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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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La señorita Gordon pi<strong>de</strong> a cualquier persona que posea alguna información sobre ellugar don<strong>de</strong> se encuentra su hermano se ponga en contacto con la familia en la direcciónindicada.El padre, Matthew Gordon, que no vive con su mujer y su hija, posee actualmente unapeluquería en el Bronx.Permanecí un momento con los ojos fijos en aquellas noticias. Después miré <strong>de</strong> nuevola foto. ¿Cómo podría <strong>de</strong>scribirlas?No puedo <strong>de</strong>cir que recuerdo el rostro <strong>de</strong> Rose. Aunque esta foto reciente sea muyclara, yo la veo aún a través <strong>de</strong> la neblina <strong>de</strong> la infancia. La conocía y no la conocía. Si lahubiera encontrado en la calle no la hubiera reconocido, pero ahora, sabiendo que es mimadre, puedo distinguir los más pequeños <strong>de</strong>talles, ¡sí!Delgada, <strong>de</strong> rasgos angulosos. La nariz y el mentón puntiagudos. Y casi puedo oír sucharla y sus grititos <strong>de</strong> pájaro. Sus cabellos recogidos en un austero moño.Traspasándome con sus ojos negros. Quisiera que me tomara en sus brazos y me dijeraque soy un buen chico, y al mismo tiempo querría apartarme para evitar una bofetada. Suretrato hace que me estremezca.Y Norma... también <strong>de</strong> rostro <strong>de</strong>lgado. Los rasgos menos angulosos, bonita, peropareciéndose mucho a su madre. Sus cabellos caídos sobre sus hombros suavizan susrasgos. Ambas se hallan sentadas en el sofá <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estar.Es el rostro <strong>de</strong> Rose el que hace resurgir esos horribles recuerdos. Era para mí dospersonas a la vez, y nunca he hallado el medio <strong>de</strong> saber cual <strong>de</strong> las dos iba a ser. Quizápara otros lo revelara con un gesto <strong>de</strong> la mano, una ceja levantada, una arruga en lafrente —mi hermana conocía esos signos <strong>de</strong> tormenta y estaba siempre fuera <strong>de</strong> sualcance cuando mi madre estallaba—, pero a mí me tomaba siempre por sorpresa. Ibahacia ella para encontrar consuelo, y su cólera caía sobre mí.Y otras veces era la ternura y un abrazo cálido como un baño, y sus manos que meacariciaban los cabellos y la frente, y esas palabras grabadas en la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> la catedral<strong>de</strong> mi infancia:Es como todos los <strong>de</strong>más niños.Es un buen chico.Vuelvo a vernos, más allá <strong>de</strong> la foto que se difumina, a mi padre y a mí, inclinadossobre una cuna. El me coge por la mano y me dice:—Aquí está. No <strong>de</strong>bes tocarla porque es muy pequeña, pero cuando sea mayortendrás una hermanita para jugar contigo.Veo a mi madre en la gran cama cercana, el rostro pálido y terroso, los brazosapoyados blandamente sobre el cubrecama <strong>de</strong> flores estampadas, que levantaansiosamente la cabeza:—Despiértala Matt...Era antes <strong>de</strong> que hubiera cambiado con respecto a mí, y ahora me doy cuenta <strong>de</strong> queera porque no tenía ningún medio <strong>de</strong> saber si Norma sería o no como yo. Fue más tar<strong>de</strong>,cuando estuvo segura <strong>de</strong> que sus plegarias habían sido oídas y <strong>de</strong> que Norma mostrabatodos los indicios <strong>de</strong> una inteligencia normal, que la voz <strong>de</strong> mi madre comenzó a adquirirotro tono distinto. No sólo su voz sino también sus gestos, su actitud, todo cambió. Comosi sus polos magnéticos se hubieran invertido y rechazaran ahora lo que antes habíanatraído. Hoy veo que, a medida que Norma iba creciendo en el jardín familiar, yo meconvertía en una mala hierba que sólo se <strong>de</strong>ja subsistir allí don<strong>de</strong> no es vista, en losrincones y en los lugares oscuros.Al ver su rostro en el periódico, he empezado <strong>de</strong> pronto a odiarla. Hubiera sido mejorque no hubiera hecho tanto caso a los médicos y a las maestras y a tantos otros que se

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