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Caliban y la bruja

Calibán y la bruja presenta las principales líneas de un proyecto de investigación sobre las mujeres en la «transición» del feudalismo al capitalismo que comencé a mediados de los setenta, en colaboración con la feminista italiana Leopoldina Fortunati. Sus primeros resultados aparecieron en un libro que publicamos en Italia en 1984, Il Grande Calibano. Storia del corpo social ribelle nella prima fase del capitale [El gran calibán. Historia del cuerpo social rebelde en la primera fase del capital] (Milán, Franco Agneli). Mi interés en esta investigación estuvo motivado en origen por los debates que acompañaron el desarrollo del Movimiento Feminista en Estados Unidos, en relación a las raíces de la «opresión» de las mujeres y las estrategias políticas que el propio movimiento debía adoptar en la lucha por su liberación. En ese momento, las principales perspectivas teóricas y políticas desde las que se analizaba la realidad de la discriminación sexual venían propuestas por dos ramas del movimiento de mujeres, principalmente: las feministas radicales y las feministas socialistas.

Calibán y la bruja presenta las principales líneas de un proyecto de investigación sobre las mujeres en la «transición» del feudalismo al capitalismo que comencé a mediados de los setenta, en colaboración con la feminista italiana Leopoldina Fortunati. Sus primeros resultados aparecieron en un libro que publicamos en Italia en 1984, Il Grande Calibano. Storia del corpo social ribelle nella prima fase del capitale [El gran calibán. Historia del cuerpo social rebelde en la primera fase del capital] (Milán, Franco Agneli).
Mi interés en esta investigación estuvo motivado en origen por los debates que acompañaron el desarrollo del Movimiento Feminista en Estados Unidos, en relación a las raíces de la «opresión» de las mujeres y las estrategias políticas que el propio movimiento debía adoptar en la lucha por su liberación. En ese momento, las principales perspectivas teóricas y políticas desde las que se analizaba la realidad de la discriminación sexual venían propuestas por dos ramas del movimiento de mujeres, principalmente: las feministas radicales y las feministas socialistas.

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204 Calibán y <strong>la</strong> <strong>bruja</strong><br />

Descartes creyó que podía llevar a cabo ambas tareas a partir de <strong>la</strong> demostración<br />

de <strong>la</strong> naturaleza mecánica del comportamiento animal. Nada, decía en<br />

su Le Monde (1633), causa más errores como <strong>la</strong> creencia de que los animales<br />

tienen alma como nosotros. Por eso, cuando preparaba su Tratado del Hombre,<br />

dedicó muchos meses a estudiar <strong>la</strong> anatomía de órganos de los animales;<br />

cada mañana iba a <strong>la</strong> carnicería para observar el troceado de <strong>la</strong>s bestias. 20<br />

Hizo incluso muchas vivisecciones, conso<strong>la</strong>do posiblemente por su creencia<br />

de que, tratándose tan sólo de bestias «despojadas de Razón», los animales<br />

que él disecaba no podían sentir ningún dolor (Rosenfield, 1968: 8). 21<br />

20 De acuerdo con el primer biógrafo de Descartes, Monsieur Adrien Baillet, durante su estadía<br />

en Amsterdam en 1629, mientras preparaba su Tratado del hombre, Descartes visitó los mataderos<br />

de <strong>la</strong> ciudad e hizo disecciones de distintas partes de los animales:<br />

[…] comenzó <strong>la</strong> ejecución de su p<strong>la</strong>n estudiando anatomía, a <strong>la</strong> cual le dedicó todo el invierno<br />

que estuvo en Amsterdam. Dec<strong>la</strong>ró al Padre Mersenne que, en su entusiasmo por conocer<br />

acerca de este tema, había visitado, casi diariamente, a un carnicero con el fin de presenciar <strong>la</strong><br />

matanza; y que él le había dejado llevarse a su casa los órganos animales que quisiera para disecarlos<br />

con mayor tranquilidad. Con frecuencia hizo lo mismo en otros lugares donde estuvo<br />

con posterioridad, sin encontrar nada personalmente vergonzante o que no estuviera a <strong>la</strong> altura<br />

de su posición, en una práctica que en sí misma era inocente y que podía producir resultados<br />

muy útiles. De ahí que se riera de cierta persona maliciosa y envidiosa que […] había tratado<br />

de hacerle pasar por criminal y le había acusado de «ir por los pueblos para ver como mataban<br />

a los cerdos» [...] No dejó de mirar lo que Vesalius, y los más experimentados entre los otros<br />

autores, habían escrito sobre <strong>la</strong> anatomía. Pero aprendió de una manera más segura disecando<br />

personalmente animales de diferentes especies. (Descartes, 1972: xiii-xiv).<br />

En una carta a Mersenne de 1633, escribe: «J’anatomize maintenant les têtes de divers animaux pour<br />

expliquer en quoi consistent l’imagination, <strong>la</strong> memoire […]» (Cousin, 1824-26, Vol. IV: 255). También<br />

en una carta del 20 de enero re<strong>la</strong>ta en detalle experimentos de disecsión: «Apres avoir ouverte <strong>la</strong> poitrine<br />

d’un <strong>la</strong>pin vivant […] en sorte que le tron et le coeur de l’aorte se voyent vacilement […] Poursuivant <strong>la</strong><br />

dissection de cet animal vivant je lui coupe cette partie du coeur qu’on nomme sa pointe» (Ibidem, Vol.<br />

VII: 350). Finalmente, en junio de 1640, en respuesta a Mersenne, que le había preguntado por qué los<br />

animales sienten dolor si no tienen alma, Descartes le aseguró que ellos no sienten, pues el dolor existe<br />

sólo cuando hay entendimiento, que está ausente en <strong>la</strong>s bestias (Rosenfield, 1968: 8).<br />

Este argumento insensibilizó a muchos contemporáneos cientificistas de Descartes sobre el<br />

dolor que <strong>la</strong> vivisección ocasionaba a los animales. Así es como Nicolás de <strong>la</strong> Fontaine describía <strong>la</strong><br />

atmósfera creada en Port Royal por <strong>la</strong> creencia en el automatismo de los animales: «Apenas había<br />

un solitario que no hab<strong>la</strong>se del autómata […] Nadie daba ya importancia al hecho de golpear a un<br />

perro; con <strong>la</strong> mayor indiferencia se le asestaban fuertes bastonazos, bromeando acerca de quienes<br />

compadecían a tales bestias como si éstas hubieran sentido verdadero dolor. Se decía que eran<br />

relojes; que aquellos gritos que <strong>la</strong>nzaban al ser golpeados no eran sino el ruido de un pequeño<br />

resorte que había sido puesto en marcha, pero que en modo alguno había en ello sentimiento.<br />

C<strong>la</strong>vaban a los pobres bichos sobre tab<strong>la</strong>s por <strong>la</strong>s cuatro patas para rajarlos en vida y ver <strong>la</strong><br />

circu<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> sangre, lo cual era gran materia de discusión» (Rosenfield, 1968: 54).<br />

21 La doctrina de Descartes sobre <strong>la</strong> naturaleza mecánica de los animales representaba una inversión

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