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int encuentro 21-22 A - cubaencuentro.com

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uena letrabuena letra272<strong>encuentro</strong>freno del progreso de su patria. Pero su abolicionismofue siempre restringido, limitándosea pedir nada más que la supresión absolutae inmediata del <strong>com</strong>ercio clandestinode esclavos y de la trata en general. Pensabaque si se impedía la entrada de más africanosen Cuba, la esclavitud tendría que desaparecerpor inanición en un plazo más omenos corto. De todos modos, la infameinstitución debía ser sistemáticamente condenadain toto. Por eso le dio el impulso iniciadora la literatura antiesclavista, no soloen el terreno del ensayo y la poesía sinotambién en el de la narrativa, una de lasmás ricas y eficaces contribuciones de la literaturacubana del siglo xix a la causa de lalibertad del hombre.Muestra Martínez, además, de qué modola incesante preocupación cívica de DelMonte se desbordó hacia muchos otros campos.Dedicó siempre gran parte de su tiempoa vigilar y promover la educación primariaen todas las ciudades de la Isla en quevivió, formulando muchos de los principiosbásicos de lo que debía ser una verdaderapedagogía cubana. Ayudó a darle vida a unperiodismo ilustrado y liberal, a través deuna serie de excelente revistas literarias porél fundadas y mantenidas. Alzó su voz contralos vicios de la sociedad colonial, particularmentecontra la corrupción administrativa yjudicial. Transformó mediante la labor desus discípulos, la poesía escrita en Cuba en unaauténtica poesía cubana <strong>com</strong>o consecuenciainevitable de otra de sus contribuciones epocales:la de poner al descubierto que Cubaconstituía ya una entidad social (tentado estoya decir: una entidad metafísica) con vidapropia y exclusiva, perfectamente separada ydiferenciada de su matriz española, por loque su cultura (arte, música, literatura, etc.)debía rezumar por todos sus poros la esenciade esa raigal cubanidad. Consciente de quesus limitaciones <strong>com</strong>o creador le impedíanrealizar esa enorme tarea personalmente,con notable generosidad hizo todo lo que estuvoa su alcance para estimular a quienesconsideraba dotados para hacerlo. Sin dudaDel Monte bien pudiera haber asumido <strong>com</strong>opropio el marbete con que se autodefiníaVíctor Cousin, el maestro del eclecticismoy por aquel entonces el pensador de modaen los círculos <strong>int</strong>electuales de Cuba: «Yono soy filósofo; soy predicador».Hace bien Martínez, en presentar algunosde los costados negativos del pensamientodelmontino. Aparte de su abolicionismo exageradamentemoderado, hay otros dos capitales.En primer lugar, su concepto estrecho yexclusivista de la cubanía. La nacionalidadcubana estaba <strong>int</strong>egrada únicamente, segúnél, por la población blanca de la Isla. Los negroseran excluidos de la ecuación demográficay sociológica, sin tomarse en cuenta quehabían vivido en el país desde los tiempos dela conquista y la colonización de la Isla y que,en el momento en que Del Monte escribía,constituían la mayoría de su población. A esterespecto escribió Del Monte: «... El propósitoconstante de todo lo cubano de corazóny de noble y sano patriotismo, lo debe cifraren acabar con la trata primero, y luego en irsuprimiendo insensiblemente la esclavitud,sin sacudamientos ni violencias; y por último,en limpiar a Cuba de la raza africana...». Loque era no solo racista sino absurdo, porquesuponía dejar a la economía cubana sin brazosproductivos.Esa negrofobia condujo al segundo granerror de Del Monte: a su sistemático antiseparatismo.Dadas las condciones de la época—se argumentaba— la independencia no podíalograrse más que por medios violentos,revolucionarios. Y una insurrección independentistaprovocaría inevitablemente el alzamientode los negros y, en consecuencia, la liquidaciónde la raza blanca en una ola ferozde sangre y exterminio. El alzamiento de Céspedesen 1868 demostró la total falsedad deesta doctrina. La revolución libertadora noprovocó la guerra entre blancos y negros sinola unificación <strong>com</strong>batiente de los cubanos detodas las razas en la lucha por su ardiente ideal.Pero ni eso ni nada logró convencer a JoséAntonio Saco, cuyas ideas a este respectoeran idénticas a las de Del Monte, de que elmovimiento iniciado en La Demajagua merecíael apoyo de todos los hijos del país.Don Domingo, que murió en 1853, jamásen su vida abandonó su postura antidependentista.Este párrafo de una carta dirigidaal periódico francés Le Globe en 1845

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