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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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Ahora comprendo que una <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s razones <strong>de</strong> ir a la escuela e instruirse esapren<strong>de</strong>r que las cosas en las cuales uno ha creído toda su vida no son realmente ciertas,y que nada es como parece ser.Durante todo el tiempo que estuvieron hablando y discutiendo sentí como si una fiebreardiera en mí. Eso es lo que siempre he querido hacer: ir a la escuela y oír a gente hablar<strong>de</strong> cosas importantes.Ahora paso la mayor parte <strong>de</strong> mi tiempo libre en biblioteca, leyendo e impregnándome<strong>de</strong> todo lo que puedo <strong>de</strong>scubrir en los libros. Aún no siento un interés particular hacia untema <strong>de</strong>terminado, y por el momento me contento con leer muchas novelas: Dostoyewski,Flaubert, Dickens, Hemingway, Faulkner... todo lo que cae en mis manos, para calmar unapetito insaciable.28 <strong>de</strong> abril. La otra noche, en un sueño, oí a mami que gritaba contra papi y contra laprofesora <strong>de</strong> la escuela elemental número 13 (mi primera escuela elemental antes <strong>de</strong> queme enviaran a la escuela elemental número 222)...—¡Es normal! ¡Es normal! ¡Será un adulto como todos los <strong>de</strong>más, mejor que todos los<strong>de</strong>más! —Quería abofetear a la maestra, pero papi la retenía —. ¡Un día irá al colegio!¡Será alguien! —Continuaba gritando y <strong>de</strong>batiéndose para que papi la soltara—. ¡Irá alcolegio y será alguien!Estábamos en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l director, y había un montón <strong>de</strong> gente. Se les veíaincómodos, pero el subdirector sonreía y giraba la cabeza para que no se le notara.En mi sueño, el director llevaba una gran barba y daba vueltas a la habitaciónseñalándome con el <strong>de</strong>do.—Debe ir a una escuela especial. Llévenlo al Asilo-Escuela Warren <strong>de</strong>l estado.Nosotros no po<strong>de</strong>mos tenerlo aquí.Papi arrastraba a mami fuera <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l director y ella gritaba y lloraba a la vez.Yo no podía ver su rostro, pero gruesas lágrimas teñidas <strong>de</strong> rojo caían sobre mí...Esta mañana he podido recordar este sueño, pero ahora hay algo más... puedorecordarlo como entre brumas, puesto que yo tenía seis años cuando pasó. Justo antes<strong>de</strong> nacer Norma. Veo a mami, una mujer <strong>de</strong>lgada <strong>de</strong> cabello oscuro que habla muy aprisay agita <strong>de</strong>masiado sus manos. Como siempre, su rostro es borroso. Sus cabellos estánenrollados en un moño y su mano se levanta para tocarlo, para alisarlo, como si tuvieraque asegurarse a cada momento <strong>de</strong> que está allí. Recuerdo que siempre mariposeaba,como un gran pájaro blanco, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> mi padre, y él era <strong>de</strong>masiado lento, estaba<strong>de</strong>masiado cansado para escapar a su tiranía.Veo a Charlie, <strong>de</strong> pie en medio <strong>de</strong> la cocina, jugando con su juguete preferido, perlas yanillos <strong>de</strong> vivos colores engarzados en un hilo. Mantiene el hilo con una mano y hace girarlos anillos, que se enrollan y se <strong>de</strong>senrollan en un torbellino <strong>de</strong> brillantes reflejos. Se pasahoras enteras mirando su juguete. No sé quién se lo hizo ni lo que fue <strong>de</strong> él, pero veo aCharlie, fascinado cuando el hilo se <strong>de</strong>senrolla y hace girar los anillos...Su madre le grita... no, le grita a su padre:—¡No quiero llevarlo! ¡No tiene nada anormal!—Rose, no sirve <strong>de</strong> nada continuar pretendiendo que no tiene nada anormal. Tan solomíralo, Rose. Tiene seis años y... es un idiota.—No. Es normal. Será como todo el mundo.Mira tristemente a su hijo con su juguete, y Charlie sonríe y se lo muestra para hacerlever lo bonito que es cuando da vueltas.—¡Tira ese juguete! —grita mami, y bruscamente se lo arranca a Charlie <strong>de</strong> la mano ylo arroja al suelo <strong>de</strong> la cocina—. Ve a jugar con tus cubos alfabéticos.El se queda allá, asustado por aquella repentina explosión. Se encoge, sin saber quéva a hacer ella. Su cuerpo empieza a temblar. Sus padres discuten, y sus voces que van yvienen provocan en él una dolorosa contracción <strong>de</strong> pánico.

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