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WILSON - Cómo ser un epicureo Una filosofia para la vida moderna

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por infecciones era algo mucho más común de lo que es actualmente. Para

la gente de la actualidad, si uno es joven y tiene salud, y toma precauciones

razonables (pero no excesivas) debería ser capaz de reducir al mínimo su

miedo a morir y a perderse algo. Una persona prudente no se enrola

voluntariamente en el ejército, ni, en opinión de Lucrecio, se hace a la mar.

Contra las fiebres mortales y algunos trastornos genéticos, sin embargo,

somos sencillamente impotentes. Si eres joven y sufres una enfermedad

mortal, perecerás. En efecto, la naturaleza te ha repartido malas cartas, o,

por decirlo de otro modo, te ha señalado. Tienes derecho a llorar tu destino

y a expresar tus sentimientos de radical injusticia.

Sin embargo, Lucrecio no tiene ninguna simpatía para los muy viejos

que se dan «a llanto desmedido». Si la naturaleza pudiese hablar, dice, con

razón les diría, implacable: «Vete de aquí, insensato […] ¡Tú, que has

gozado de todos los placeres de la vida, aún te arrastras en ella! Consumido

en los deseos del placer ausente, despreciaste el actual, y así tu vida se

deslizó imperfecta y disgustada […] la hora es ya llegada: deja tú mis

presentes; no son propios de la edad tuya: deja resignado que gocen otros,

como es ley forzosa». [6]

Puede parecer duro. Incluso los viejos tienen derecho a lamentarse por

lo que se perderán. No verán crecer a sus bisnietos, no verán el regreso del

cometa Halley, no disfrutarán cien helados más, ni más partidas de canasta.

Nunca sabrán quién será el próximo presidente, ni el que le siga, ni si hay

vida en Marte, ni podrán jamás saber muchas cosas que siempre quisieron

saber. Estas ansias no parecen indecorosas, ni parece en absoluto

inapropiado que los ancianos expresen estos reproches, que, al fin y al cabo,

no son sino una reafirmación de la vida y sus placeres y de su amor por los

demás. Pero estos lamentos por lo que se van a perder los deberían expresar

con calma y dignidad. Si eres viejo, acepta lo inevitable. Intenta minimizar

los problemas a tus descendientes dejando tus asuntos económicos en

orden, y evita así añadir confusión a los sentimientos de dolor que

probablemente sentirán con tu muerte. Su dolor, el dolor de los vivos, es de

todo menos irracional. Les ha sido arrebatada una fuente de placer: tu

presencia, tus cuidados, tu ayuda y amistad.

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