11.07.2015 Views

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Sacudió la cabeza.—Muchacho, lo que <strong>de</strong>bían gustarte los cacahuetes cuando eras niño.Saltó <strong>de</strong> la cama y empezó a vestirse. Permanecí un momento acostado, mirándola.Iba y venía ante mí sin ninguna vergüenza ni inhibición. Sus senos eran firmes y redondoscomo los había pintado en sus autorretratos. Sentía unos <strong>de</strong>seos locos <strong>de</strong> atraerla yapretarla contra mí, pero sabía que era inútil. Pese a la operación, Charlie estaba aúnconmigo.Y Charlie tenía miedo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r sus cacahuetes.24 <strong>de</strong> junio. Hoy me he corrido una extraña juerga anti-intelectual. Si me hubieraatrevido me hubiera emborrachado, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la experiencia con Fay sabía quesería peligroso. En lugar <strong>de</strong> eso me fui a Times Square, <strong>de</strong> cine en cine, para ahogarmeen westerns y films <strong>de</strong> horror... exactamente igual a como hacía antes. Cada vez, viendoel film, me sentía vencido por la culpabilidad, salía a media película y me arrastraba hastaotro cine. Me <strong>de</strong>cía que buscaba en los mundos imaginarios <strong>de</strong> la pantalla lo que mefaltaba en mi nueva vida.Y entonces, justamente ante el Keno Amusement Center, tuve una repentina intuición:supe que no eran los films lo que buscaba, sino el público. Quería a gente a mi alre<strong>de</strong>doren la oscuridad.Las barreras entre la gente son aquí muy <strong>de</strong>lgadas, y si escucho bien siempre oigopasar algo. Ocurre lo mismo que en Greenwich Village. Y no es solamente porque mesienta cerca <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, ya que no siento lo mismo en un ascensor atiborrado o en elmetro a la hora punta. Pero, en una noche calurosa, cuando todo el mundo se pasea porlas calles o cuando estoy sentado en un cine, hay como un zumbido, y por un momentorozo a alguien y siento la profunda relación entre los individuos y la masa. En estosmomentos, todo mi ser está sensitivo y tenso, y una irresistible necesidad <strong>de</strong> participar meempuja a hurgar en los rincones oscuros y los callejones <strong>de</strong> la noche.Habitualmente, cuando me siento cansado <strong>de</strong> andar, vuelvo a mi apartamento y mesumerjo en un sueño pesado, pero esta noche, en lugar <strong>de</strong> volver a mi casa, fui a unpequeño restaurante. Había un nuevo lavaplatos, un chico <strong>de</strong> unos dieciséis años, y habíaalgo familiar en él, sus gestos, la expresión <strong>de</strong> sus ojos. Y cuando, retirando una mesa amis espaldas, <strong>de</strong>jó caer algunos platos.Se rompieron contra el suelo, enviando trozos <strong>de</strong> loza blanca hacia las otras mesas. Elchico se quedó allá, alelado, horrorizado, con la ban<strong>de</strong>ja vacía en la mano. Lasexclamaciones y bromas <strong>de</strong> los clientes (gritos <strong>de</strong> «¡Hey, ahí van las ganacias!»...«¡Mazel tov!»... «¡Bueno, no va a trabajar mucho tiempo!»... que invariablemente parecenseguir al ruido <strong>de</strong> una vajilla al romperse en un restaurante) me confundieron.Cuando el dueño vino a ver lo que provocaba esta excitación, el chico se encogió ylevantó los brazos como para parar un golpe.—¡Vamos, vamos, estúpido! —gritó el patrón—, ¡no te que<strong>de</strong>s ahí como un pasmarote!Toma una escoba y barre todo esto. Una escoba... ¡Una escoba, idiota! En la cocina. Yrecoge todos los pedazos.Cuando el chico vio que no iba a ser castigado, su expresión asustada <strong>de</strong>sapareció, ycuando volvió con su escoba canturreaba, sonriente. Algunos <strong>de</strong> los clientes másbulliciosos siguieron sus bromas para divertirse a su costa.—Por aquí, hijito, por aquí. Detrás mismo tuyo hay un trocito precioso...—Vamos, vamos, hazlo otra vez...—No es tan tonto como parece. Es menos cansado romperlos que lavarlos...Mientras los vacuos ojos <strong>de</strong>l chico vagaban entre aquella gente que se divertía, a sucosta, empezó a sonreír poco a poco, y finalmente apuntó una risita insegura cuandoalguien le hizo una broma que no comprendió.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!