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uena letratalmente, la suma o el resultado de una determinadacantidad de buenos textos. Peroaun así, a veces solemos extrañar la solidezconceptual que se deriva de una escriturasignada por un motivo central —y no poresto único—; la fuerza resultante de una expresiónpoética a partir de un tema aglutinador—y que solo se transmite en los mejores—;la concentración irradiante, el pathosalucinado de un «único» motivo que se expandeen infinitas ramificaciones (<strong>com</strong>o enlas Elegías de Duino, La tierra baldía, El cementeriomarino, la Antología de Spoon River o enMensaje, de Pessoa…)En nuestro ámbito insular salto algúnque otro título con características análogas—En la Calzada de Jesús del Monte, cualquierBestiario que por su misma condición resultainevitable <strong>com</strong>parar; tal vez el Beth-el deFeijoó o Cuaderno para el que va a nacer, deFélix Contreras—, pero <strong>com</strong>o vemos, ningunode estos casos, u otros que con buenavoluntad podamos aproximar, pertenece anuestra más reciente poesía, esa a la cualaludí al principio. Mucho, mucho menos,libros de poesía escritos por mujeres, ese«dios de dispersión» (y no son palabras mías).Pero ahora aparece Papeles de un naufragio,de Lourdes González (Ediciones Orison,Holguín, 1999). Y algunos mesesdespués de haberlo leído por primera vez,vuelvo a releer ahora y alejado definitivamentede la tentadora y casi siempre engañosaprimera impresión, asumo la responsabilidady me permito afirmar que estelibro entero dividido en dos partes perteneceya a la mejor poesía publicada en nuestropaís en los últimos años.Que yo haya leído y recuerde, nunca antesningún poeta de nuestra literatura recientehabía logrado resolver con semejanteaudacia y dignidad expresiva el dilema detratar un tema de tan escabrosa y patéticaactualidad, manteniendo al mismo tiempoun alto sostenido —y hasta envidiable— nivelpoético. Naufragio, la primera parte delcuaderno, está <strong>com</strong>puesto por ve<strong>int</strong>idós textos,sutiles y desgarradores a un tiempo, quereflejan, en esencia, el nacimiento, la apoteosis,decadencia y final caída de… una paladar.Nada más y nada menos. «Así de sencillo<strong>com</strong>enzó este juego de construir la casa,una piedra tras otra, y <strong>com</strong>er» (…), dondeal principio fue «un cuarto de contador conescritorio de ámbar», donde el tiempo eraguiado «por relojes suizos y llamadas a cenar»,cuarto que luego se transforma en set«con espejos y frutas tropicales, palmas, cortinas»(…), para entonces convertirse en elcuarto principal, «burdeliano y chaplinesco»,lugar de «la risa, el amor, el dinero, lagula lezamiana» (Una piedra, otra piedra; ElCuarto). «Sólo que a un país le hacen faltacontadores de escritorios de ámbar, relojes,llamadas familiares, arte que ponga fin lafuego del futuro», dice entonces la voz delpoeta, o del cronista «detrás del mostrador,de la barra que separa a los clientes de susdeudas», y desde allí nos describe, con lamirada aguda y minuciosa de un entomólogo,la fauna procaz, esperanzada, epicúrea,<strong>int</strong>errogante, mundana, desgarrada, mercantil,cosmopolita y variop<strong>int</strong>a que suelemerodear este tipo de lugares, sobre todoen un pueblo de provincias. Muestrario deun mundo que reproduce a pequeña escalaun entorno más amplio y generalizado, corroídotambién por algunas situaciones aquíreproducidas; rápida y penetrante mirada amanera de descenso a un infierno desconocidoaunque inevitable y convivencia temporalcon sus demonios, al fin y al cabo ángelescaídos en el hervidero de la cotidianeidad,la sobreviviencia y el espanto del hastío.Aquí el sujeto no es un poeta que metaforizasu coyuntura social o existencial. Es solo unser sensible puesto ante una disyuntiva quedebe resolver para superar la inanición —yno del alma precisamente—; conflicto, <strong>com</strong>ocasi todos, ajeno a su voluntad, y que ésteafronta, aún sabiendo de antemano su fracaso,su naufragio: de ahí el latente patetismoque subyace a lo largo de todo el libro, patetismoque la autora <strong>com</strong>bina muy sabiamentecon un leve matiz irónico, <strong>com</strong>binaciónésta que define el tono muy particular dePapeles… Lo que resulta de esto es un conjuntode reflexiones mordaces, lacerantes yprofundas sobre la «experiencia del ser» —esa que dicen <strong>int</strong>ransferible— y la relacióncon sus semejantes, s<strong>int</strong>iendo el quebrantode la familia (la familia es un acto diario y 269<strong>encuentro</strong>buena letra