¿Por qué en general la historia académica expulsó el pasado reciente <strong>de</strong> su agenda cuando seinstitucionalizó en los años ochenta? 114 El <strong>de</strong> la transición <strong>de</strong>mocrática constituyó uno <strong>de</strong> esos momentoshistóricos en que las relaciones entre política y campo intelectual se estrechan, en que las convicciones ylas urgencias <strong>de</strong> uno se replican en los valores y en las preocupaciones <strong>de</strong>l otro. Y si nos <strong>de</strong>tenemos aanalizar cuál fue la clave <strong>de</strong> lectura que promovió el campo político para encarar la relación entre latransición <strong>de</strong>mocrática y el pasado reciente, <strong>de</strong>scubrimos que la misma surgió <strong>de</strong> una negación <strong>de</strong> lahistoria que se acababa <strong>de</strong> vivir como hija <strong>de</strong> procesos previos y propios, <strong>de</strong>clarando así las atrocida<strong>de</strong>svividas durante el período huérfanas <strong>de</strong> cualquier tradición <strong>de</strong>mocrática prece<strong>de</strong>nte. De modo que se hacefrente a la transición <strong>de</strong>mocrática recortando una tradición <strong>de</strong>mocrática <strong>completa</strong>mente ajena a la historia<strong>de</strong> violencia política que la precedía, porque al pensar a la última dictadura militar como un paréntesis ennuestra historia, se piensa en la posibilidad <strong>de</strong> erradicarla totalmente <strong>de</strong> la sociedad argentina. Y estalectura tuvo un impacto inmediato en el campo historiográfico, que legitimó y reprodujo esta interpretación<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las producciones provenientes <strong>de</strong> las posiciones hegemónicas al interior <strong>de</strong>l campo. Para elhistoriador Roberto Pittaluga:“La formulación más concisa, clara y contun<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> esto es la llamada ‘teoría <strong>de</strong> los dos <strong>de</strong>monios’. Esaera una <strong>de</strong> las figuras discursivas que actuaron como fondo para la configuración <strong>de</strong>l campohistoriográfico, un fondo o contexto que <strong>de</strong> alguna manera mo<strong>de</strong>laba las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>cible einvestigable en términos históricos” (p. 125).Otros intelectuales, como Beatriz Sarlo y Juan Carlos Torre, hacen <strong>de</strong>scansar en las características cruentas<strong>de</strong>l pasado reciente y en la dimensión biográfica que ese pasado tiene para los historiadores las razonespara abstenerse <strong>de</strong> abordarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el trabajo historiográfico. Sarlo afirmaba que los años ‘60 y ‘70probablemente estuvieran “<strong>de</strong>masiado cerca”, y fueran a la vez “<strong>de</strong>masiado terribles” como para hablar<strong>de</strong> ellos (1994: 172). La reflexión <strong>de</strong> Juan Carlos Torre al respecto es elocuente <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>ración quemuestran las consignas intelectuales tras la experiencia <strong>de</strong> la violencia <strong>de</strong> los años setenta. “Después <strong>de</strong>haber abogado por la revolución –dice- nos hemos <strong>de</strong>splazado a pedir un país normal, don<strong>de</strong> simplementeRomero, Hilda Sábato, Leandro Gutiérrez, Juan Carlos Korol, Ricardo González y Miriam Trumper) aglutinados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>lPEHESA (Programa <strong>de</strong> <strong>Estudios</strong> <strong>de</strong> Historia Económica y Social Americana), en el que bajo el título “¿Dón<strong>de</strong> anida la<strong>de</strong>mocracia?” se propone un programa <strong>de</strong> estudios históricos <strong>de</strong> cara a la transición <strong>de</strong>mocrática, don<strong>de</strong> la historia reciente <strong>de</strong> laArgentina queda totalmente excluida y don<strong>de</strong> lo que articula al campo es una pregunta o problemática <strong>de</strong> carácter político, comoes la pregunta por la <strong>de</strong>mocracia. El período que los autores eligen para esa indagación, el lapso temporal en el cual van a buscaro constituir la tradición <strong>de</strong>mocrática argentina, es el comprendido entre 1880-1943, es <strong>de</strong>cir, que estos historiadores no sólo seabstienen <strong>de</strong> pensar la historia reciente sino que tampoco se ocupan <strong>de</strong> pensar en qué contribuyó el peronismo a nuestratradición <strong>de</strong>mocrática. Para un análisis <strong>de</strong>l texto citado véase el trabajo <strong>de</strong> Roberto Pittaluga (2010).114 Des<strong>de</strong> luego, hay excepciones; “pero mirado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el conjunto <strong>de</strong>l espacio historiográfico académico, representaron unacorriente que estaba como en una especie <strong>de</strong> latencia, <strong>de</strong> trabajo permanente y silencioso, y ciertamente marginal” (p. 131),consi<strong>de</strong>ra Pittaluga.
