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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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«...en un cierto sentido, es el producto <strong>de</strong> la experimentación psicológica mo<strong>de</strong>rna. Enlugar <strong>de</strong> una cascara vacía <strong>de</strong>sprovista <strong>de</strong> mente, un peso para la sociedad que no pue<strong>de</strong>más que lamentar su irresponsable comportamiento, tenemos ahora ante nosotros a unhombre digno y sensible, dispuesto a tomar su lugar <strong>de</strong> miembro activo <strong>de</strong> la comunidad.Quisiera que oyeran todos uste<strong>de</strong>s algunas palabras <strong>de</strong> Charlie Gordon.Al diablo con él. No sabía <strong>de</strong> qué estaba hablando. En aquel momento, la tentación fuemás fuerte que yo. Fascinado, vi a mi mano moverse in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> mi voluntady hacer saltar el cerrojo <strong>de</strong> la jaula <strong>de</strong> Algernon. Cuando la abrí, me miró un momento ehizo una pausa. Después, dio media vuelta, salió <strong>de</strong> su jaula como una flecha y se lanzóal galope a lo largo <strong>de</strong> la enorme mesa.Al principio apenas la vi sobre el tapete que cubría la mesa, una imprecisa manchablanca, hasta que una mujer gritó, saltando <strong>de</strong> su silla y poniéndose en pie. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>ella se volcaron algunas botellas <strong>de</strong> agua, y <strong>de</strong>spués Burt gritó:—¡Algernon se ha escapado! —y Algernon saltó <strong>de</strong> la mesa al estrado y <strong>de</strong>l estrado alsuelo.—¡Atrápenla! ¡Atrápenla! —gemía Nemur, mientras la asistencia, dividida en susintenciones, formaba un inextricable amasijo <strong>de</strong> brazos y piernas. Algunas mujeres(¿antiexperimentalistas?) intentaron subirse a inestables sillas que otros, en su afán <strong>de</strong>atrapar a Algernon volcaron.—¡Cierren las puertas <strong>de</strong>l fondo! —clamaba Burt, que se daba cuenta <strong>de</strong> que Algernonera lo bastante inteligente como para ir en aquella dirección.—¡Corre, corre! —me oí gritar—. ¡Por la puerta lateral!—¡Escapa por la puerta lateral! —hizo eco alguien.—¡Atrápenla! ¡Atrápenla! —imploraba Nemur.La multitud salió <strong>de</strong>l salón y se esparció por los pasillos mientras Algernon, galopandopor la moqueta marrón <strong>de</strong>l vestíbulo, les hacía correr cómicamente. Bajo las mesas LuisXIV, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las macetas con palmeras, metiéndose por los recodos, subiendo porlas escaleras <strong>de</strong>l gran vestíbulo, alborotando a otras gentes a su paso. Verlos a todoscorrer <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha a izquierda en el vestíbulo, persiguiendo a una ratita blanca mucho másinteligente que muchos <strong>de</strong> ellos, era el espectáculo más divertido que había visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong>hacía mucho.—¡Pue<strong>de</strong>s reirte! —gruñó Nemur, a punto <strong>de</strong> pegarme—. ¡Si no la recuperamos toda laexperiencia se va a ir al traste!Yo hacía como si buscara a Algernon bajo una papelera.—¿Qué sabe usted? —dije—. Han cometido un error. Y, a partir <strong>de</strong> hoy, pue<strong>de</strong> queesto ya no tenga la menor importancia.Algunos segundos <strong>de</strong>spués, media docena <strong>de</strong> mujeres salieron gritando <strong>de</strong> los lavabos<strong>de</strong> señoras apretando frenéticamente sus faldas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus piernas.—¡Allá está! —gritó alguien.Durante un instante, la multitud <strong>de</strong> perseguidores fue <strong>de</strong>tenida por la inscripción en lapuerta: Señoras. Yo fui el primero en franquear aquella barrera invisible y entrar en elsacrosanto lugar.Algernon estaba subido a uno <strong>de</strong> los lavabos, con los ojos fijos en su imagen en elespejo.—Anda, ven —dije—. Vamos a irnos los dos <strong>de</strong> aquí.Se <strong>de</strong>jó coger, y lo metí en el bolsillo <strong>de</strong> mi chaqueta.—Quédate aquí tranquilo hasta que te lo diga.Entraron otros, sacudiendo las puertas batientes con aire culpable, como si esperaranver mujeres <strong>de</strong>snudas a punto <strong>de</strong> gritar. Salí mientras registraban el recinto y oí la voz <strong>de</strong>Burt diciendo:—Aquí hay un conducto <strong>de</strong> aireación. Quizá haya trepado hasta ahí.—Busquen don<strong>de</strong> conduce —dijo Strauss.

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