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int encuentro 21-22 A - cubaencuentro.com

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Por esos mares del mundo anda un barco de papel expatriados, es simplemente porque a nuestro país correspondían 25 plazas,una cifra insuficiente para incluir a algunos escritores e ilustradores que soloocuparon su lugar actual gracias a la partida de colegas más talentosos.Difícilmente podía haberse excluido a creadores de la trayectoria de DoraAlonso, Luis Cabrera Delgado, Julia Calzadilla, Nersys Felipe, Míriam González,Bladimir González, Enid Vian o Ivette Vian, —entre los residentes enCuba—, <strong>com</strong>o tampoco (pero es lo que se hizo) a los consensuales emigradosReynaldo Alfonso, David Chericián, Rapi Diego, Lázaro Enríquez, FroilánEscobar, Manuel Tomás González, Enrique Martínez, Anisia Miranda, SindoPacheco, Hilda Perera o Antonio Orlando Rodríguez. Entre los 25 que cabíanen el catálogo habría que contar, por supuesto, con el laureado EduardoMuñoz Bachs y el joven y talentoso Vicente Rodríguez Bonachea —marginadospese a residir en la isla— y con Aramís Qu<strong>int</strong>ero, único incluido que noreside permanentemente en Cuba. Solo habrían quedado tres plazas para distribuirentre escritores e ilustradores que finalmente están en el catálogo porvivir en el archipiélago y no por tener mayor nivel ni trayectoria que emigrados<strong>com</strong>o Ajubel, Eliseo Alberto, Daína Chaviano, José Antonio Gutiérrez,Olga Fernández, Francisco Garzón Céspedes, Chely Lima o Alberto Serret.Las obras de los creadores cubanos pertenecen inevitablemente a la culturanacional; sea cual sea su contenido, su punto de vista, sus formas o técnicas, susreferencias culturales, históricas o geográficas. De hecho resulta difícil y bastanteestéril <strong>int</strong>entar diferenciar en su lenguaje o sus esencias la producción dedentro y de fuera del archipiélago. Para <strong>com</strong>plicar las cosas, existen algunoslibros de residentes en Cuba que han tenido sus primeras ediciones en el exterior,autores que publicaron dentro o fuera libros que ya nadie sabe si los escribieronantes o después de emigrar, y trabajos de creadores expatriados quehan publicado en editoriales criollas libros concebidos en el extranjero.En modo alguno estoy negando la huella que las condiciones de vida y lasexperiencias estéticas nuevas han dejado en la obra de los autores emigrados.En el caso de los ilustradores residentes en España, Lázaro Enríquez, LuisCastro Enjaimo y Ajubel, se observa un crecimiento y diversificación de susrecursos expresivos, mientras que Enrique Martínez, dentro del más conservadorespacio editorial mexicano, parece haber perdido la audacia que distinguíasus trabajos cubanos de fines de los ochenta.En cualquier caso no ha de olvidarse que la mayoría de los creadores expatriadosposeía personalidad y trayectoria definidas cuando emprendieron unviaje que ninguno pensaba definitivo. Froilán Escobar ya había usado en laprimera versión de La vieja que vuela [1985] su castellano barroco y subjetivo,y en Ana y su estrella de olor [1988/94] reinventaba poéticamente el espacio ypracticaba el enfoque simbólico-filosófico de los temas, pero esos recursosalcanzan su punto de perfección en un libro aparecido varios años después desu instalación en Costa Rica: El patio donde quedaba el mundo [1998]. En JoelFranz Rosell, el cambio ya se insinuaba en sus últimos textos (1987-89) anterioresa la partida, tres de los cuales aparecen en Los cuentos del mago y el magodel cuento [1991/95], pero ese abordaje de problemas universales con tramas y 165<strong>encuentro</strong>

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