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FLORES PARA ALGERNON - Facultad de Psicología

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La encargada <strong>de</strong> la planta, una alta y robusta mujer, con la blusa arremangada y un<strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> algodón sobre su almidonada falda, avanzó hacia nosotros. De su cinturapendía un manojo <strong>de</strong> llaves que entrechocaban al andar, y sólo cuando giró la cabeza vique la parte izquierda <strong>de</strong> su rostro estaba cubierta por una gran mancha color vino.—Hoy no esperábamos a nadie, Ray —dijo—. Nunca me trae visitantes los jueves.—Thelma, le presento al señor Gordon, <strong>de</strong> la Universidad Beekman. Sólo quiere echaruna ojeada para hacerse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l trabajo que hacemos aquí. Sabía que para usted notenía ninguna importancia, Thelma. Todo está bien arreglado aquí, sea cual sea el día.—Oh, sí —dijo ella riendo—, pero los miércoles les damos la vuelta a los colchones.Huele mejor aquí los jueves.Observé que se mantenía a mi izquierda, <strong>de</strong> modo que la mancha <strong>de</strong> su rostro quedaraoculta. Me hizo visitar el dormitorio, la lavan<strong>de</strong>ría, la <strong>de</strong>spensa y el comedor, don<strong>de</strong>estaban puestos los cubiertos, no esperando más que los platos que traerían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lacocina central. Sonreía al hablar y su expresión, su peinado con un moño en la partesuperior <strong>de</strong> la cabeza, hacían que se pareciera a una bailarina <strong>de</strong> Lautrec, pero nunca memiraba <strong>de</strong> frente. Me pregunté qué representaría para mí vivir allí bajo su vigilancia.—Son bastante manejables en este edificio —dijo—, pero ya sabe lo que es esto.Trescientos chicos, setenta y cinco por planta, y sólo somos cinco para cuidar <strong>de</strong> ellos. Noes fácil tenerlos bajo control. Claro que es mejor que en los cottages sucios. El personalno dura mucho allí. Con los bebés no hay mucho problema, pero cuando se trata <strong>de</strong>adultos y todavía no pue<strong>de</strong>n cuidar <strong>de</strong> sí mismos, la cosa se vuelve <strong>de</strong> una suciedadinaudita.—Usted me parece una persona excelente —dije—. Los chicos son afortunadosteniéndola como encargada <strong>de</strong> este pabellón.Rió francamente, mirando siempre frente a ella y mostrando sus blancos dientes.—No son ni mejores ni peores que los otros. Me gustan mis chicos. No es un trabajofácil, pero una se siente recompensada cuando sabe la necesidad que tienen <strong>de</strong> ti. —Susonrisa se borró un momento—. Los niños normales crecen <strong>de</strong>masiado aprisa, <strong>de</strong>jan <strong>de</strong>necesitarla a una... se van <strong>de</strong> tu lado... olvidan a quien les ha querido y cuidado. Peroestos tienen necesidad <strong>de</strong> todo lo que puedas darles... durante toda su vida. —Rió <strong>de</strong>nuevo, dándose cuenta <strong>de</strong> que se había puesto <strong>de</strong>masiado seria—. El trabajo es duroaquí, pero vale la pena.Cuando volvimos abajo, don<strong>de</strong> nos esperaba Winslow, sonó la campana <strong>de</strong>l almuerzoy todos los chicos se dirigieron en fila al comedor. Observé que el muchacho que acunabaal más pequeño antes lo llevaba ahora a la mesa cogido <strong>de</strong> la mano.—Es sorpren<strong>de</strong>nte —dije, mostrándolos con un gesto <strong>de</strong> la cabeza.Winslow inclinó también la cabeza.—El mayor es Jerry, y el otro es Dusty. Esto lo vemos muy a menudo aquí. Cuandonadie tiene tiempo <strong>de</strong> ocuparse <strong>de</strong> ellos, a veces se las arreglan para buscar algúnContacto humano, un afecto entre ellos mismos.Mientras pasábamos ante uno <strong>de</strong> los otros cottages en dirección a la escuela, oí ungrito seguido <strong>de</strong> un gemido, repetido como un eco por otras dos o tres voces. Habíabarrotes en las ventanas.Winslow se mostró incómodo por primera vez aquella mañana.—Un cottage <strong>de</strong> seguridad —explicó—. Retardados con alteraciones emocionales. Siencontraran la ocasión se harían daño a sí mismos o se lo harían a los <strong>de</strong>más. Lostenemos en el cottage K. Siempre encerrados.—¿Pacientes con alteraciones emocionales aquí? ¿No tendrían que estar en hospitalespsiquiátricos?—Oh, por supuesto —dijo—, pero es difícil controlarlos. Algunos, que son casos límite,no caen en las alteraciones emocionales hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado un tiempo aquí.Otros nos son enviados por los tribunales, y no po<strong>de</strong>mos hacer otra cosa que admitirlos,

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