estemos al abrigo <strong>de</strong> las disrupciones, <strong>de</strong> los quiebres, <strong>de</strong>l espectáculo sobrecogedor <strong>de</strong>l abismo” (2004:196). El historiador Omar Acha (2008) plantea que este i<strong>de</strong>al <strong>de</strong>l “país normal” que sistematiza la reflexión<strong>de</strong> Torre constituyó la “doxa” <strong>de</strong> la disciplina. La consolidación <strong>de</strong>l campo historiográfico se <strong>de</strong>sarrollócon numerosas reflexiones y estudios que tenían como horizonte a una sociedad normalizada. De modoque el sentido <strong>de</strong> la práctica historiográfica estaba para los académicos fuertemente condicionado por lahistoria que se acababa <strong>de</strong> vivir (Acha, 2008: 171), en sintonía con los supuestos, las premisas y los valoresprogresistas que por entonces instituía el campo político, que quedan resumidos en las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>“mo<strong>de</strong>rnización, integración, inclusión, <strong>de</strong>sarrollo y <strong>de</strong>mocratización”.Ahora bien, en relación a las consecuencias que la operación postdictatorial tiene para el campohistoriográfico académico, que lo llevó a una búsqueda <strong>de</strong> asepsia cientificista tomando como el antimo<strong>de</strong>loa la tradición <strong>de</strong> la historia militante <strong>de</strong> décadas anteriores, <strong>de</strong> la cual terminó por <strong>de</strong>smarcarse (DiMeglio, op. cit.), hay dos cuestiones a señalar. La primera <strong>de</strong> estas cuestiones tiene que ver con la crecienteprofesionalización <strong>de</strong>l campo 115 y su progresivo <strong>de</strong>splazamiento <strong>de</strong> la figura <strong>de</strong>l intelectual a la <strong>de</strong>lespecialista (Sarlo, 1985). La otra cuestión es la ilusión <strong>de</strong> cientificidad que las reglas y las pautasdisciplinares que va dándose el campo contribuyen a generar y la consiguiente sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>spolitización<strong>de</strong> la actividad que las mismas <strong>de</strong>spiertan (Di Meglio, í<strong>de</strong>m). Usamos las expresiones “ilusión <strong>de</strong>cientificidad” y “sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>spolitización” para subrayar la artificiosidad <strong>de</strong>l discurso histórico, paraacentuar que esta neutralidad que <strong>de</strong>stila la historiografía producida con arreglo a las pautas que dicta laaca<strong>de</strong>mia es producto <strong>de</strong> los efectos <strong>de</strong>l discurso y se <strong>de</strong>be en buena medida a las formas que adopta elmismo.La constitución <strong>de</strong>l campo historiográfico que propició el régimen <strong>de</strong>mocrático abrazó una concepción <strong>de</strong>la disciplina histórica asociada a un quehacer intelectual emancipado <strong>de</strong> las <strong>de</strong>mandas políticas inmediatas,que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces se arrojaron al <strong>de</strong>sprestigiado terreno <strong>de</strong> la “i<strong>de</strong>ología”. Pero en rigor, este gesto quebuscaba producir un corte con la imbricación con la política tan habitual en las décadas prece<strong>de</strong>ntes, noconstituye un movimiento tendiente a la <strong>de</strong>spolitización sino más bien a la repolitización. En efecto, alabogar por un “país normal” y un paquete <strong>de</strong> valores que se i<strong>de</strong>ntifican con cierta consciencia progresista,la política no <strong>de</strong>saparece. Los presupuestos que por entonces sostiene la historiografía no podrían estarmenos condicionados por la historia que se venía <strong>de</strong> vivir. Lo que <strong>de</strong>saparece es el posicionamientoexplícito en los textos, <strong>de</strong>saparece la suerte <strong>de</strong> fetichización <strong>de</strong> la política que se encontraba en la historia115 La profesionalización <strong>de</strong> la disciplina tiene también que ver con los nuevos dispositivos <strong>de</strong> regulación científica <strong>de</strong>l sistemaacadémico, basados en una estricta evaluación respecto a la metodología, al número <strong>de</strong> artículos a publicar, a los circuitos ysoportes por los cuales se hace circular los resultados <strong>de</strong> las investigaciones, etc. Este dato es importante para nosotros en tantoel ejercicio <strong>de</strong>l oficio histórico bajo las pautas que prescriben estas regulaciones suele ser tan exigente que constituye en símismo una fuente <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación para quienes se someten a ellos y, por lo tanto, un motivo para suscitar solidarida<strong>de</strong>scorporativas fuertes.
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