Las mayorías populares, que a su vez adherían o admitían la violencia antes, pasan ahora a ser el eje <strong>de</strong>l nuevoproceso (…) La variación respecto <strong>de</strong>l periodo militar es substancial: <strong>de</strong> los polos enfrentados –en esemomento, la conducción militar por un lado y las insurrecciones populares y la guerrilla por el otro- se pasa aun proceso con apoyo ampliamente mayoritario y con dos pequeños polos <strong>de</strong> resistencia en los extremos <strong>de</strong>lespectro político. Los dos polos opuestos apelan a la violencia o esperan <strong>de</strong> ella el <strong>de</strong>terioro <strong>de</strong>l proceso. 221Si el eje <strong>de</strong> la respuesta <strong>de</strong>l gobierno popular a la violencia pasa por la represión, lo que corre peligro es,precisamente, la revolución peronista que Perón <strong>de</strong>jó en marcha (…) Ahora que el pueblo eligió, laviolencia guerrillera no pue<strong>de</strong> reivindicar que viene ‘<strong>de</strong> abajo’, que es una respuesta. A la inversa, la represiónes una respuesta. Pero entonces hay que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r el proceso revolucionario <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el plano político. Hay quecorrer contra el tiempo, para que la violencia no pueda volver a reivindicar el carácter <strong>de</strong> respuesta. 222Como lo exhiben los fragmentos, en paralelo a las oposiciones examinadas, la revista objetó,cada vez más fuertemente, la violencia <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminados actores. Por un lado, la <strong>de</strong> lasorganizaciones político-militares. El trato hacia la Conducción Nacional no sólo involucró lascríticas enumeradas con anterioridad; progresivamente, fue percibida como un adversario. Mientrasque al principio sólo se le hicieron advertencias sobre el uso <strong>de</strong> armas durante un gobiernoconstitucional, los últimos números fueron más enfáticos al respecto. Sobre todo, en el cuadro <strong>de</strong>lcreciente accionar guerrillero implementado durante el mandato <strong>de</strong> María Estela Martínez <strong>de</strong>Perón. 223 La publicación equiparó a los Montoneros y al Ejército Revolucionario <strong>de</strong>l Pueblo (ERP),y los tildó <strong>de</strong> obstáculos para el anhelo <strong>de</strong> la “unidad nacional”. Su violencia fue catalogada <strong>de</strong>“subversiva” y “terrorista”, y fue presentada como una amenaza para la comunidad política. Cabeaclarar que, <strong>de</strong> todos modos, esto no redundó en la impugnación cabal <strong>de</strong> toda violencia: se alegabaque su pertinencia <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> las condiciones políticas <strong>de</strong>l país. Siguiendo este razonamiento, seexplicó que si en los años <strong>de</strong> proscripción peronista la “lucha armada” habría sido aceptada por lasociedad, su legitimidad se habría perdido con la normalización electoral. De allí que, como seestudió prece<strong>de</strong>ntemente, se graficara su <strong>de</strong>svinculación con el pueblo: su imbricación habríaexistido sólo transitoriamente. En apoyo a esta i<strong>de</strong>a, se acudieron a las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong>l lí<strong>de</strong>r; tantoa sus dichos a favor <strong>de</strong> la violencia en tiempos <strong>de</strong>l exilio como a sus intervenciones en contradurante su tercera presi<strong>de</strong>ncia. 224 Según estos señalamientos, entonces, la violencia armada durantelos gobiernos <strong>de</strong> Perón y <strong>de</strong> su sucesora habría pasado a ser una práctica <strong>de</strong>slindada <strong>de</strong> las tramassociales <strong>de</strong> la época.Por otro lado, las citas muestran que, a su vez, se refutó la violencia <strong>de</strong> “ultra<strong>de</strong>recha yparapolicial”. A pesar <strong>de</strong> los cuestionamientos a los grupos armados, Movimiento con<strong>de</strong>nóenérgicamente la represión paraestatal. Adujo que era tan o más peligrosa que la <strong>de</strong> aquéllos, y que221 Nota “Sólo el pueblo legaliza la violencia”, Movimiento, N°8, 2°quincena <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1974, p. 6.222 Editorial “¿Revolución o violencia?”, Movimiento, N°8, 2°quincena <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1974, p. 1, negritas en el original.223 Una lista <strong>de</strong> asesinatos se cita en Oscar Anzorena, Tiempo <strong>de</strong> violencia y utopía. Del golpe <strong>de</strong> Onganía (1966) algolpe <strong>de</strong> Vi<strong>de</strong>la (1976), Buenos Aires, Ediciones <strong>de</strong>l Pensamiento Nacional, 1998, p. 308, y otra en Juan Gasparini,Montoneros. Final <strong>de</strong> cuentas, La Plata, De la Campana, 2005, p. 77. Esto se dio en paralelo a la progresiva violenciaejercida por grupos paraestatales, parapoliciales y paramilitares, enmarcada, en verdad, en un entramado legislativorepresivo que venía acentuándose <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interinato <strong>de</strong> Lastiri. Al respecto, ver Marina Franco, Un enemigo para laNación. Or<strong>de</strong>n interno, violencia y subversión, 1973-1976, Buenos Aires, Fondo <strong>de</strong> Cultura Económica, 2012.224 Ver Movimiento, N°5, 1°quincena <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1974, p. 22; N°8, 2°quincena <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1974, pp. 8-9.
