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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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visto, y que mi aspecto había cambiado aún más en los últimos meses. Ahora me estabamirando a través <strong>de</strong>l espejo, mientras me anudaba el gran paño a rayas, y una vaga luz<strong>de</strong> reconocimiento frunció su frente.—El servicio completo —dije, leyéndole la tarifa <strong>de</strong>l sindicato—: pelo, afeitado,bronceado, loción...Sus cejas se elevaron.—Tengo que encontrarme con alguien a quien no he visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo —expliqué—, y quiero causarle la mejor impresión posible.Era una sensación estremecedora sentirle cortar mis cabellos <strong>de</strong> nuevo. Poco <strong>de</strong>spués,cuando suavizó su navaja en el cuero, el chirrido me crispó un poco. Incliné la cabezabajo la ligera presión <strong>de</strong> su mano y sentí la hoja raspar minuciosamente mi nuca. Cerrélos ojos y esperé. Era como si volviera a la mesa <strong>de</strong> operaciones. Los músculos <strong>de</strong> migarganta se anudaron y se contrajeron bruscamente. La hoja me hizo una ligera incisiónjusto por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la nuez <strong>de</strong> Adán.—¡Hey! —exclamó—. Dios mío... se ha movido. Hey. Lo siento tanto.Se precipitó a hume<strong>de</strong>cer una toallita en el lavabo.Fui siguiendo en el espejo la brillante gota roja que se <strong>de</strong>slizaba lentamente a lo largo<strong>de</strong> mi cuello. Nervioso y excusándose, la limpió antes <strong>de</strong> que alcanzara el paño a rayas.Mirándolo ir y venir, con una agilidad inesperada en un hombre tan pesado, me sentículpable <strong>de</strong> mi falta <strong>de</strong> franqueza. Hubiera querido <strong>de</strong>cirle quién era yo y que pasara subrazo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mis hombros para que habláramos como antes, pero aguardémientras cubría el corte con polvos sépticos.Terminó <strong>de</strong> afeitarme en silencio, y acercó la lámpara solar a mi sillón, puso sobre misojos dos tampones frescos <strong>de</strong> algodón embebido. Entonces, en aquella oscuridad teñida<strong>de</strong> rojo, vi lo que había pasado la tar<strong>de</strong> en que me había llevado <strong>de</strong> casa por última vez.Charlie se ha dormido en su habitación, pero se <strong>de</strong>spierta al oír a su madre gritar. Haaprendido a dormir pese a sus discusiones... las hay cada noche en aquella casa. Peroesta noche hay un acento terriblemente falso en aquella histeria. Se aprieta contra sualmohada y escucha.—¡Ya no puedo más ¡Tiene que irse! Tenemos que pensar en ella. No quiero quevuelva todos los días a casa llorando porque los <strong>de</strong>más se han burlado <strong>de</strong> ella. Nopo<strong>de</strong>mos quitarle su oportunidad <strong>de</strong> vivir una vida normal a causa <strong>de</strong> él.—¿Qué quieres hacer? ¿Echarlo a la calle?—Llevarlo a otro sitio. Enviarlo al Asilo Warren.—Tendremos tiempo <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> ello mañana por la mañana.—No. Todo lo que tú sabes hacer es hablar, hablar, y no actúas. No lo quiero más aquí,ni un día más. Hoy... esta noche...—Vamos, sé razonable, Rose. Es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para hacer nada... esta noche.Gritas tan fuerte que todos los vecinos van a oírte.—No me importa. Se irá esta noche. Ya no puedo verlo más.—Te estás volviendo imposible, Rose. ¿Qué estás haciendo?—Te prevengo... Llévatelo <strong>de</strong> aquí.—Deja ese cuchillo.—No soportaré que la vida <strong>de</strong> mi hija sea un infierno.—Estás loca. Deja ese cuchillo.—Más valdrá muerto. Nunca será capaz <strong>de</strong> llevar una vida normal. Más valdrá...—Has perdido completamente la cabeza. ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, contrólate!—Entonces llévatelo. Ahora... esta noche.—Bien. Me lo llevaré esta noche a casa <strong>de</strong> Herman, y mañana ya veremos como lohacemos admitir en el Asilo Warren.

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