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"La Función Pública Nacional y la Integración Regional" - CEFIR

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"<strong>La</strong> Función Pública <strong>Nacional</strong> y <strong>la</strong> Integración Regional"<br />

inconveniencia de predecir el contenido de <strong>la</strong> actuación hace inviable un modelo de gestión basado en<br />

una idea mecánica del trabajo;<br />

Ante una realidad semejante, el ideal de reforma técnica basada en principios universales y abstractos<br />

tiene, en el mejor de los casos, un margen muy estrecho condenándose en los demás a verse frustrada. Los<br />

principios tienden, como advertía Simon (1964), a convertirse en proverbios, entrando en contradicción<br />

entre ellos cuando pretenden aplicarse. <strong>La</strong> "verdadera reforma" (Siedentopf, 1982: ix) supone considerar a<br />

<strong>la</strong> Administración como un sistema abierto y diverso enmarcado en el conjunto de los poderes públicos y de<br />

<strong>la</strong> sociedad; supone reconocer<strong>la</strong> como algo más que un asunto técnico, reconociendo su dimensión política;<br />

supone, por último, ser consciente de que <strong>la</strong> eficacia de una estructura o un procedimiento no es universal y<br />

varía en función de <strong>la</strong>s condiciones en <strong>la</strong>s que se aplica.<br />

A partir de esta idea reduccionista de <strong>la</strong> reforma, es frecuente menospreciar los esfuerzos de <strong>la</strong> verdadera<br />

reforma en comparación con <strong>la</strong>s reformas políticas y constitucionales, por circunscribirse a "<strong>la</strong>s ramas<br />

bajas" de <strong>la</strong> institucionalidad estatal (Dente, 1996: 110). <strong>La</strong> conclusión de que <strong>la</strong> reforma administrativa sirve<br />

muy a menudo para "hacer eficientemente lo incorrecto" refuerza el escaso interés de numerosos políticos y<br />

académicos en sus posibilidades de transformación de <strong>la</strong> realidad. Sin embargo, también se puede<br />

sostener, con Dente, que "<strong>la</strong>s ramas bajas son en realidad <strong>la</strong>s auténticas raíces del árbol que representa <strong>la</strong><br />

materia constitucional de un país"; <strong>la</strong> eficacia del sistema electoral, del poder legis<strong>la</strong>tivo, del poder judicial o<br />

de <strong>la</strong> distribución territorial de <strong>la</strong>s competencias depende al final del buen funcionamiento de los servicios<br />

públicos y de una re<strong>la</strong>ción positiva entre el Estado y los ciudadanos. En el Estado de nuestros días, basado<br />

en re<strong>la</strong>ciones masivas y cotidianas entre los poderes públicos y <strong>la</strong> sociedad, el poder político real, como<br />

poder de ordenación y transformación social, se sitúa en ser capaz de incidir de forma efectiva en cada una<br />

de estas transacciones.<br />

Por añadidura es una equivocación que se repite pensar que <strong>la</strong> reforma administrativa sigue<br />

necesariamente al cambio político y a <strong>la</strong> reforma constitucional. Sin dejar de reconocer que <strong>la</strong> reforma<br />

constitucional es indispensable para refundar <strong>la</strong> convivencia en el respeto de los derechos y libertades, no<br />

es menos cierto que muchas de <strong>la</strong>s expectativas del cambio político se frustran precisamente en <strong>la</strong> inercia<br />

de los comportamientos políticos y administrativos en estas l<strong>la</strong>madas ramas bajas de <strong>la</strong>s instituciones. Con<br />

comp<strong>la</strong>cencia o pesimismo, se dice que "<strong>la</strong>s constituciones cambian, pero <strong>la</strong> administración permanece",<br />

poniendo el énfasis en <strong>la</strong> insensibilidad o <strong>la</strong> dificultad de <strong>la</strong> reforma política para hacerse presente en el día<br />

a día donde se definen de modo tangible los derechos de los ciudadanos.<br />

En este sentido, <strong>la</strong> concentración de <strong>la</strong>s reformas europeas de estos últimos años en <strong>la</strong> parte administrativa<br />

del Estado es una muestra de realismo. A pesar de que <strong>la</strong> absorción mediática de <strong>la</strong> política y su interés por<br />

<strong>la</strong>s "grandes" decisiones no contribuye a prestar atención a <strong>la</strong> "inmensidad" de <strong>la</strong>s pequeñas decisiones, <strong>la</strong>s<br />

reformas han cotizado al alza en el mercado político. Frente a lo que había ocurrido en el pasado, el objetivo<br />

"político" de <strong>la</strong> buena Administración se ofrece a los ciudadanos como una contrapartida necesaria de <strong>la</strong><br />

confianza que ponen en sus representantes y de <strong>la</strong> contribución que realizan a <strong>la</strong> hacienda pública.<br />

Finalmente, tendríamos que preguntarnos si <strong>la</strong> denominación de <strong>la</strong>s reformas como modernización, en <strong>la</strong><br />

que se reconocen <strong>la</strong> mayoría de los países (ver Thoenig, 1988), supone alguna caracterización específica<br />

de <strong>la</strong>s mismas. Es fácil advertir que <strong>la</strong> expresión modernización no se utiliza en un sentido técnico, sino en<br />

un sentido más propio del lenguaje corriente, de amplio uso político y periodístico, que <strong>la</strong> identifica con los<br />

procesos de renovación, a través de <strong>la</strong> innovación tecnológica, productiva y organizativa (ver Gil Calvo,<br />

1995: 327). Así expresada, <strong>la</strong> idea modernización está llena de ambigüedad pudiendo alcanzar a cambios<br />

que no son verdaderas reformas y al revés: por un <strong>la</strong>do, por modernización puede entenderse un<br />

rejuvenecimiento físico o tecnológico, que no suponga un verdadero cambio institucional; y, por otro <strong>la</strong>do,<br />

puede ser difícil presentar como modernización una reforma dirigida a reforzar garantías o derechos<br />

fundamentales, normalmente alejada de <strong>la</strong> connotación de innovación científica o tecnológica de <strong>la</strong><br />

modernización.<br />

Sin embargo, a pesar de estas matizaciones, <strong>la</strong> intencionalidad y el contenido de los cambios que vamos a<br />

analizar no reve<strong>la</strong>n diferencias semánticas que permitan distinguir conceptualmente entre reforma y<br />

modernización. El cambio de significante, de reforma a modernización, obedece a razones<br />

fundamentalmente simbólicas y metodológicas: por un <strong>la</strong>do, romper con <strong>la</strong> percepción de fracaso asociada<br />

al movimiento anterior de reformas, acuñando una expresión con el atractivo de <strong>la</strong> novedad; por otro <strong>la</strong>do,<br />

distanciarse de <strong>la</strong> aproximación predominantemente formalista y normativa de <strong>la</strong> reforma, a <strong>la</strong> que se<br />

asociaba su déficit de imp<strong>la</strong>ntación. <strong>La</strong> modernización expresa, para nosotros <strong>la</strong> denominación comúnmente<br />

aceptada del ciclo de reformas administrativas abierto a partir de los cambios económicos y políticos que se<br />

manifiestan desde mediados de los setenta.<br />

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