11.07.2015 Views

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ver así a Rose con su cuchillo trajo a mi mente la imagen <strong>de</strong> la noche en que obligó aMatt a sacarme <strong>de</strong> casa. Ahora la estaba reviviendo. Yo no podía ni hablar ni moverme.Me estaba invadiendo la náusea, la sensación <strong>de</strong> ahogo, el zumbido en mis oidos, elestómago retorcido por los espasmos como si quisiera salirse <strong>de</strong> mi cuerpo.Tenía un cuchillo, Alice tenía un cuchillo, mi padre tenía un cuchillo y el doctor Strausstenía un cuchillo... Afortunadamente, Norma tuvo la presencia <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> quitárselo <strong>de</strong>las manos, pero no pudo borrar el temor que reflejaban los ojos <strong>de</strong> Rose mientras gritaba:—¡Hazle salir <strong>de</strong> aquí! ¡No tiene <strong>de</strong>recho a mirar a su hermana pensando esassucieda<strong>de</strong>s!Rose, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su grito, se <strong>de</strong>rrumbó en su silla, llorando.No sabía qué <strong>de</strong>cir, y Norma tampoco. Los dos nos sentíamos violentos. Ahora sabíapor qué me habían enviado fuera.Me preguntaba si alguna vez había hecho lo que fuera que hubiera justificado lostemores <strong>de</strong> mi madre. No recordaba nada <strong>de</strong> ello, pero ¿cómo podía estar seguro <strong>de</strong> queno había horribles pensamientos reprimidos tras las barreras <strong>de</strong> mi atormentadaconsciencia? En los corredores emparedados, más allá <strong>de</strong> los muros que mi mirada noalcanzaría jamás. Quizá lo ignoraba por siempre. Sea cual sea la verdad, no puedoreprocharle a Rose el haber protegido a Norma, tengo que compren<strong>de</strong>r el modo cómoveía las cosas. Ya que, si no se lo perdono, ya no tendré nada.Norma temblaba.—No te preocupes —dije—, No sabe lo que hace. No era contra mi contra quien estabafuriosa. Era contra el viejo Charlie. Tenía miedo <strong>de</strong> lo que él pudiera hacerte. No puedoreprocharle el haber querido protegerte. Pero no tenemos que pensar más en esto, ya queha <strong>de</strong>saparecido para siempre, ¿no?No me escuchaba. Su rostro había adquirido un aire ausente.—Acabo <strong>de</strong> experimentar una <strong>de</strong> esas extrañas sensaciones que uno tiene por unmomento, cuando se produce un acontecimiento y se tiene la sensación <strong>de</strong> que se sabeque va a venir, como si ya hubiera ocurrido, exactamente <strong>de</strong>l mismo modo, y se le vierapasar <strong>de</strong> nuevo...—Es una impresión muy frecuente.Sacudió la cabeza.—Por un momento, cuando la he visto con ese cuchillo, ha sido como un sueño quehubiera tenido yo hace mucho tiempo.Para qué <strong>de</strong>cirle que, siendo niña, seguramente había sido <strong>de</strong>spertada aquella nochepor los gritos y había visto toda la escena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su habitación... arrinconándola en sumemoria y <strong>de</strong>formándola hasta adquirir la consistencia <strong>de</strong> una ilusión extravagante. Nohabía razón para abrumaría con la verdad. Tendría bastante pena en el futuro con mimadre. Me hubiera gustado po<strong>de</strong>r librarla <strong>de</strong> ese peso y ese dolor, pero no tenía sentidoempezar algo que no podría acabar. Tendría que vivir soportando mi propio peso. Nohabía ningún medio <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener la arena <strong>de</strong> lo que sabía <strong>de</strong> mi futuro en el arenal <strong>de</strong> mimente.—Ahora tengo que irme. Cuida bien <strong>de</strong> ti y <strong>de</strong> ella —dije, apretándole las manos.Napoleón lloriqueó tras <strong>de</strong> mí cuando me fui.Me contuve tanto como pu<strong>de</strong>, pero cuando llegué a la calle ya no me fue posible. Esdifícil escribirlo, pero la gente se giraba hacia mí mientras volvía al coche, llorando comoun niño. Ya no podía contenerme, y no me importaba.Mientras andaba, los ridículos versos resonaban en múltiples ecos en mi cabeza, alritmo <strong>de</strong> un zumbido:Tres ratones ciegos... tres ratones ciegos.¡Mirad cómo corren! ¡Mirad cómo corren!Corren tras la mujer <strong>de</strong>l granjero,

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!