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int encuentro 21-22 A - cubaencuentro.com

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uena letratan el acoso de una pandilla chechena a laentrada del inmueble que ocupan. Sus <strong>com</strong>pañerossalen en su defensa, pero son barridosal ritmo «de un arte marcial tan desconocido<strong>com</strong>o el propio dialecto quemascullaban» (los agresores). Es entoncesque Golomón, mulato coronado hasta lasorejas por medias de mujer, empuña su tensorde hacer ejercicios y en un santiaméndesarticula la banda. Los chechenos, ya enfranca retirada, señalan hacia el arma delvencedor, estupefactos. «¡Pan con Lechón!»,la bautiza, en un arranque estentóreo, el héroedel día. Ni su color, ni su apellido, ni elnombre de su «espada» parecen gratuitos.Cuentos de todas partes del Imperio es, enesencia, un libro sencillo. Sobre todo aparentemente.En él el lenguaje articula las historiasprestándoles una cadencia, una armonía,casi evanescentes. Pero no se trata de que lapalabra sea sujeto de acción, que contamineel hecho narrado a la manera de algunos textos«exquisitos», según la fraseología puestaen boga por cierto funcionario de la uneac.Es que sirve de sostén y ejerce de a<strong>com</strong>pañante,moldeando la inusitada aristocracia delas imágenes. Así, gracias a ella, se puede rastreara Sábato y a Kafka —ese lugar <strong>com</strong>úntantas veces inevitable— en los meandros deUn arte de hacer ruinas, mientras se transita LaHabana en puntillitas, a través de una arqueologíadel derrumbe. Se puede descubrir untaller clandestino de imprimir dinero, inserviblepor demás, y los bancos del parque delfrente en la sala de estar de cualquier casa. Sepueden recorrer los pasadizos borgianos delos refugios de «la guerra de todo el pueblo»,del Metro que pudo ser y no fue, desde loscuales se accede a la ciudad sumergida deTuguria, que se erige, luminosa, entre restosde innumerables desplomes, y así sucesivamente.Claro que Tuguria —en la que losorientales asentados en la capital han halladoal fin la tierra prometida— también formaparte del Imperio. Desde la Isla se emigra haciaabajo <strong>com</strong>o hacia los cuatro puntos cardinales,y, desde luego, hacia arriba.En la cuentística cubana, el lenguaje —estilísticamentehablando— ha desempeñadoun papel a menudo protagónico. A peticiónde Ochún, el cuarto cuento, quizá no solo seael más logrado del cuaderno de Ponte, sinoun ejemplo emblemático de esta tradición,en la que se entrecruzan influencias angloamericanasy latinas. Se trata de una historiade amor, de misterio y absurdo, que acabaemulando la asombrosa delicadeza de unelefante en una cristalería… no se raja unsolo espejo, ni un solo jarrón se hace trizascontra el piso. Hablando de elefantes: delcorazón macho de uno de ellos dependeque Ignacio Milenrama, protagonista delmencionado relato, recobre a LuminariaWong, su recién estrenada esposa:Luminaria Wong, a diferencia de Ignacio, noera <strong>com</strong>pletamente china. Para usar una manerarápida de describir tanta belleza, Lumiera una mulata china. Tenía un color de pielque no acababa de resolverse y que cambiaba<strong>com</strong>o cambia en las demás mujeres el colorde las pupilas. Lo mejor de aquella piel se ganaba,seguramente, en la oscuridad.«Oro viejo en gruta», habría dicho mi maestrode estar vivo, y de haber sido otro su carácter.Estaban, además, sus ojos. Uno podía explicarsela piel de Lumi por entrecruzamientosde familias, pero para el origen de sus ojos seenredaba en la historia algo animal. Asomadoa los ojos de Luminaria Wong, uno podía <strong>int</strong>uirun claro de bosque y algún lejano antecesorsuyo en diálogo con un animal hermoso<strong>com</strong>o una aparición. Los ojos de Lumi veníande ese animal.En un episodio brusco, descabellado ensu génesis pero consecuente a partir de la atmósferarecreada por el relato, su marido laha encerrado bajo el lavadero de su propiacasa, barrotes mediante. Ella escapa misteriosamente.Desaparece para siempre. Según elsantero al que consulta Ignacio, solo ofrendándoleel susodicho corazón a Ochún, podrárecuperarla. Así, el carnicero del BarrioChino emprende la búsqueda que lo lleva aenrolarse en una misión <strong>int</strong>ernacionalista aÁfrica. Son días lentos y lluviosos; los paquidermosesquivan la presencia humana, huyende la guerra, obligándolo a alejarse de latropa, convirtiéndolo en un desertor. Unanoche abandona su turno de guardia y se<strong>int</strong>erna en la selva. Sigue el rastro de unabuena letra253<strong>encuentro</strong>

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