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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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—Sí, la <strong>de</strong>seaba, pero en realidad no hacía el amor con usted. En cierto sentido meservía <strong>de</strong> usted, pero no puedo explicárselo. Ni siquiera lo comprendo yo mismo. Digamossimplemente que aún no estoy a punto. Y no puedo engañar ni preten<strong>de</strong>r que todo va biencuando sé que no va. No es más que otro callejón sin salida.Me levanté para irme.—Charlie, no te vayas <strong>de</strong> nuevo.—He terminado <strong>de</strong> huir. Tengo un trabajo que hacer. Dígales que volveré al laboratorio<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algunos días. En cuanto haya recuperado el control <strong>de</strong> mí mismo.Abandoné el apartamento, loco <strong>de</strong> rabia. Abajo, frente al edificio, me quedé in<strong>de</strong>ciso,sin saber qué dirección tomar. Fuera cual fuese el camino que eligiera, recibiría un shockque significaría un nuevo error. Todos los caminos estaban bloqueados. Pero, buenDios... hiciera lo que hiciera, fuera don<strong>de</strong> fuera, las puertas se cerraban ante mí.No había ningún sitio don<strong>de</strong> pudiera entrar. Ninguna calle, ninguna habitación...ninguna mujer.Finalmente, <strong>de</strong>semboqué en el metro y lo tomé hasta la Calle 49. Había poca gente,pero había una rubia con los cabellos largos que me recordó a Fay. Dirigiéndome hacia laparada <strong>de</strong> una línea transversal <strong>de</strong> autobuses, pasé ante una licorería. Sin reflexionarsobre ello, entré y compré una botella <strong>de</strong> ginebra. Mientras esperaba el autobús la<strong>de</strong>scorché en su bolsa, como había visto hacer a los vagabundos, y bebí un buen trago.Ardió a través <strong>de</strong> mi garganta mientras bajaba hasta el estómago, pero esto me hizo bien.Bebí otro —apenas una gota— y, cuando el autobús llegó a su <strong>de</strong>stino, flotaba en unaintensa euforia. No bebí más. No quería emborracharme ahora.—Cuando llegué al apartamento, llamé a la puerta <strong>de</strong> Fay. No respondió. Abrí la puertay eché una ojeada al interior. Todavía no había vuelto, pero todas las luces estabanencendidas. Todas las cosas le importaban un mismísimo pimiento. ¿Por qué yo no podíaser como ella?Fui a mi apartamento para esperar. Me <strong>de</strong>svestí, tomé una ducha y me puse ropa <strong>de</strong>casa. Hice votos para que aquella noche no fuera una <strong>de</strong> las que llevaba a alguien a casa.Hacia las dos y media <strong>de</strong> la madrugada la oí subir las escaleras. Tomé mi botella, pasépor la escalera <strong>de</strong> incendios y llegué a su ventana justo en el momento en que abría lapuerta. No tenía intención <strong>de</strong> espiarla, iba a golpear en los cristales, pero cuandolevantaba la mano para hacer saber mi presencia la vi tirar sus zapatos al aire y darvueltas alegremente. Fue hasta el espejo y lentamente, pieza a pieza, empezó a quitarsesu ropa, como en un strip-tease para sí misma. Bebí otro trago. Pero ya no podía llamarsin que ella supiese que la había estado espiando.Volví a mi apartamento sin encen<strong>de</strong>r las luces. Mi primera i<strong>de</strong>a era invitarla a mi casa,pero todo estaba <strong>de</strong>masiado limpio y or<strong>de</strong>nado —había <strong>de</strong>masiadas líneas rectas queablandar— y sabía que aquí la cosa no marcharía. Salí pues al vestíbulo. Llamé a supuerta, primero suavemente, <strong>de</strong>spués más fuerte.—¡La puerta está abierta! —gritó ella.Llevaba una sucinta ropa interior, y estaba tendida en el suelo, los brazos en cruz y laspiernas en el aire, apoyadas en el sofá. Inclinó la cabeza hacia atrás y me miró al revés.—¡Charlie, querido! ¿Por qué andas sobre tu cabeza?—No tiene importancia —dije, sacando la botella <strong>de</strong> su bolsa <strong>de</strong> papel—. Las líneas ylos ángulos son <strong>de</strong>masiado rectos, y he pensado que te gustaría unirte a mi para ablandaralgunos.—Esto es lo mejor <strong>de</strong>l mundo para ello —dijo—. Si te concentras en el calor que tesube <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong>l estómago, todas las líneas empezarán a ablandarse.—Eso es lo que está ocurriendo.—¡Magnífico! —saltó sobre sus pies—. A mí también me ocurre. He bailado con<strong>de</strong>masiados tipos esta noche. Hagamos que se ablan<strong>de</strong> todo —tomó un vaso, y lo llené.Mientras bebía, pasé un brazo a su alre<strong>de</strong>dor y acaricié la piel <strong>de</strong> su <strong>de</strong>snuda espalda.

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