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WILSON - Cómo ser un epicureo Una filosofia para la vida moderna

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metabolismo, regulación y reproducción, consciencia e inteligencia, pudiese

surgir de combinaciones de elementos químicos como el carbono, el

hidrógeno y el oxígeno. La belleza de conchas, plumas y hojas hace parecer,

como comentó el filósofo Kant, que hubieran sido creadas para nuestro

placer visual. Sin embargo, pese a lo milagroso de su apariencia, el

epicureísmo insiste en que solo la naturaleza las ha creado, sin ningún

propósito o intención.

En realidad es más difícil pensar en cómo una mente desencarnada de

manos, y sin materiales preexistentes con los que trabajar, pudo crear todo

el universo físico, que aceptar que todo procede de la naturaleza. Que

existamos, y que existamos en un mundo como este, es cuestión de mero

azar, o como mínimo de coincidencia. Sin embargo, si las fuerzas

fundamentales de la naturaleza no hubieran sido las que son, no estaríamos

aquí para asombrarnos.

Por cuanto respecta a la experiencia, la mente humana parece

predispuesta a comunicarse con mentes humanas similares, con intenciones

buenas y malas. Experimentamos voces en nuestras cabezas que parecen

pertenecer a un interlocutor que aconseja y advierte, voces que a veces

experimentamos como reales. Animales salvajes, que nuestros ancestros

temían y necesitaban, e incluso manantiales, arboledas y rocas de extrañas

formas parecen albergar cualidades espirituales. Las drogas alucinógenas

pueden generar percepciones de otra realidad que existe detrás de la

cotidiana o en paralelo a ella.

Algunos escritores sostienen que Epicuro consideraba los sueños como

un tipo de percepción sensorial y que a menudo soñaba con los dioses.

Lucrecio, por su parte, aseguraba que la religión había surgido porque la

gente tenía alucinaciones y soñaba con los dioses. «Ya desde entonces [la

Antigüedad] los mortales, aunque despierto el ánimo, veían los simulacros

sobrenaturales que la ilusión del sueño exageraba a su imaginación» [3] .

Asignaron a los dioses un lugar en el firmamento, y, temerosos del poder de

los cielos, «no tenían otro recurso que remitirlo todo a la acción de los

dioses y hacer que todo girara a una señal suya».

Estas experiencias de misterio, belleza y poder son íntimas y valiosas,

pero para el epicúreo no implican la existencia de otra realidad.

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