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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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—No, Charlie. No tienes que preocuparte por esto. Solo los asnos pue<strong>de</strong>n convertirseen genios. Tu seguirás siendo lo que eres... un buen chico. —Reflexiona un momento yaña<strong>de</strong>—: Por supuesto, un poco más listo lo que eres ahora.Abre la puerta y lleva a Charlie hacia sus padres. Aquí está, intacto. No le ha ocurridonada. Es un chico. Creo que nos haremos gran<strong>de</strong>s amigos, ¿no así, Charlie?Charlie baja la cabeza. Desea que el doctor Guarino le quiera y se asusta cuando ve laexpresión en el rostro su madre.—¡Charlie! ¿Qué ha ocurrido?—Tan solo un acci<strong>de</strong>nte, señora Gordon. Ha tenido miedo la primera vez, pero no leriña, no le castigue. No quisiera que estableciera una relación entre el castigo y hecho <strong>de</strong>venir aquí.Pero Rose Gordon se siente enferma <strong>de</strong> vergüenza.—Es horrible. Ya no sé qué hacer, doctor. Incluso en casa... incluso cuando tenemosgente en casa. Y me siento tan avergonzada cuando lo hace.Ante el disgusto que refleja el rostro <strong>de</strong> su madre, Charlie empieza a temblar. Duranteun momento había olvidado lo mal chico que es, hasta qué punto hace sufrir a sus padres.No sabe por qué, pero cuando ella dice que la hace sufrir y llora y le grita se asusta, sevuelve contra la pared y se pone a gemir suavemente.—Vamos, señora Gordon, no lo altere así y no se preocupe. Tráigamelo todas lassemanas, los martes y jueves, a la misma hora.—¿Pero esto le irá realmente bien? —pregunta Matt—. Diez dólares es mucho dinero,y...—¡Matt! —Rose le tira <strong>de</strong> la manga—. ¡Este no es el momento <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> eso! ¡Es tupropio hijo, quizá el doctor Guarino pueda hacer que sea como los otros niños, con laayuda <strong>de</strong>l buen Dios, y tú hablas <strong>de</strong> dinero!Matt querría <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, pero reflexiona y saca su cartera.—Por favor... —murmura Guarino, como si la visión <strong>de</strong>l dinero lo molestara—. Mienfermera, a la entrada, se ocupará <strong>de</strong> todos los asuntos financieros. Muchas gracias. —Se inclina ligeramente ante Rose, estrecha la mano <strong>de</strong> Matt y le da unas palmadas en elhombro a Charlie—. Un buen muchacho. Sí señor —y, sonriendo aún, <strong>de</strong>saparece tras lapuerta <strong>de</strong> su consulta.Matt y Rose discuten durante todo el camino <strong>de</strong> vuelta. El se queja <strong>de</strong> que los artículos<strong>de</strong> peluquería se ven<strong>de</strong>n mal y que sus ahorros disminuyen. Rose replica gritando quevolver a Charlie normal es más importante que todo lo <strong>de</strong>más.Asustado <strong>de</strong> oírles discutir, Charlie llora muy bajito. El tono encolerizado <strong>de</strong> sus vocesle hace daño. Tan pronto entran en el apartamento corre a un rincón <strong>de</strong> la cocina, tras lapuerta, con la frente pegada a la pared embaldosada, temblando y gimiendo.No le prestan atención. Nadie se preocupa <strong>de</strong> que tiene necesidad <strong>de</strong> ser lavado ycambiado.—No estoy histérica. Simplemente, ya estoy harta <strong>de</strong> oírte lamentar cada vez queintento que curen a tu hijo. No te importa. Sí, no te importa en absoluto.—Eso no es cierto. Pero me doy cuenta <strong>de</strong> que no se pue<strong>de</strong> hacer nada. Cuando setiene un hijo como el nuestro es una cruz que hay que soportar sin lamentarse. Yo puedosoportarla, lo que no puedo soportar son tus locuras. Has gastado casi todos nuestrosahorros con charlatanes y engañabobos... un dinero que hubiera podido emplear enmontarme un pequeño negocio propio. Si, no me mires <strong>de</strong> este modo. Con todo el dineroque has tirado por la ventana para conseguir algo imposible, hubiera podido tener unapeluquería propia en lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>slomarme haciendo <strong>de</strong> representante diez horas al día.¡Un negocio propio, con gente que trabajara para mi!—Deja <strong>de</strong> gritar. Míralo, tiene miedo.—Vete al diablo. Ahora ya sé quien es el idiota aquí. ¡Yo!. Porque te <strong>de</strong>jo hacer. —Salió, dando un furioso portazo.

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