coadyuvaba a un clima <strong>de</strong> pánico, proclive al golpe <strong>de</strong> Estado. Demandó que <strong>de</strong>bían investigarsesus autores y su funcionamiento. No obstante, <strong>de</strong>bió trazar argumentos, por lo menos, incómodos:en lugar <strong>de</strong> dirigir la mirada a las responsabilida<strong>de</strong>s estatales, <strong>de</strong>sentendió al elenco gubernamental<strong>de</strong> los atentados y asesinatos, ligándolos a los “agentes directos <strong>de</strong>l imperialismo”. Estableció que eloficialismo <strong>de</strong> esa violencia era “falso”. Salvo escasas excepciones, omitió a la parapolicial AlianzaAnticomunista Argentina (Triple A), cuyas intervenciones se conocían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fines <strong>de</strong> 1973. 225Tampoco nombró a su cabeza, el secretario privado <strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia y ministro <strong>de</strong> Bienestar Social<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la “primavera camporista”, José López Rega, ni a ninguno <strong>de</strong> los jefes <strong>de</strong> dicho organismo.Con estas ausencias, mantuvo su apoyo a la gestión <strong>de</strong> “Isabel”.De esta manera, la revista circunscribió a dos polos una dinámica <strong>de</strong> prácticas, en verdad,bastante más compleja. La redujo a focos aislados y a “bandas” enemigas <strong>de</strong> la “unidad nacional”.Aunque varias notas rotularon como más problemática la represión <strong>de</strong> “ultra<strong>de</strong>recha”, ambosextremos fueron emparejados en su capacidad <strong>de</strong> erosión <strong>de</strong> la “revolución peronista”,expulsándolos <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la comunidad nacional. Por supuesto, esto conllevó lasimplificación <strong>de</strong> <strong>de</strong>nsos procesos históricos. En primer lugar, <strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong> la “luchaarmada” con distintas re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la sociedad. Si bien se admitió la extensión <strong>de</strong> estos vínculos durantela llamada Revolución Argentina (1966-1973), se asumió su separación automática con el arribo <strong>de</strong>Perón al país. Dicha consi<strong>de</strong>ración mecánica olvidó que, por ejemplo, ni la propia Lealtad se había<strong>de</strong>shecho <strong>completa</strong>mente <strong>de</strong> las armas, alimentando un pequeño sector militar. En segundo lugar, sesoslayaron los vínculos <strong>de</strong> la violencia paraestatal con el gobierno. Una gran parte <strong>de</strong> los miembros<strong>de</strong> la Triple A habían sido <strong>de</strong>signados en diferentes rangos <strong>de</strong> la función pública <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interinato<strong>de</strong> Raúl Lastiri (13 <strong>de</strong> julio al 12 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1973), cuando no <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mandato <strong>de</strong> Cámpora.Ello había ocurrido en el contexto <strong>de</strong> un endurecimiento <strong>de</strong> la legislación represiva y <strong>de</strong> una fuertecon<strong>de</strong>na pública sobre las guerrillas. Finalmente, cabe notar que la focalización <strong>de</strong> la violencia seligaba en Movimiento a una fundamentación causal: se trataba <strong>de</strong> impedir la violencia guerrillerapara evadir la “reacción” <strong>de</strong> la violencia represiva. Peligrosamente, aquélla fue graficada, pues,como uno <strong>de</strong> los posibles estímulos <strong>de</strong> ésta.Todas estas operaciones se realizaron no con el objeto <strong>de</strong> justificar sino <strong>de</strong> evitar el golpe <strong>de</strong>Estado que meses <strong>de</strong>spués sobrevendría. De todas formas, no <strong>de</strong>bería subestimarse suencuadramiento en otros discursos <strong>de</strong> la coyuntura. Muchos compartieron parte <strong>de</strong> los trazosexplorados hasta aquí: durante 1974, funcionarios <strong>de</strong>l gobierno, representantes <strong>de</strong> los partidospolíticos, diarios nacionales, el Episcopado, la CGE y las Fuerzas Armadas articularon relatos queoscilaron entre reprobar solamente a la “subversión” y asignar conjuntamente a la “ultraizquierda” y225 Sobre la Triple A, consultar Ignacio González Jansen, La Triple A, Buenos Aires, Contrapunto, 1983; MartinAn<strong>de</strong>rsen, Dossier secreto. El mito <strong>de</strong> la guerra sucia, Buenos Aires, Sudamericana, 1993; Marcelo Larraquy, LópezRega. El peronismo y la Triple A, Buenos Aires, Punto <strong>de</strong> Lectura, 2007.
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