hacer caso <strong>de</strong> nadie. Un guardia le echaba <strong>un</strong>a bronca a <strong>un</strong><br />

automovilista que había calado el motor.<br />

Me senté en la primera escalera que encontré. Era el número catorce. De algún<br />

lugar salía <strong>un</strong> ruido como <strong>de</strong> <strong>un</strong> ventilador o <strong>un</strong> sopla<strong>de</strong>ro gigantesco. Parecía brotar<br />

<strong>de</strong>l inmenso muro <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong> la Bolsa. Me fijé en las gentes que <strong>de</strong>jaban<br />

a toda prisa las oficinas para encaminarse a sus casas, o en busca <strong>de</strong> <strong>un</strong> restaurante o<br />

<strong>un</strong> bar don<strong>de</strong> continuar discutiendo <strong>de</strong> negocios. Alg<strong>un</strong>os, no muchos, caminaban<br />

emparejados en animada charla. Pero la mayoría iban solos, callados, rehuyendo la<br />

mirada <strong>de</strong>l observador curioso.<br />

227

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!