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int encuentro 21-22 A - cubaencuentro.com

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El Islam, una políticaEl Medio Oriente actual: una lucha por recuperar el antiguoesplendor de la cimatarra y la media lunaJuan F. BenemelisDesde que el imperio babilónico del sanguinario nabucodonosor reinó hacemás de dos milenios por sobre el mapa antiguo, nunca el Medio Oriente ha ejercidotal atracción. El mundo islámico ha devenido furiosamente en un vasto frente derechazo al Occidente. Ultrarreligioso o laico, envuelto en el misterioso declinar de suinmensa y vieja civilización, el Medio Oriente no cesa de abrazar las confrontacionessuicidas: terrorismo, teocracia, impugnación de lo moderno. El secreto de tal frustración,de esta histeria colectiva, se remonta a una docena de siglos, a los magnos fastosde su historia que ha engendrado una exasperante paranoia religiosa, arcaicamentenacionalista.Si bien en dist<strong>int</strong>os períodos de su existencia el Medio Oriente resultó el centro dela civilización, este pasado le ha impulsado y <strong>com</strong>pelido a la reproducción artificial detal grandeza, tratando de recrear los días del Islam medieval cuando era centro políticodel imperio Abasida, de los Pirineos al Asia Menor. El esplendor con que brilló el Islamcon el califato de Córdoba, con el Bagdad de Harun Al Rashid o el Estambul de Solimánel Magnífico, le posibilitó brindar al Occidente «bárbaro» lecciones de civilización.Pero, del siglo xii en adelante, las victorias de sus conquistadores (persas, turcos, tártaros,kurdos) no concluyen con un Renacimiento, un Iluminismo, ni con el maquinismoo la revolución científica que se fecundaron en Europa.El ascenso del movimiento Baas, en los años tre<strong>int</strong>a, que nació de los es<strong>com</strong>bros dela revuelta árabe propiciada por T. E. Lawrence, marcó la aparición de un peliagudoconcepto nacionalista, de corte aislacionista, que hoy abraza el espacio islámico. Estos<strong>int</strong>electuales de Damasco, asiduos al café La Habana, donde concurrían el maronitaMichael Aflak, el sunnita Salah Bitar y el alawita Zaki Arsuzi, forjaron no solo el futurodel grueso de los estados del área (Egipto, Irak, Siria, Líbano, Túnez), sino también sus<strong>int</strong>electuales y políticos (Gamal Abdul Nasser, George Habash). Basándose en un vagonacional-socialismo, y una inclinación laica, propugnaron una restitución del pasado: launidad del pueblo árabe (lengua, cultura e historia) y la conciencia de una (¿falaz?)identidad <strong>com</strong>ún. Así, barrieron con los aires de occidentalismo y los nexos con la eliteeducada de Europa, tramando la expulsión de los extranjeros de la patria árabe.Podría considerarse, falsamente, al Islam y la entidad árabe <strong>com</strong>o tendencias catastróficasimbricadas íntimamente; pero entre islamismo y arabismo existe una distinciónque, de no establecerse, a veces resulta peligrosa. Considerar a los «árabes» <strong>com</strong>o unaentidad es caer de lleno en la fe racista e, inversamente, denunciar al Islam radical<strong>com</strong>o el solo culpable de los horrores que hemos contemplado en las últimas décadas ylas últimas semanas es aislar el factor religioso, el cual resulta únicamente una expre- 139<strong>encuentro</strong>textual

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