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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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Charlie quizá no interfiriera si hacia el amor con Fay. Probablemente se contentaría conmirar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta. Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mismo momento en que me acercaba a Alice erapresa <strong>de</strong>l pánico. ¿Por qué tenía miedo <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme hacer el amor con Alice?Estaba sentada en el sofá, mirándome, esperando ver lo que yo hacía. ¿Y qué podíahacer? Quería tomarla entre mis brazos y...En el mismo momento en que pensé en ello, sonó la alarma.—¿No te sientes bien, Charlie? Estás pálido.Me senté en el sofá, cerca <strong>de</strong> ella.—Solo es un pequeño mareo. Pasará —pero sabía que no haría más que empeorar entanto que Charlie presintiera el peligro <strong>de</strong> que yo podía hacer el amor con ella.Entonces tuve una i<strong>de</strong>a. Al principio me disgustó, pero pronto me di cuenta <strong>de</strong> que elúnico medio <strong>de</strong> superar aquella parálisis era engañarla. Si, por la razón que fuera, Charliele temía a Alice pero no a Fay, no tenía más que apagar la luz e imaginar hacer el amorcon Fay. El no se daría cuenta <strong>de</strong> la diferencia.Era odioso... repugnante... pero, si funcionaba, rompería el asfixiante lazo que Charliemantenía apretado sobre mis emociones. Sabría en seguida que había hecho el amor conAlice, y ésta sería la única solución.—Ya me siento mejor. Quedémonos un rato sentados en la oscuridad —dije, apagandolas luces mientras recuperaba mi sangre fría. No iba a ser fácil. Tenía que hipnotizarmerepresentándome a Fay, y persuadirme <strong>de</strong> que la mujer sentada a mi lado era Fay. Eincluso si Charlie se separaba <strong>de</strong> mí para observar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, no le serviría <strong>de</strong> nada yaque la habitación estaba a oscuras.Esperaba algún indicio <strong>de</strong> sospecha por su parte... los síntomas <strong>de</strong> advertencia <strong>de</strong>lpánico. Pero no hubo nada. Me sentía alerta y tranquilo. Pasé mi brazo a su alre<strong>de</strong>dor.—Charlie, yo...—¡No hable! —grité bruscamente, y ella inició un movimiento <strong>de</strong> retroceso—. Déjemetenerla entre mis brazos, en silencio, en la oscuridad.La apreté contra mí y allá, al abrigo <strong>de</strong> mis cerrados párpados, evoqué la imagen <strong>de</strong>Fay, con sus largos cabellos rubios y su piel tan blanca. Fay, tal como la había visto<strong>de</strong>snuda, a mi lado. Besé los cabellos <strong>de</strong> Fay, la garganta <strong>de</strong> Fay, y finalmente mi boca seposó en los labios <strong>de</strong> Fay. Sentí las manos <strong>de</strong> Fay que acariciaban los músculos <strong>de</strong> miespalda, <strong>de</strong> mis hombros, y la tensión creció en mí como nunca antes lo había hecho poruna mujer. La acaricié, primero lentamente, luego con impaciencia, sintiendo como laexcitación iba aumentando en mi interior.Un hormigueo comenzó a correr por mi piel. Alguien estaba al acecho en la habitación,esforzándose en ver en la oscuridad. Me concentré febrilmente, con todas mis fuerzas, enun nombre. ¡Fay! ¡Fay! ¡FAY¡Me representé claramente, nítidamente, su rostro, a fin <strong>de</strong>que nadie pudiera interponerse entre nosotros. Pero cuando me atrajo más fuerte haciaella <strong>de</strong>jé escapar un grito inarticulado y la rechacé.—¡Charlie! —no podía ver el rostro <strong>de</strong> Alice, pero su grito evi<strong>de</strong>nciaba el sobresalto.—¡No, Alice! No puedo. Es difícil <strong>de</strong> explicar.Salté <strong>de</strong>l sofá y encendí las luces. Casi esperaba verlo allá. Pero, por supuesto, noestaba. Alice seguía echada en el sofá, con la blusa <strong>de</strong>sabrochada, la falda arrugada, lasmejillas enrojecidas, los ojos incrédulamente abiertos.—La quiero —las palabras surgieron estrangulada mente <strong>de</strong> mi boca—, pero nopuedo... No puedo explicarlo, pero si no me hubiera <strong>de</strong>tenido me hubiera odiado a mímismo toda la vida. No me pida que se lo explique o también usted me odiará. Es a causa<strong>de</strong> Charlie. No sé por qué razón, pero no quiere <strong>de</strong>jarme hacer el amor con usted.Desvió la vista y puso en or<strong>de</strong>n sus ropas.—Sin embargo —dijo—, esta noche fue diferente. No has sentido náuseas, ni pánico, ninada <strong>de</strong> esto. Me <strong>de</strong>seabas.

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