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WILSON - Cómo ser un epicureo Una filosofia para la vida moderna

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Miedo y gratitud son también emociones básicas de los humanos en las

que se funda nuestra vida social. Estamos siempre alerta ante mentes con

intenciones en cuerpos activos que podrían resultar peligrosos para nosotros

o ayudarnos. Soy plenamente consciente de cuando un mosquito intenta

picarme, de cuando un perro territorial me advierte y de cuando otra

persona corre en mi ayuda cuando se me cae algo o tropiezo. Por lo tanto,

cuando nos sentimos misteriosamente ayudados o perjudicados, y no

percibimos ningún ser vivo que pueda ser el responsable, suponemos que

un agente invisible, suficientemente poderoso como para actuar a distancia

sin ser visto, es la causa de nuestra salvación o mala suerte.

Escapar de un grave accidente de tráfico o contraer una rara enfermedad

puede hacernos sentir como si una mano nos ayudase desde los cielos o

como si un superpoder ofendido nos castigara desde algún lugar más allá

del mundo ordinario. Sociedades e individuos pueden acarrear una carga de

culpa por lo que perciben como sus ofensas contra otros, y la culpa implica

la sensación de estar siendo visto y juzgado. Gran parte de las tragedias

griegas que aún emocionan a los espectadores tratan con la experiencia de

vivir bajo una maldición.

Tenemos que ser conscientes de cuán profundamente están impresos en

nuestra psicología el miedo y la gratitud, y reconocer nuestra dependencia

de los demás, y todo esto negándonos a deducir de nuestras experiencias

que estas proceden de una causa sobrenatural. Todos nuestros perjuicios y

beneficios proceden de la naturaleza de las cosas. Ciertamente otras

personas y nuestras propias conciencias nos vigilan y nos juzgan, pero no

seres preocupados por cuestiones morales que residen fuera del mundo

cotidiano.

Por último, tradición y autoridad. Toda cultura necesita inculcar a sus

niños una conducta ética, y recordar a los adultos sus responsabilidades

hacia los demás. Esto se suele conseguir en un contexto religioso, porque

los niños quieren saber por qué no deberían mentir, engañar, robar y abusar

de los demás, y además saber qué pasará si lo hacen y no los puede ver

ningún adulto que los pueda castigar. Es muy eficaz decirles que los

observa un ser invisible que tiene normas y obliga a cumplirlas. Los adultos

se ven sujetos a las mismas tentaciones, y en las culturas cristianas los

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