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WILSON - Cómo ser un epicureo Una filosofia para la vida moderna

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coincida que esté conduciendo sobre un puente en el momento en que se

derrumba. En cualquier caso, ese día llegará, y conforme me haga más y

más viejo, tendrá menos sentido culpar a cualquier hábito u operación por

mi muerte. No será culpa del médico que no pudo detener mi cáncer,

sustituir mi corazón o mis riñones en mal estado a causa de mi vejez.

Enfrentarse a la propia mortalidad, así como al declive que suele

precederla, resulta difícil para la mayoría de la gente, y lo es aún más

debido a una cultura que tiende a percibir y anotar los decesos ya como

falta moral del difunto, ya del doctor; como un fracaso a la hora de seguir

esperando y luchando en lugar de como otro ejemplo del límite natural.

Cuando debido a accidentes, negligencias o asesinato no se alcanza este

límite natural, buscamos a quien culpar e intentamos compensación o

reajustes sociales que reduzcan las probabilidades de que más personas sean

víctimas de accidentes, negligencias o asesinatos. Esto es racional. Lo que

no es racional es culpar de la muerte de una persona muy anciana a la

negligencia médica, o a su adicción al helado. Incluso si el difunto era

todavía una persona activa, lúcida y competente, el uso y desgaste de las

partes de su cuerpo invisibles a nuestras miradas era considerable. Nadie

tiene la culpa de su deceso.

Imaginamos que estar muertos es una experiencia terrible. Allí estoy,

encerrado en mi ataúd cerrado bajo un metro noventa de tierra, con mi

carne pudriéndose y siendo devorada por gusanos, hongos y bacterias. O me

están introduciendo en el crematorio, y mis huesos, pulverizados.

«Cuando existimos nosotros —decía Epicuro—, la muerte no está

presente, y cuando la muerte está presente, entonces nosotros no

existimos» [3] . Si estoy muerto no estoy experimentando nada, ni bueno ni

malo. Quienes dicen de mí «ya se acabaron sus problemas» tienen razón,

pero quienes dicen de mí «ahora descansa en paz» se equivocan. En tanto

experimente lo bueno y lo malo, estoy vivo. Si estoy descansando en paz,

definitivamente estoy vivo.

Pero ¿no debería temer el proceso de morir, que podría ser terriblemente

doloroso? Epicuro aseguraba que conforme la vida se evaporaba del cuerpo,

también lo hacía su capacidad de sentir, percibir y pensar. «El dolor no se

prolonga indefinidamente en la carne, sino que el dolor extremo dura

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