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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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—Enviaré un cheque a primeros <strong>de</strong> mes, pero mi marido está <strong>de</strong> viaje <strong>de</strong> negocios. Yales he dicho que no se preocupen por el dinero, mi hija recibirá la paga esta semana ypodremos liquidar todas las facturas. No tienen que preocuparse por el dinero.—¿Es hija única? ¿No tiene usted otros hijos?Se sobresaltó, luego sus ojos miraron a lo lejos.—Tenía también un chico. Tan brillante que todas las otras madres estaban celosas. Yle echaron un mal <strong>de</strong> ojo. Ahora le llaman el C.I., pero era el mal C.I. Hubiera sido un granhombre <strong>de</strong> no ser por eso. Era realmente muy brillante... excepcional, <strong>de</strong>cían. Hubierapodido ser un genio...Tomó un cepillo <strong>de</strong> limpieza.—Ahora perdone. Tengo que hacer la casa. Mi hija ha invitado a un joven a cenar yquiero que todo esté limpio. —Se puso <strong>de</strong> rodillas y comenzó a sacarle brillo al yareluciente suelo. No volvió a mirarme.Murmuraba para sí misma, y me senté junto a la mesa <strong>de</strong> la cocina. Esperaba a que serecuperara, a que me reconociera y comprendiera quién era. No podía irme antes <strong>de</strong> quesupiera que era su Charlie. Era preciso que alguien comprendiera.Se había puesto a canturrear tristemente, pero se <strong>de</strong>tuvo, con el cepillo a mitad <strong>de</strong>camino entre el bote <strong>de</strong> cera y el suelo, como si notara <strong>de</strong> pronto una presencia tras ella.Se volvió, con el rostro serio y los ojos brillantes, y levantó la cabeza.—¿Cómo lo has conseguido? No lo entiendo. Todos me dijeron que no podríancambiarte nunca.—Me operaron, y eso me ha cambiado. Ahora soy célebre. Se ha hablado <strong>de</strong> mí entodo el mundo. Ahora soy inteligente, mamá. Puedo leer, y escribir, y puedo...—Gracias, Dios mío —murmuró—. Mis plegarias... durante todos estos años creyendoque no eran escuchadas, y sí eran escuchadas. Esperaba Su hora para manifestar Suvoluntad.Se limpió el rostro con el <strong>de</strong>lantal y, cuando la ro<strong>de</strong>é con mis brazos, lloróabundantemente en mi hombro. Y todas las penalida<strong>de</strong>s habían <strong>de</strong>saparecido, y mesentía feliz por haber venido.—Tengo que <strong>de</strong>círselo a todo mundo —dijo con una sonrisa—, a todas esas maestras<strong>de</strong> escuela. Oh, espera a ver sus caras cuando se lo diga. Y los vecinos. Y tío Herman...tengo que <strong>de</strong>círselo a tío Herman. Estará tan contento. ¡Y espera a que papá vuelva acasa, y Norma! Oh, se sentirá tan feliz <strong>de</strong> verte. No tienes i<strong>de</strong>a.Me apretaba entre sus brazos, animándose mientras hablaba, haciendo proyectos parala nueva vida que viviríamos juntos. No tenía valor para recordarle que casi todas lasmaestras <strong>de</strong> mi infancia se habían ido <strong>de</strong> aquella escuela, que los vecinos se habíancambiado hacía tiempo, que tío Herman hacía años que había muerto, que mi padre lahabía abandonado. La pesadilla <strong>de</strong> todo aquel pasado ya había sido suficientementedolorosa. Quería verla sonreír y saber que había sido yo quien la había hecho feliz. Porprimera vez en mi vida había traído una sonrisa a sus labios.Después, al cabo <strong>de</strong> un momento, hizo una pausa pensativa, como si recordara algo.Me di cuenta <strong>de</strong> que su mente iba a divagar.—¡No! —exclamé, haciéndola volver a la realidad con un sobresalto—. ¡Espera, mamá!Eso no es todo lo que quiero <strong>de</strong>cirte antes <strong>de</strong> irme.—¿Irte? No pue<strong>de</strong>s irte ahora.—Tengo que irme, mamá. Hay cosas que tengo que hacer. Pero te escribiré y teenviaré dinero.—¿Pero cuando volverás?—No lo sé... aún. Pero antes <strong>de</strong> irme quiero darte esto.—¿Una revista?—No es eso exactamente. Es un informe científico que he escrito. Muy técnico. Mira, lohe titulado: El Efecto Algernon-Gordon. Es un <strong>de</strong>scubrimiento que he hecho y que lleva en

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