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Caliban y la bruja

Calibán y la bruja presenta las principales líneas de un proyecto de investigación sobre las mujeres en la «transición» del feudalismo al capitalismo que comencé a mediados de los setenta, en colaboración con la feminista italiana Leopoldina Fortunati. Sus primeros resultados aparecieron en un libro que publicamos en Italia en 1984, Il Grande Calibano. Storia del corpo social ribelle nella prima fase del capitale [El gran calibán. Historia del cuerpo social rebelde en la primera fase del capital] (Milán, Franco Agneli). Mi interés en esta investigación estuvo motivado en origen por los debates que acompañaron el desarrollo del Movimiento Feminista en Estados Unidos, en relación a las raíces de la «opresión» de las mujeres y las estrategias políticas que el propio movimiento debía adoptar en la lucha por su liberación. En ese momento, las principales perspectivas teóricas y políticas desde las que se analizaba la realidad de la discriminación sexual venían propuestas por dos ramas del movimiento de mujeres, principalmente: las feministas radicales y las feministas socialistas.

Calibán y la bruja presenta las principales líneas de un proyecto de investigación sobre las mujeres en la «transición» del feudalismo al capitalismo que comencé a mediados de los setenta, en colaboración con la feminista italiana Leopoldina Fortunati. Sus primeros resultados aparecieron en un libro que publicamos en Italia en 1984, Il Grande Calibano. Storia del corpo social ribelle nella prima fase del capitale [El gran calibán. Historia del cuerpo social rebelde en la primera fase del capital] (Milán, Franco Agneli).
Mi interés en esta investigación estuvo motivado en origen por los debates que acompañaron el desarrollo del Movimiento Feminista en Estados Unidos, en relación a las raíces de la «opresión» de las mujeres y las estrategias políticas que el propio movimiento debía adoptar en la lucha por su liberación. En ese momento, las principales perspectivas teóricas y políticas desde las que se analizaba la realidad de la discriminación sexual venían propuestas por dos ramas del movimiento de mujeres, principalmente: las feministas radicales y las feministas socialistas.

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64 Calibán y <strong>la</strong> <strong>bruja</strong><br />

Cuarenta años más tarde, con el Tercer Sínodo Laterano de 1179, <strong>la</strong><br />

Iglesia intensificó sus ataques contra <strong>la</strong> «sodomía» dirigiéndolos simultáneamente<br />

contra los homosexuales y el sexo no procreativo (Bowsell,<br />

1981: 277). Por primera vez, condenó <strong>la</strong> homosexualidad, «<strong>la</strong> incontinencia<br />

que va en contra de <strong>la</strong> naturaleza» (Spencer, 1995a: 114).<br />

Con <strong>la</strong> adopción de esta legis<strong>la</strong>ción represiva <strong>la</strong> sexualidad fue<br />

completamente politizada. Todavía no encontramos, sin embargo, <strong>la</strong><br />

obsesión mórbida con que <strong>la</strong> Iglesia Católica abordaría después <strong>la</strong>s<br />

cuestiones sexuales. Pero ya en el siglo XII podemos ver a <strong>la</strong> Iglesia no<br />

sólo espiando los dormitorios de su rebaño sino haciendo de <strong>la</strong> sexualidad<br />

una cuestión de Estado. Las preferencias sexuales no ortodoxas<br />

de los herejes también deben ser vistas, por lo tanto, como una postura<br />

antiautoritaria, un intento de arrancar sus cuerpos de <strong>la</strong>s garras del<br />

clero. Un c<strong>la</strong>ro ejemplo de esta rebelión anticlerical fue el surgimiento,<br />

en el siglo XIII, de <strong>la</strong>s nuevas sectas panteístas, como los amalricianos<br />

y <strong>la</strong> Hermandad del Espíritu Libre que, contra el esfuerzo de <strong>la</strong> Iglesia<br />

por contro<strong>la</strong>r su conducta sexual, predicaban que Dios está en todos<br />

nosotros y que, por lo tanto, es imposible pecar.<br />

Las mujeres y <strong>la</strong> herejía<br />

Uno de los aspectos más significativos del movimiento herético es <strong>la</strong><br />

elevada posición social que asignó a <strong>la</strong>s mujeres. Como seña<strong>la</strong> Gioacchino<br />

Volpe, en <strong>la</strong> Iglesia <strong>la</strong>s mujeres no eran nada, pero aquí eran consideradas<br />

como iguales; <strong>la</strong>s mujeres tenían los mismos derechos que los<br />

hombres y disfrutaban de una vida social y una movilidad (deambu<strong>la</strong>r,<br />

predicar) que durante <strong>la</strong> Edad Media no encontraban en ningún otro<br />

lugar (Volpe, 1971: 20; Koch, 1983: 247). En <strong>la</strong>s sectas herejes, sobre<br />

todo entre los cátaros y los valdenses, <strong>la</strong>s mujeres tenían derecho a administrar<br />

los sacramentos, predicar, bautizar e incluso alcanzar órdenes<br />

sacerdotales. Está documentado que Valdo se separó de <strong>la</strong> ortodoxia<br />

porque su obispo rehusó permitir que <strong>la</strong>s mujeres pudiesen predicar. Y<br />

de los cátaros se dice que adoraban una figura femenina, <strong>la</strong> Señora del<br />

Pensamiento, que influyó en el modo en que Dante concibió a Beatriz<br />

(Taylor, 1954: 100). Los herejes también permitían que <strong>la</strong>s mujeres y<br />

los hombres compartieran <strong>la</strong> misma vivienda, aun sin estar casados,<br />

ya que no temían que favoreciese comportamientos promiscuos. Con<br />

frecuencia <strong>la</strong>s mujeres y los hombres herejes vivían juntos libremente,

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