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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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pasado por la ventana a la escalera <strong>de</strong> escape y había <strong>de</strong>saparecido. Me quedé allí,mirando alelado el lugar por don<strong>de</strong> se había ido.Es tan con<strong>de</strong>nadamente atractiva. Tan llena <strong>de</strong> vida y excitante. Su voz, sus ojos, todoen ella es una incitación. Y no vive más que a algunos pasos, por la ventana y la escalera<strong>de</strong> incendios.20 <strong>de</strong> junio. Quizá <strong>de</strong>biera esperar antes <strong>de</strong> ir a ver a Matt, o no ir en absoluto. No losé. Nada pasa como yo espero que pase. Sabiendo que Matt había abierto una barberíaen el Bronx, no me fue difícil hallarla. Recordaba que había sido representante <strong>de</strong> unacasa <strong>de</strong> artículos para barberías <strong>de</strong> Nueva York. Esto me llevó a la Metro Barber ShopSupplies, don<strong>de</strong> había una cuenta a nombre <strong>de</strong> Gordon’s Barber Shop en WentworthStreet, en el Bronx.Matt había hablado a menudo <strong>de</strong> tener una barbería propia. Tenía horror a trabajar <strong>de</strong>representante. ¡Cuantas peleas habían tenido entre ellos! Rose gritaba que serrepresentante era al menos una situación digna, pero que no querría tener nunca a unbarbero por marido. Oh, lo que se reiría Margaret Phinney <strong>de</strong> la "mujer <strong>de</strong> un barbero". ¿YLois Meiner, cuyo marido era experto <strong>de</strong> seguros en la Alarm Casualty Company? ¡Nisiquiera la mirarían a la cara!Durante todos los años en que trabajó como representante, tomándose su trabajo cadavez con mayor prevención (sobre todo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto la versión cinematográfica<strong>de</strong> Muerte <strong>de</strong> un viajante), Matt había soñado con ser un día su propio patrón. Eso es loque <strong>de</strong>bía tener siempre en la cabeza cuando hablaba <strong>de</strong> hacer economías y me cortabalos cabellos en el sótano. Un excelente corte <strong>de</strong> pelo, se vanagloriaba, mucho mejor <strong>de</strong>lque me hubieran hecho en cualquier barbería barata <strong>de</strong>l barrio. Cuando abandonó a Roseabandonó también la representación, y yo lo admiraba por eso.Estaba emocionado ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> verle. Mis recuerdos <strong>de</strong> él eran cálidos. Matt mehabía aceptado tal como era. Antes <strong>de</strong> Norma: tras las discusiones sobre el dinero o elefecto que yo podía causar en los vecinos, sabía afirmar que tenían que <strong>de</strong>jarme tranquiloen lugar <strong>de</strong> empujarme a que hiciera lo que hacían los otros niños. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Norma:que tenía <strong>de</strong>recho a tener una vida propia, incluso si no era como los <strong>de</strong>más. Siempre mehabía <strong>de</strong>fendido. Estaba ansioso por ver la expresión <strong>de</strong> su rostro. Era alguien a quienpodía asociar con mi vida anterior.Wentworth Street estaba en un barrio <strong>de</strong>startalado <strong>de</strong>l Bronx. Muchas tiendas <strong>de</strong> lacalle tenían el cartel <strong>de</strong> «Se alquila» a la puerta, y otras estaban cerradas por el día. Peroa poca distancia <strong>de</strong> la parada <strong>de</strong>l autobús el cono luminoso <strong>de</strong> una insignia <strong>de</strong> barbero seerguía como un cucurucho <strong>de</strong> helado, rojo y blanco.No había nadie en la tienda salvo el barbero, que leía una revista en el sillón máspróximo a la puerta. Cuando levantó los ojos hacia mí reconocí a Matt... barrigudo,congestionado, envejecido, casi calvo, con tan solo una franja <strong>de</strong> cabellos grisesalre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabeza. Al verme entrar <strong>de</strong>jó a un lado su revista.—No tiene que esperar. Le toca a usted.Vacilé, y él imaginó <strong>de</strong> otro modo mis dudas.—Habitualmente no tengo abierto a estas horas, señor. Hoy tenía una cita con uncliente regular, pero no ha venido. Es una suerte para usted que me haya sentado un ratopara <strong>de</strong>scansar mis pies. Le voy a hacer el mejor corte <strong>de</strong> pelo y le voy a afeitar mejor queen cualquier barbería <strong>de</strong>l Bronx.Cuando me <strong>de</strong>jé arrastrar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la tienda, se afanó a mi alre<strong>de</strong>dor, sacó tijeras,peines y un paño limpio.—Como pue<strong>de</strong> ver, todo es higiénico, y no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir lo mismo <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong>las barberías <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores. ¿El pelo y afeitar?Me instalé en el sillón. Era increíble que no me reconociera, cuando yo lo habíareconocido tan bien. Tuve que recordar que hacía más <strong>de</strong> quince años que no me había

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